¿Te has puesto a pensar cómo los que estaban antes que nosotros manejaban un verano que se hace eterno? O quizá, ¿cómo era vivir en un país caluroso sin aire acondicionado? Ahí podría estar un asunto problemático.
A diferencia de Europa o Asia, donde se usa parcialmente, pero cada vez más, el aire acondicionado reina en países como Estados Unidos, por la densidad poblacional y las altas temperaturas en verano.
¿Realmente nos beneficia el aire acondicionado o nos hace más mal que bien?
En una reciente conferencia de la Academia de Medicina de Nueva York, Stan Cox, autor de Losing Our Cool (perdiendo el fresco), aseguró que nuestros predecesores tenían una ventaja sobre nosotros.
Ellos poseían, según Cox, una mayor tolerancia al calor de lo que nosotros seríamos capaces de soportar actualmente, por la falta del enfríamiento sintético llamado aire acondicionado.
Ese ‘milagro’ que es parte de nuestro día a día, para muchos, opera en dos niveles en relación a como nos refresca.
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Primero, en realidad pudiera hacer que la temperatura exterior parezca más caliente de lo que en realidad es y también, en cuestiones psicológicas, reduce nuestra capacidad mental de soportar el calor.
Por otro lado, el uso excesivo que le damos al aire acondicionado en el mundo es increíblemente dañino para el medio ambiente. La energía que consume el enfriamiento en casas, por ejemplo, ha preocupado a muchos científicos en los últimos años.
Con cambios climáticos y veranos cada vez más duros, hay que concientizar su uso y también, exigir a las empresas productos más sostenibles.
Individualmente, podemos contribuir subiendo la temperatura del aire acondicionado respecto a la que normalmente se usa. En Europa y Asia son conocidas estas prácticas.
Una vez que el cuerpo se adapte, tu facturación eléctrica también te lo agradecerá.
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