En países como Colombia y Canadá, los productos de higiene menstrual están libres de impuestos por ser de primera necesidad, pero en Argentina, el IVA es similar al de una botella de whisky
A los 30 años, en promedio, una mujer lleva la mitad de su vida menstruando. Esto quiere decir que lleva la mitad de su vida gestionando su menstruación: comprando compresas, tampones y analgésicos, anotando fechas, calculando vacaciones (si tiene la suerte de tenerlas), preocupándose de evitar manchas y derrames.
Es que cuando menstruamos por primera vez, las mujeres entramos a un mundo regido por un gran miedo: LA MANCHA. Durante toda mi adolescencia, el manchón rojo en el pantalón fue mi peor pesadilla. A los 12 o 13 años, las personas que menstruamos (que no somos sólo las mujeres cis, también los varones trans y las personas no binarias lo hacen) cargamos ya con una responsabilidad con la que nuestros compañeritos de escuela no menstruantes ni sueñan.
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La psicóloga Eugenia Tarzibachi dice que la menstruación está en el clóset. Mantenerla oculta, explica en un ensayo, “fue la forma de volvernos cuerpos aceptados socialmente, más parecidos a la norma (los cuerpos a-menstruales, los cuerpos de varones) sin ser a-menstruales”.
Según este mandato, la menstruación tiene que ser invisible: no notarse, no olerse y sobre todo, no nombrarse. De ahí vienen todas las contraseñas que las chicas utilizamos para hablar de esos con otras mujeres. La más común: “estoy con Andrés (el que viene una vez al mes)”.
Hoy, ya adultas, no usamos ese nombre infantil, pero casi siempre decimos “me vino” o “estoy indispuesta”, que aunque suene un poco más… fisiológico, sigue siendo un eufemismo.
Si solo fuera un tema de cómo la llamamos… pero estas ideas impactan en la vida material de millones de mujeres y niñas, sobre todo si son pobres: según datos del Banco Mundial, dos de cada cinco niñas en edad de menstruar pierden un promedio de cinco días escolares al mes por no tener las instalaciones necesarias en las escuela. Lo mismo pasa con miles de mujeres adultas que los días que menstrúan faltan a trabajar porque no pueden pagar las compresas o los tampones.
Justicia menstrual
En 2017, la organización argentina Economía Femini(s)ta lanzó la campaña #MenstruAcción, para pedirle al Estado que libere de impuestos —especialmente del IVA, un tax del 21%— a los productos de gestión menstrual.
Si pensamos que, por un lado, menstruar no es opcional y, por otro, las mujeres suelen ganar menos que los varones (en Argentina y Colombia la brecha salarial de género es del 27%, en México ronda el 28%) que al pagar los elementos que necesitan para atravesar el sangrado paguen el mismo IVA que si compran una botella de whisky o un celular solo profundiza la desigualdad.
De eso se trata la justicia menstrual: de dejar de tratar a las toallitas, los tampones y las copas como si fueran productos optativos o de lujo (¡porque no lo son!) y que pasen a ser consideradas de primera necesidad. De hecho, pueden llegar a ser un gasto importantísimo en el presupuesto: un informe de la Defensoría de Buenos Aires (también en Argentina) muestra que las personas que menstrúan pueden llegar a gastar hasta 10% de sus ingresos en toallitas, tampones y analgésicos.
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Asi como están las cosas hoy, la menstruación es un factor más de desigualdad de género, igual que la distribución desigual del trabajo doméstico, la brecha salarial o la diferencia entre las licencias por maternidad y paternidad.
Varios países ya empezaron a tomar medidas en este sentido. En Colombia, la campaña Menstruación Libre de Impuestos logró que el Estado eliminara los taxes sobre estos productos porque son de primera necesidad. La Corte Constitucional colombiana ordenó al gobierno de Bogotá que debe entregar toallas sanitarias a las personas que viven en la calle.
En Canadá, los productos menstruales están libres de impuestos desde 2015. En Estados Unidos, nueve estados tomaron la misma medida. Francia e Inglaterra los cargan con el mínimo permitido, que es el 5%.
En Argentina, desde #MenstruAcción ya presentaron 12 proyectos de ley para eliminar impuestos y proveer gratis estos elementos en espacios públicos, como sucede con los preservativos. También armaron una campaña para hablar de menstruación en las escuelas.
Es que el tabú de la menstruación y los costos de menstruar no pueden separarse. En una entrevista con el diario argentino Mendoza Post, Agostina Mileo, coordinadora de MenstruAcción y comunicadora científica, lo explica muy bien.
“Creo que la menstruación es en principio un tema tabú por una cuestión del ordenamiento social que impone los cuerpos masculinos como norma y todo lo que se desvíe de ella como un error o una desventaja”, dijo.
“Este tabú, que es preexistente a la industria de los productos descartables, ha sido usufructuado por estas industrias que basan sus discursos en vendernos cómo nos quitan la vergüenza o cómo nos hacen pasarla. Todo su discurso está alrededor de disimular la menstruación”.
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