Discalculia, la dislexia de las matemáticas
Hace unas semanas, mientras buscaba información sobre trastornos del aprendizaje para una historia que andaba escribiendo, me encontré con un término que no había escuchado en mi vida: discalculia.
Me quedé con la cara que se me pone cuando alguien dice una palabra que no he escuchado en mi vida y la googleo mientras sonrío y asiento. Resumiendo: la discalculia es la prima hermana de la dislexia, solo que en lugar de afectar a la lectura y la escritura, afecta a la comprensión del lenguaje matemático.
La discalculia es como la dislexia, solo que en lugar de afectar a la lectura y la escritura, afecta al lenguaje matemático.
Siempre he sido jodidamente negada para los números: recuerdo con terror cuando me enseñaron a restar en el parvulario, sigo necesitando contar con los dedos y tengo fe ciega en la buena voluntad de los tenderos cuando me devuelven los cambios. Así que me puse a indagar en la que podía ser la potencial explicación a todos los “Nos vemos en la recuperación” que me dijeron en clase de matemáticas.
Como la dislexia, la discalculia es un trastorno del aprendizaje. No es un retraso, ni una enfermedad, ni una discapacidad.
Como la dislexia, la discalculia es un trastorno del aprendizaje, es decir: no es un retraso, ni una enfermedad, ni una discapacidad. Vamos, que no es que seas tonto, solo tienes una putadita bastante compleja con la que lidiar. Y la putada viene, más que por el trastorno en sí, por el desconocimiento que se tiene al respecto. Actualmente, si le hablas a alguien de dislexia practicamente todo el mundo sabrá de qué se trata, al menos a grandes rasgos. De la discalculia, en cambio, casi nadie ha escuchado hablar.
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Las dificultades asociadas a este trastorno se empiezan a sentir desde los primeros contactos que el individuo tiene con el lenguaje matemático. Supongo que se podría explicar como esa sensación que siempre trataba de transmitirles a mis padres de que en clase de mates me sentía en una clase de alemán. Un poco como si te hablasen en otro idioma. Con la discalculia los números se cambian de posición al transcribirlos, los signos se confunden y puedes leer el enunciado de un problema 35 veces sin entender en absoluto lo que están pidiendo. Además, la discalculia afecta a la orientación en el espacio y en el tiempo. Suele generar dificultades para ubicarse, leer mapas y entender la hora en los relojes analógicos.
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En un primer momento pensé que uno de los motivos por los que la dislexia es más conocida que la discalculia podía ser una desproporción en la población a la que afecta, pero teniendo en cuenta que la dislexia afecta al 10% de los habitantes y la discalculia al 6%, esa no parece ser una explicación.
Se cree que en España el 40% del abandono escolar está relacionado con la dislexia ya que, en la mayoría de casos nunca se llega a diagnosticar. Si ese es el panorama que tienen los que sufren el trastorno conocido, es fácil de imaginar lo complicado que lo tienen quienes sufren un trastorno que no conoce ni Dios.
Si la dislexia, siendo mucho más conocida, casi nunca se diagnostica, imaginad lo que pasa con la discalculia.
Ahora todos esos momentos a la salida de un examen cuando, comentando los resultados, a todos les había dado 1.200 y a ti -8375683478368374 pueden estar cobrando un nuevo sentido. O puede que tus padres y tus profesores tuvieran razón y te estuvieras rascando los cojones a dos manos. Yo, por mi parte, ya estoy buscando dónde me puedo hacer las pruebas de la discalculia a mi edad. Y si me salen negativas, siempre podré seguir echando balones fuera y culpar al sistema educativo tan roñoso que tenemos.
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