A diferencia de los perros, los gatos suelen utilizar una amplia variedad de conductas y señales para comunicarse tanto con los demás felinos, como con los humanos.
Quizás este lenguaje sea difícil de identificar en un principio, pero con cierto conocimiento de cómo reacciona tu gato en diferentes momentos, podrás lograr que él esté mucho más sano física y emocionalmente.
La clave para aprender a entender el lenguaje de las orejas en cada momento de un gato, según los expertos, es abordar el lenguaje del felino y su forma de comunicarse de forma global.
«El secreto está en juntarlo todo, el lenguaje corporal del animal con los sonidos que emite y la forma como se comporta. A diferencia de los perros, disimulan, si tienen miedo no lo demuestran, y te pueden confundir», explicó la veterinaria Maria Pifarré.
Los gestos y comportamientos comunes facilitan la comunicación ya sea con adultos o niños, entre esos, están los básicos: si tiene miedo, si está tranquilo o si está molesto.
Además, su expresión facial y la forma de su cola aportan mucha información. Un ejemplo claro de esto es cuando un felino se acerca, nos busca y se frota con nosotros; esto es un gato que se encuentra muy tranquilo y quiere relacionarse.
Ahora, si este solo mueve los ojos, tiene las orejas en alerta y una mirada distante con pupilas muy dilatadas, «mejor no te acerques porque el animal está muy asustado», explica Pifarré.
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Por otro lado, si el gato tiene las orejas hacia atrás y la cola está hinchada, es mejor alejarse porque se está preparando para atacar.
Lo más fácil de esto es detectar cuando los gatos tienen miedo; pues suelen erizarse mucho, se pone curvado, sus orejas están muy atrás, a veces pueden tener las pupilas muy dilatadas y su maullido suele ser como un grito o gruñido.
También existen estados de ánimo intermedios, por ejemplo, cuando mantienen la cola recta y mueven solo la punta. En ese caso lo mejor es dejar que te huela porque poco a poco está «perdiendo el miedo».
El detectar cuándo un gato tiene hambre y quiere comer también es posible; su maullido es limpio, tiene el cuerpo relajado y las pupilas verticales, mirando a la persona que puede alimentarle.
Cuando esto sucede el gato se acerca y busca la atención de la persona. “Se hacen entender, pasan por delante de la persona varias veces; son muy insistentes cuando quieren llamar la atención”, explica Pifarré.
Las caricias hay que saber administrarlas. «De entrada, no debemos acariciar a un gato; menos si es un gato que está en la calle. Si se esconde, tampoco hay que buscarlo, ya vendrá a saludarnos si quiere y siente curiosidad, cuando esté tranquilo. Esta es una regla básica», destaca Pifarré.
«Un gato ofensivo, territorial, seguro de sí mismo, que no tiene miedo y que quiere sacar de su zona a otro gato o incluso a una persona, no tiene una postura que sea fácil de distinguir. Es un gato que te controla, que no te quita la mirada de encima; pero no tiene nada que sea muy fácil de diferenciar», detalló Marta Amat, doctora en Veterinaria, jefa del servicio de Etología del Hospital Clínico Veterinario de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
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