Para asistir a una boda, para una reunión de trabajo o para una fiesta especial. El alquiler de ropa no es cosa nueva, pero en los últimos años esta tendencia está empezando a popularizarse por motivos ecológicos. La industria textil genera 1.200 millones de toneladas de dióxido de carbono al año y sus cadenas de producción son responsables de un consumo altísimo de agua. Todo para que el 70% de la ropa que compramos acabe en la basura en un par de años. El 35% de microplásticos que flotan en el océano, por cierto, provienen de todas esas prendas abandonadas.
Por eso, con el fin de favorecer la economía circular y reducir los residuos de la industria de la moda, cada vez más startups permiten a sus usuarios que se suscriban a cambio de un surtido de ropa a usar durante un mes. Una vez transcurrido el tiempo acordado, los usuarios devuelven las prendas a la marca para que las lleve a la tintorería y las deje listas para enviar a otra persona. Como Netflix pero en tu armario, y con unas cuotas que oscilan entre los 30 y los 150 euros al mes.
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La idea de alquilar ropa en lugar de comprarla empezó gracias a Rent the Runway, una compañía fundada en 2008 con un valor de 1 billón de dólares en la actualidad. A lo largo de esta última década, un puñado de plataformas se dividieron el mercado para ellas solas. Pero en el último año, la tendencia ha llegado a la corriente principal y cada vez más marcas ofrecen estos servicios. Ann Taylor, Express, American Eagle, Scotch & Soda, Urban Outfitters, H&M o Banana Republic ya permiten alquilar sus colecciones. Gucci, Dior o Maison Margiela también.
En España es posible alquilar ropa en plataformas como Ouh Lo Là, Pislow o Rental Mode. Aunque también hay aplicaciones, como Wardrobe, que permiten alquilar prendas directamente del armario de otra persona. De particular a particular. Lo que se ha convertido en una nueva fuente de ingresos para los influencers más precoces, que en vez de decirles a sus seguidores dónde comprar su ropa, directamente han pasado a alquilársela. Por el camino, la práctica puede desencadenar más de una actitud fetichista.
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El éxito de este nuevo mercado de alquiler de ropa se debe, en gran parte, a un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones, que cada vez se definen menos por sus posesiones y más por sus valores. Por el mismo motivo, el mercado de segunda mano ha despuntado en los últimos dos años y sigue creciendo a un ritmo 24 veces más rápido que el de la nueva confección, con unos ingresos de 24.000 millones de dólares en Estados Unidos durante 2018.
Pero la sostenibilidad no es el único motivo por el que la gente está empezando a alquilar ropa. Las redes sociales han generado unas nuevas y aceleradas velocidades de consumo. En la pasarela virtual de Instagram a un influencer no se le permite repetir ropa. Para conseguirlo, muchos revenden sus prendas una vez compartida la foto en cuestión, otros la devuelven a las tiendas en lo que se denomina wardrobing (un término a caballo entre robo y armario). Pero ahora, gracias a la proliferación de todas estas plataformas de alquiler, ya pueden renovar su ropa sin remordimientos hacia las marcas y, sobre todo, sin remordimientos hacia el planeta.
Esta nueva mentalidad combina valores contemporáneos con otros más antiguos. Alquilar ropa puede parecer a priori un gesto de austeridad, pero en realidad su trasfondo se opone totalmente al minimalismo. Puede que llegue el momento en el que no poseamos nada, pero al mismo tiempo lo tendremos todo. Que nos llegue una caja de ropa todos los meses a casa es todo lo contrario a la idea del consumo sostenible basado en comprar menos cantidad pero de mayor calidad, aunque las prendas deberán serlo para sobrevivir a la economía circular. Nunca antes el fastfashion y el slow habían estado tan cerca.
Aunque está claro que el mercado existe, todavía quedan muchos escépticos al respecto. ¿Qué pasará con el vinculo emocional que nos une con nuestras prendas favoritas? ¿De verdad podemos despojarnos del sentimiento de pertenencia de nuestra ropa? ¿Nuestra identidad pasará a definirse a partir del cambio constante? Todo depende de nuestra relación con la moda. El vintage es una buena opción para los nostálgicos, mientras el alquiler es perfecto para aquellos que prefieren cambiar de aspecto regularmente.
Pero aunque a algunos todavía les parezca algo extraño que su armario funcione como una plataforma de streaming, el éxito de Airbnb ha sentado un buen precedente. Si actualmente la mayoría de personas están dispuestas a alquilar algo tan íntimo como su casa y su cama, y a otras no les parece chocante dormir sobre su almohada, entonces puede que el mercado de la ropa de alquiler tenga posibilidades de cuajar. Solo es cuestión de tiempo, pero todo apunta a que este 2020 se convierta en el año en el que empezaremos a alquilar nuestro armario.
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