Los efectos son impactantes. Pepe Olmedo, psicólogo clínico y músico, cuenta lo que sucede cuando las personas con demencia y Alzheimer vuelven a escuchar sus canciones favoritas “por primera vez”
Después de leer esta entrevista es probable que percibas tu lista de Spotify de una forma muy distinta. El motivo es que la música que te gusta, las canciones que te acompañan desde siempre, pueden llegar a ser lo único que te conecte al mundo. Lo único que te haga salir de un letargo que ahora mismo no imaginas.
Pepe Olmedo es psicólogo clínico y músico. Forma parte de la comunidad de cuidadores, psicoterapeutas y neurólogos que están cambiando la existencia de las personas con demencia y Alzheimer.
Con su proyecto Música para Despertar, este joven granadino ha conseguido que personas que apenas hablan, que no recuerdan quiénes son y que ni siquiera parecen verle a pesar de tenerlo justo delante, se pongan de pronto a cantar, a bailar, y le miren a los ojos. Olmedo logra que por unos minutos, las personas con demencia y Alzheimer recuperen una brizna de su identidad.
¿Cómo funciona? Escuchan un hit de sus tiempos, ¿y qué sucede?
Cuando escuchan un bolero que les gustaba de jóvenes, conectan de una forma instintiva y automática con esa pequeña parte de su pasado. Se ha demostrado que la memoria musical permanece mucho más que cualquier recuerdo.
Pero, ¿de pronto tienen recuerdos?
Se saben la canción, y solamente eso ya provoca muchísimas cosas positivas. Pueden tener algún recuerdo, pero sobre todo experimentan una emoción que tuvieron en el pasado, y que asocian de forma más clara o difusa a la canción.
Las canciones tienen eso, te transportan automáticamente a un lugar que sólo tú conoces.
Literalmente, es como si despertaran. De pronto te miran, quieren hablar o comunicarse de algún modo. Otros directamente se levantan y se ponen a bailar en parejas, hacen palmas, cantan felices, con total normalidad.
Viéndoles, no parece que tengan demencia.
La música les permite no equivocarse. Saben qué hacer de forma innata, sin tener que pensar.
Luego vuelven a apagarse.
No es tan rápido como crees. Puede que en un rato olviden que han estado bailando un tema de Antonio Machín, o cantando ‘Ojos Verdes’ de Concha Piquer, pero la emoción permanece.
¿Qué supone eso?
No solamente disminuye su agitación, también mejora su lenguaje en muchos casos. Lo realmente interesante es lo que podemos hacer con esa emoción, el recuerdo es lo de menos.
¿A qué te refieres?
No podemos curar a la persona, pero sí transitar por momentos donde está mucho más conectada con ella misma y con el presente. Ese lapso nos permite hacer muchas otras cosas, como reorganizar el cerebro.
¿Cómo?
La clave está en conseguir que los enfermos asocien la emoción positiva a una persona, un espacio o un momento.
Me vas a tener que poner un ejemplo.
Recuerdo el caso de un hombre que tenía miedo de la ducha y se ponía muy agresivo. Cada día, 30 minutos antes de la ducha, le poníamos música. Poco a poco su cerebro generó el hábito de la emoción positiva. Un mes después ya no se resistía y disfrutaba de su momento de higiene.
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¿Cómo se comporta la música en nuestro cerebro? ¿Por qué es tan poderosa?
Es algo ancestral y universal. Los primeros instrumentos musicales vienen de la Prehistoria. Aprendimos a hacer música antes que a hablar. La música conecta con lo más básico de nuestro ser. Activa un montón de áreas del cerebro al mismo tiempo: la memoria, el ritmo, las emociones.
Como un superalimento neuronal.
Tocar cualquier instrumento, incluso cantar, hace que la presión arterial y el ritmo cardíaco disminuyan. También baja la hormona del estrés, y muchas zonas del cerebro se vuelven más potentes. Se ha demostrado, por ejemplo, que los músicos tienen el cuerpo calloso más grande. Es la parte que une ambos hemisferios.
¿Recuerdas la primera vez que viste un despertar musical?
Lo tengo grabado. Yo trabajaba como voluntario en un centro de mayores y había un caballero que había sido cantaor. Cuando le puse los cascos y reproduje una da de sus canciones favoritas, su mirada se llenó de vida. Conectó conmigo de repente, me sonreía, me tocaba. Creo que quería compartir esa canción conmigo. Todo lo que suponía para él.
Es como sintonizar una identidad perdida en medio de una ventisca, y todo gracias a una canción.
Al contrario de lo que muchos piensan, es fácil comunicarse con una persona con Alzheimer. Siempre llega el momento en que me resulta más sencillo estar con personas con demencia que estar con personas sanas. Con ellos todo llega a ser más puro. El nivel de comunicación no verbal, con la mirada o sonidos, es increíble.
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Utilizas música que escuchaban cuando eran jóvenes, de los 15 a los 30 años. ¿Eso significa que se comportan como si tuvieran esas edades?
Una de las cosas curiosas que provoca el Alzheimer es la deshinibición. Para muchos es como si se hubieran quedado en plena juventud. Buscan interactuar y ligar. Yo he sido hijo, marido, doctor, ¡incluso me han pedido matrimonio!
¿Aceptaste?
Sí. La señora estaba en un estado avanzado y sabía que iba a olvidar lo que acababa de ocurrir. A veces es bonito y positivo meterse en la realidad que ellos viven.
¿Por qué?
Para ellos es real. Lo hacen para sentirse útiles, amados. Mi equipo y yo usamos la validación como terapia. Consiste en dar validez a los sentimientos de la persona en cuestión, aunque tengan una correlación con la realidad.
¿Por ejemplo?
Recuerdo un hombre que era de campo, había cuidado cabras toda su vida. Bueno, el hombre las veía. Las acariciaba y les hablaba. No es que fuera una alucinación, es lo que la persona ha hecho toda la vida y es lo que su cerebro necesitaba para sentirse útil.
Una vez comprendes mejor esta enfermedad te das cuenta de la importancia de las emociones. Hay muchas cosas que pueden hacer y otras que podemos maquillar para que sientan que las hacen.
Aunque piensen que eres otro.
Los que aún tienen el lenguaje preservado te lo dicen: “Yo no sé quién eres pero sé que te quiero”. La memoria emocional no siempre se deteriora. Si piensan que soy un ser querido es bueno, porque significa que se siente feliz y que podemos aprovechar ese vínculo. Y es inevitable que yo me sienta querido, porque para ellos es real e importante. Nos vamos con el corazón bien grande del trabajo, la verdad.
Validar sus experiencias no supone una falta de respeto, sino todo lo contrario.
Hay personas que tienen comportamientos infantiles, pero es un error tratarlas como tal. No es digno. A muchos profesionales de este ámbito nos gusta la teoría de la retrogénesis. Ofrece una perspectiva muy interesante.
¿Qué dice esa teoría?
El cerebro va perdiendo capacidades del mismo modo que las adquiere. Si observamos cómo se produce la pérdida de facultades en el Alzheimer y le damos la vuelta, veremos que encaja con el aprendizaje de un bebé. Así, el cerebro va volviendo a esa etapa más pura, hasta que llega el momento en que la persona tiene incontinencia o no puede estar erguido, igual que un bebé cuando llega al mundo.
Es bonito, pero triste.
Las personas con demencia no pueden razonar y vuelven a la emoción pura e instintiva del llamado cerebro reptiliano. Lo interesante es comprobar que esa emoción es rica, nos permite conseguir que los últimos momentos de una vida sean buenos.
¿Qué ocurre en la última fase de la enfermedad?
El coma. Es curioso, porque antes de que llegue ese momento, lo último que se pierde es la sonrisa. Si lo piensas, es lo que hace un bebé cuando llega al mundo, incluso sin ver. Llora y sonríe.
¿Crees que estamos preparados para la cantidad de casos de demencia y Alzheimer que se prevén?
No. La OMS habla de más de 40 millones de personas con demencia a nivel mundial, el 60% son casos diagnisticados de Alzheimer, la demencia más común. Según la misma OMS, en 2050 superaremos los 135 millones de casos.
¿Qué hacer?, ¿cómo prepararse para algo así?
Es momento de transformar los centros de mayores. Hay que abandonar los fármacos como primer recurso terapéutico y eliminar las correas y cinturones, porque perjudican a la persona y a su dignidad.
¿Qué más?
Centrarnos en la conducta y el comportamiento, aplicar la inteligencia emocional. Y aumentar el número de auxiliares, psicoterapeutas, musicólogos. Hay que hacer que los centros de mayores sean más un hogar que un centro hospitalario.
Si no hacemos esto, en 2050 no tendremos más opción lanzarnos en masa a los fármacos y los elementos de sujeción.
No es un horizonte nada apetecible, y supongo que todos tendríamos que considerarlo como posibilidad. También supongo que habría que repensar la vejez, en general.
No podemos apartar a la persona de la sociedad sin más, solo porque no es económicamente productiva. Muchas naciones y civilizaciones dan valor a la experiencia, como Japón, Marruecos, o las culturas amazónicas.
Estamos perdiendo recursos, sabiduría.
Una vez ingresó en el centro un señor que es muy famoso en Granada por ser el dueño de un gran restaurante de la ciudad. Tiene parkinson. Pues bien, propuse que le tuvieran en cuenta para la gestión del comedor, y funciona a las mil maravillas. Ha mejorado el menú y el servicio.
Siempre que voy a hacer uba formación a un centro de mayores hago la misma pregunta: “Las personas que tenéis alrededor, ¿a qué se han dedicado? ¡Os pueden ayudar!”.
“Para qué voy a ir a verle si no me recuerda”. Muchos familiares dicen eso.
La esencia de la persona está ahí hasta el final. La experiencia nos lo demuestra una y otra vez. Si el día de mañana mis padres tienen demencia, les devolveré todo lo que me han dado recordándoles quiénes son.
Haciendo de Dj de sus emociones y recuerdos.
Está al alcance de todos cantar, poner algo con el móvil. Sabemos qué canciones tarareaban o silbaban, sabemos durante qué época fueron jóvenes. La música es una forma fácil de reconectar con nuestros abuelos y de que ellos conecten consigo mismos.
Solo el hecho de interesarse por ellos ya cambia su lugar en la sociedad. No se me ocurre un final más bonito, que estar acompañado de música.
¿Música en el lecho de muerte?
Tuvimos a una persona en su última etapa. Llevaba una semana en una situación complicada debido a problemas con su respiración, la agonía duraba demasiado. Le pusimos una canción que le gustaba y su respiración se acompasó. Fue terminar la canción y falleció. Hay que dejar que las personas fallezcan en paz, y la música lo permite.
Creo que ahora veré mis listas de Spotify de una forma bastante dustinta.
La banda sonora de tu vida es un tesoro. No lo olvides.
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