¿Sienten las plantas dolor? A día de hoy esta pregunta sigue sin tener una respuesta clara. Pero lo que sí sabemos es que reaccionan cuando algo se las come o cuando se sienten amenazadas. Y parte de esa reacción pasa por advertir del peligro a otras plantas de su entorno.
Un estudio de la Universidad de Cornell publicado en la revista científica Current Biology ha descubierto que el daño desencadena una señal que se propaga a través de la planta, aumentando su respuesta defensiva.
Parte de dicha respuesta es la liberación de compuestos orgánicos volátiles (COV) que emiten olores desagradables. Según ha descubierto la investigación, estos componentes señalan a otras plantas cercanas que una amenaza es inminente, permitiéndoles también ponerse a la defensiva. Es decir, actúan como una suerte de grito de advertencia para las plantas de su alrededor.
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El estudio se ha centrado en una planta herbácea conocida como vara de oro de Canadá (Solidago altissima) y en el impacto en dicha planta de un herbívoro concreto, el escarabajo de la hoja de vara de oro (Trirhabda virgata).
El mayor hallazgo es que los compuestos químicos liberados son más similares en plantas con antecedentes de ser atacados, estén o no relacionadas.
“En cierto modo, es como si las plantas convergiesen en el mismo idioma, o en las mismas señales de advertencia, para compartir la información libremente”, ha explicado Andre Kessler, profesor de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Cornell y director del estudio. “El intercambio de información”, añade Kessler, “se vuelve independiente de lo estrechamente relacionada que esté la planta con su vecino”.
En otras palabras: las plantas desarrollan un ‘lenguaje’ universal en áreas dónde están sometidas a mayor presión por parte de sus depredadores.
La investigación también encontró que las plantas vecinas detectan COV de advertencia y se preparan para la amenaza percibida, como podría ser una plaga de insectos.
“Lo que vemos muy a menudo cuando las plantas son atacadas por patógenos o herbívoros es que cambian su metabolismo”, explica Kessler. “Pero no es un cambio aleatorio. De hecho, esos cambios químicos y metabólicos también los están ayudando a hacer frente a esos atacantes. Es muy parecido a nuestro sistema inmunitario: aunque las plantas no tienen anticuerpos como nosotros, pueden defenderse con química bastante desagradable”.
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Algunos de los COV pueden atraer insectos predadores o avispas parásitas que ayudan a defender la planta poniendo sus huevos en los insectos y matándolos.
Curiosamente, ese movimiento hacia un lenguaje común de “peligro inmediato” parece indicar que las plantas solo están dispuestas a compartir información ampliamente cuando gracias a ello la amenaza puede mitigarse. En las áreas donde no existen problemas, el lenguaje químico que usan para inducir resistencia a las amenazas solo lo entienden sus parientes más cercanos.
“Codificamos nuestro idioma si queremos mantenerlo en privado, y eso es exactamente lo que sucede allí, pero a nivel químico», dijo Kessler. “Esta analogía es sorprendente y no es lo que esperábamos”.
Estos hallazgos podrían tener aplicaciones prácticas en todo el mundo. Descubrir los productos químicos peligrosos de una especie en particular y lo que hacen podría ayudar a desarrollar compuestos para mantener a raya a los insectos. Eso sería muy útil para la agricultura orgánica y ayudaría a reducir el uso nocivo de pesticidas.
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