“Estoy quemado”. Es una frase que suele pronunciar alguien cuando está a disgusto en su trabajo y que lleva tiempo soportando esa situación. Esa persona está mentalmente exhausta y está sometida a altos niveles de estrés y ansiedad. Pero no se trata de simple cansancio o descontento: la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo cataloga como el síndrome del trabajador quemado o burnout. Y cuando ese estrés y ese malestar es sostenido a lo largo del tiempo puede repercutir en el cuerpo.
“Los síntomas físicos del estrés crónico son muy variados y no se manifiestan por igual en todas las personas. Cuando se hace un diagnóstico de burnout se está haciendo una foto de una situación. Pero luego cada persona seguirá un camino e irá desarrollando unos trastornos diferentes”, explicó Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la UCM y miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés a S Moda.
Aunque no se puede predecir, los especialistas de la salud conocen que ocurre en el cuerpo humano cuando el estrés se mantiene por mucho tiempo. “El sistema nervioso autónomo funciona más rápido. Por ejemplo, tienes que hacer la digestión más rápido, no puedes descansar para que ese proceso se haga correctamente y eso hará que empieces a sufrir problemas intestinales. Si tu cuerpo tiene que regenerar células no podrá hacerlo. Y de ahí surgen problemas cutáneos que derivan en eccemas en la piel, dolores de cabeza, entre otros”, explicó Cano Vindel.
Del mismo modo, el Observatorio de Riesgos Psicosociales ha recolectado otras consecuencias del estrés laboral crónico en el cuerpo. Cosas como contracturas, pérdidas de memoria, insomnio, enfermedades del aparato digestivo, cutáneo o problemas cardíacos. La institución agregó que la introducción de la tecnología y las dificultades de separar la actividad profesional de la personal son otro factor que incide.
“Las nuevas tecnologías propician la cronificación del estrés porque permiten que el trabajador sea contactado por el empresario o acceda a la información laboral fuera del horario y del lugar de trabajo en cualquier momento y en cualquier lugar”, señaló el observatorio.
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Además de los efectos fisiológicos, otro aspecto preocupante es el aumento de hábitos no saludables como el consumo de alcohol o tabaco. “Muchas personas comienzan a comer emocionalmente, surgen problemas de obesidad, niveles altos de azúcar, diabetes o hipertensión. Y esto hace que compremos más papeletas para sufrir un infarto o un ictus. No se puede decir que el estrés provoque infartos, pero sí está asociado. Una persona con mucho estrés tiene más del doble de opciones de sufrir un infarto o un ictus que alguien que no lo sufre”, explica el psicólogo.
El doctor Mario Alonso Puig, especialista en psiconeurobiología en una entrevista para el podcast de Cristina Mitire dijo que “la cronificación del estrés mantiene activa una parte del sistema nervioso que va desgastando el cuerpo”.
Recalcó que algunos hábitos pueden ayudar a revertir esta situación. Como cuidar la alimentación, garantizar un descanso nocturno de entre siete o ocho horas y practicar algún deporte. “El ejercicio físico no es solo para ponerse fuerte o proteger el corazón. Es uno de los mejores antídotos que hay contra la ansiedad y la depresión”.
Asimismo, acudir a terapias psicológicas ayuda a reconducir el modo en que se gestionar las emociones contra el estrés. Para el catedrático de Psicología Antonio Cano Vindel, es fundamental que las empresas implementen protocolos efectivos de prevención de problemas psicosociales.
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