Piensa en la parte más sensible de tu cuerpo. Allí donde la piel es fina y suave y las terminaciones nerviosas infinitas. Ahora piensa que miles de agujas se clavan en esa parte de tu cuerpo provocándote un dolor inhumano. Eso es vulvodinia.
Una de cada 6 mujeres siente, día a día, como si su vulva estuviera desgarrándose. Como si le hubieran echado ácido en una herida abierta.
Según recientes estudios, cerca del 16% de las mujeres padecen en algún momento de su vida la enfermedad llamada vulvodinia. Se trata de una dolencia totalmente discapacitante. Quienes la padecen no pueden tener relaciones sexuales, ponerse un tampón, montar en bici, salir a correr o incluso llevar pantalones ajustados o ropa interior.
Se estima que cerca del 16% de las mujeres padecen en algún momento de su vida la enfermedad llamada vulvodinia
La vulvodinia se suele definir como un dolor inexplicable e intenso de las terminaciones nerviosas que sientes en algún lugar de la vulva, el área que rodea la vagina. Puede ser un dolor provocado por el tacto o un dolor que surge sin más, sin ningún agente externo.
Sin embargo, a pesar de los síntomas, durante muchos años la vulvodinia ha sido una enfermedad silenciosa sin diagnóstico. Aún hoy, al ser una enfermedad sin síntomas visibles, una mujer tiene que pasar por varios médicos antes de que alguno sepa decirle qué es lo que le pasa realmente.
Esta falta de concreción se debe a que no se sabe a ciencia cierta cuál es la raíz causal de la vulvodinia. Hasta la fecha los doctores han intentado hacer miles de análisis de infecciones por hongos, alergias o incluso oncológicos. Ninguno da resultado.
Aún así, sí existen ciertas evidencias de que infecciones o alergias previas pueden haber dañado lo suficiente los nervios de la vulva como para desencadenar una vulvodinia.
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El dolor que describen las mujeres que padecen vulvodinia es tan intenso que puedes llegar a sentir que algo arde en tu vulva o como si te hubieras cortado y te hubieran restregado chili sobre la piel.
Debido a un diagnóstico infructuoso, el tratamiento es igual de estéril. Existen tratamientos en los que se usan desde pastillas que bloqueen el dolor nervioso hasta cremas pélvicas. También inyecciones de botox o cirugías.
Christin Veasley, diagnosticada de vulvodinia a los 18 años, cuenta al New York Times que solo sintió cierto alivio cuando fue operada. Después de una larga lista de tratamientos que solo le proporcionaron un alivio mínimo, poco después de casarse los médicos le eliminaron la capa de tejido con exceso de terminaciones nerviosas de su vulva.
Ahora Veasley vive prácticamente libre de dolor pero sabe que su caso es extraordinario. No todas las mujeres pueden operarse y tienen que llevar una vida condenada al sufrimiento.
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Claudia, de 23 años, lleva sufriendo la enfermedad desde la adolescencia. En su testimonio para la BBC asegura que la vulvodinia impacta en su vida sexual con la fuerza de una bomba atómica. Prácticamente la vuelve inexistente.
“No puedes estar tan relajada como te gustaría, no te siente totalmente cómoda con tu pareja, realmente quieres que las cosas pasen pero simplemente no pueden pasar”, dice mientras rememora la relación que tuvo con un chico durante un par de años.
Una vez se arriesgó. Quiso dejar de lado el dolor y tener sexo con su novio. “Fue una mala decisión tras la cual terminé sentada dos horas en una bañera llena de agua fría tratando de conseguir que parara de arder”, relata.
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La vida de quienes sufren vulvodinia está formada por dolor, ropa interior de algodón nada bonita y analgésicos tan intensos que ni siquiera puede tomarse una copa de vino.
El hecho de que solo existan estadísticas oficiales sobre la enfermedad en EEUU y el desconocimiento de la enfermedad en la comunidad médica, complica tanto las cosas que muchas mujeres ni siquiera buscan ayuda profesional.
El dolor se aplaca con el silencio, pero ahí está, siempre presente, en el sufrimiento que esa mujer de cada 6 soporta en algún momento de su vida.
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