Tener los dientes blancos es el deseo de muchas personas hoy en día. Al estar asociado a un patrón de belleza muchas personas recurren a tratamientos de blanqueamiento de dientes para alcanzar una sonrisa “perfecta”. De acuerdo a la Academia Estadounidense de Odontología Cosmética, los estadounidenses gastaron en el año 2014 un poco más de mil millones de dólares en productos para blanquear los dientes. Sin embargo, esto no siempre fue así.
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A principios del siglo X en Japón era bastante frecuente encontrar a una persona con los dientes completamente negros, y no porque tuviera los dientes putrefactos. Era a causa del Ohaguro, una costumbre que consistía en oscurecer los dientes por razones estéticas.
El origen de esta tradición tiene distintas vertientes. Algunos creen que se debe a que el color negro era considerado de gran belleza en la antigüedad, otros opinan que se hacía por una creencia de salubridad. Incluso, unos afirman que, al tratarse de una parte del esqueleto humano, estos debían ocultarse de la vista.
Parte del proceso consistía en aplicar una limadura de hierro y vinagre conocida como “Kanemizu”. Luego de aplicar la mezcla, los dientes debían frotarse con cáscara de granada para así poder mantener el negro esmaltado. De no hacerlo se perdía el negro brillante deseado.
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Al comienzo, el rito era popular únicamente entre las adolescentes de la nobleza de esa época. Con el paso del tiempo, fue permeando en el resto de la población, quienes al cumplir la mayoría de edad, anhelaban teñirse los dientes. Sin embargo, luego de ser una costumbre muy arraigada en los nobles japoneses, se convirtió en un hábito entre meretrices y las mujeres de la clase baja. Esto contribuyó con su posterior desaparición.
A pesar de que esta costumbre pareciera estar muy lejana, la moda es cíclica y descartarla sería una injusticia. ¿Te gustaría que esta moda regrese?
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