Las vaginas están viviendo su momento. La industria alrededor de los productos para genitales femeninos está en auge y no solo por culpa de Gwyneth Paltrow. Además de museos y programas de televisión pseudocientíficos, existen todo tipo de artículos de lujo para el “cuidado de la vulva” que ninguna mujer necesitaría en toda su vida si no fuera porque se nos ha condicionado a pensar que nuestros cuerpos no son suficientemente bonitos o normales desde el principio de los tiempos. Lápices labiales, cremas hidratantes, mascarillas, lociones, limpiadores, toallitas, huevos, velas…y ahora también spas. El negocio a costa del shaming vaginal no para de crecer.
Bajo el cínico hashtag disfrazado de empoderamiento #loveyourvulvamore, el mercado se ha llenado de un sinfín de productos de lujo que prometen cuidar de nuestra vagina a precios desorbitados. Algunas marcas como Perfect V ni siquiera se atreven a utilizar la palabra mágica y prefirieren hablar de “vanicuras” o de “belleza para la V”, una forma bastante reveladora de decirnos que incluso ellos se avergüenzan de los servicios que ofrecen. Goop es otra de las marcas estrellas del sector, una compañía de “salud natural” capitaneada por Gwyneth Paltrow que defiende terapias alternativas de dudosa eficacia y que la actriz promueve desde The Goop Lab, un programa de Netflix duramente criticado por médicos y trabajadores de la salud.
Los procedimientos cosméticos y quirúrgicos también se están popularizando. Cada vez hay más spas vaginales dedicados a la belleza y la salud íntima de las mujeres, que ofrecen tratamientos que van desde la labioplastia hasta el rejuvenecimiento y el blanqueamiento vaginal. Tratamientos de incontinencia, sequedad o disfunción sexual aparte, la mayoría de los problemas que estos centros prometen arreglar son estéticos y su éxito radica en el estigma que siempre ha existido alrededor de los genitales femeninos. Una tendencia heredada de la pornografía donde la norma son las vaginas perfectamente rosadas y sin un solo pelo.
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Entre las técnicas más populares de estos spas está el rejuvenecimiento vaginal, cuyo objetivo es devolver a la vagina la firmeza y tonicidad perdida con los años, los partos, la menopausia o otros factores genéticos a través de infiltraciones de cirugía láser, ácido hialurónico, radiofrecuencia o plasma rico en plaquetas. En cuanto al blanqueamiento vaginal, se trata de una técnica que consiste en aclarar la tonalidad oscura de la zona íntima, que, con el paso del tiempo y debido a una menor vascularización de la zona, poco a poco, abandona su tono rosado. “He sido ginecóloga durante 25 años y las mujeres siempre se han disculpado. Muy a menudo escucho la frase: ‘Qué trabajo tan horrible tienes’. Es bastante desgarrador», explica la ginecóloga y consejera psicosexual Leila Frodsham a The Guardian.
En los últimos años, la demanda de labioplastias ha aumentado en un 400%. El procedimiento se basa en cambiar y reducir la forma de los labios vaginales, pero no solo para remediar posibles problemas tras un parto sino como método recurrente para solucionar inseguridades en adolescentes y mujeres jóvenes sin ningún problema aparente. A raíz de esto, la cirugía estética genital femenina se calificó como un procedimiento de baja prioridad que no debería realizarse a menos que sea médicamente necesaria. Éticamente tampoco debería ofrecerse a menores de 18 años debido al desarrollo anatómico durante la pubertad. Sin embargo, a pesar de las advertencias médicas, cada vez más centros privados ofrecen estas técnicas.
Algo parecido pasa con el negocio de la sanidad íntima femenina. A pesar de que los médicos recomiendan no usar esta clase de limpiadores internos, la sociedad sigue lanzando mensajes negativos sobre el olor que debería desprender una vagina. Sin embargo, el mensaje siempre resulta tranquilizador hacia los hombres, que pueden respirar tranquilos tras escuchar todo tipo de frases manidas del estilo de “el tamaño no importa”. Lo que se traduce en que, a 2020, los hombres siguen fascinados por sus genitales mientras que las mujeres todavía sienten vergüenza o incluso rechazo por los suyos.
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¿Pero realmente deberíamos esperar que ellos entiendan algo que nosotras no siempre entendemos? Inevitablemente me viene a la cabeza el episodio de Sex Education en el que la foto de una vagina se extiende por el instituto. Durante días, todos critican su aspecto y avergüenzan a su posible propietaria, movidos irracionalmente por la cándida y perfecta apariencia que socialmente se espera que tenga. Sin embargo, al final del capítulo, todas las chicas se levantan para lidiar con lo que siempre había sido un problema común. “Es mi vagina”, dicen todas sin ni un ápice de vergüenza. Una afirmación con la que pretendían proteger a su compañera pero que, por su trascendencia, acabó protegiéndonos un poco a todas.
Así que digámoslo claro de una vez: ¡Es mi vagina! ¡Es mi vagina! ¡Es mi vagina!
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