Al enfrentar una situación riesgosa, peligrosa o estresante, el cuerpo humano se prepara para responder al problema o alejarse de él. Para lograrlo, utiliza la reacción de lucha o huida.
Hace milenios, dejamos de ser nómadas y nos establecimos en pequeños pueblos que después se convirtieron en ciudades. Este cambio influyó en cómo nos relacionamos con el entorno, y aunque el estilo de vida moderno es mucho más seguro que el de nuestros antepasados, todavía conservamos reflejos instintivos que nos ayudan a sobrevivir.
Uno de ellos es la reacción de lucha o huida, el cual aparece ante situaciones extremas, que pueden causar muchísimo estrés o incluso poner en riesgo la vida. Cuando el cuerpo humano entra en modo huir o luchar, se prepara para enfrentar a su rival.
De forma automática, el organismo empieza a segregar adrenalina y cortisol, dilata las pupilas, aumenta la frecuencia cardíaca, los músculos se tensan y se acelera la respiración. Igualmente, las manos pueden empezar a temblar y la piel palidece.
Todo esto ocurre en segundos, y es una respuesta tan rápida que muchas veces no notamos que está sucediendo. Una vez que el cuerpo está preparado, comienza la parte del reflejo: huir o luchar.
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Debido a que la reacción de lucha o huida es involuntaria, es imposible decidir si corremos para dejar atrás el peligro, o si luchamos en su contra. En ambos casos, el cuerpo ya está listo para enfrentar la situación.
Aunque existen excepciones, por ejemplo, si el riesgo es un incendio que está acabando con todo, la respuesta será empezar a correr. Mientras que si el peligro es un ataque directo, que puede venir de otra persona o de algún animal, el instinto será luchar para defendernos.
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Sin embargo, otra de las características de la reacción lucha o huida, es que no diferencia entre los peligros reales y los ficticios. Puede pasar que estés teniendo un día muy complicado en el trabajo y de repente comienzas a sudar, las manos se ponen frías, se te acelera el corazón y lo único que quieres es salir de ahí.
Ese es un momento en el que cuerpo identificó una situación amenazante y quiere evitarla. Por lo tanto, es importante controlar los niveles de estrés, ya que el reflejo de lucha o huida puede causar ansiedad o pánico.
Usualmente, la reacción de lucha o huida solo se mantiene activa por unos pocos minutos, suficientes para escapar del peligro. Luego, el cuerpo se relaja, y regresan las funciones habituales.
Este periodo de recuperación es fundamental, porque si el ritmo cardíaco no baja y la respiración no vuelve a su frecuencia normal, la persona podría sufrir un infarto o un desmayo.
En ocasiones, el organismo tarda más tiempo es salir del estado de lucha o huida, provocando un estado alerta constante e incomodo. Por suerte, este reflejo instintivo suele irse tan rápido como llegó.
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