Al valorar a las personas que acabamos de conocer, a menudo somos víctimas silenciosas de nuestros propios procesos psicológicos. O dicho de otro modo: existen una serie de sesgos cognitivos que contribuyen a que, con demasiada frencuencia, hagamos juicios precipitados y tendenciosos sobre los otros. ¿Cómo evitar que suceda?
La mejor manera de contrarrestar estos sesgos involuntarios es saberlos identificar, por lo que aquí te traemos los cinco errores más comunes que cometemos al juzgar a la gente que acabamos de conocer
Cuando observamos un determinado comportamiento de alguien, inmediatamente pensamos que actúan en función de su personalidad. Cuando pensamos en nuestro propio comportamiento, en cambio, solemos valorarlo en función de la situación en la que nos encontramos.
Por ejemplo, sabemos que tendemos a ser más fríos y distantes con los demás cuando estamos preocupados por algo. Sin embargo, si una persona que acabas de conocer actúa de este modo hacia ti puede que directamente asumas que es un soberbio, o un snob, o directamente un imbécil.
Para evitar caer en esta trampa, siempre debemos tener en cuenta los llamados condicionantes situacionales al valorar a otras personas. El contexto y el momento importan, vaya. Así que agudiza tu conciencia situacional cuando trates de calar a esa persona que te acaban de presentar.
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El sesgo de confirmación es la tendencia de la mente de las personas a buscar información que respalde los puntos de vista que ya tienen. También lleva a las personas a interpretar evidencia de manera que apoye sus creencias, expectativas o hipótesis preexistentes.
Eso, llevado al contexto social que nos ocupa, supone que una vez que tenemos una determinada idea sobre alguien, solemos ver todo lo que hace a través del filtro de estas preconcepciones.
Por ejemplo, si consideras que un compañero de trabajo es egoísta, te fijas en los comportamientos que lo confirman, pero no en aquellos que lo desmienten.
A pesar de que nuestras primeras impresiones suelen ser bastante fiables, no son infalibles, por lo que es importante ir revisando nuestros juicios a medida que seguimos relacionándonos con dicha persona. Una manera efectiva de contrarrestar el sesgo de confirmación es buscar activamente pruebas que desafíen tus asunciones iniciales. La psicología denomina este proceso como ‘desconfirmación positiva de expectativas’.
El efecto Halo es un sesgo cognitivo por el que realizamos una generalización errónea a partir de una sola característica de la persona.
Edward Thorndike, conocido por sus contribuciones en el ámbito de la psicología escolar, describió este fenómeno en 1920 en su artículo El error constante en la calificación psicológica. Años antes, Thorndike se había dado cuenta de que las personas, a la hora de describir rasgos sobre otra persona, tendían a usar siempre rasgos muy correlacionados entre sí. Es decir, los participantes valoraban a las personas con rasgos del mismo nivel (o positivos o negativos), y en muy pocos casos se daba una combinación de ambos. Fue entonces cuando decidió llevar a cabo un estudio específico sobre este fenómeno ya que constituía, a su juicio, un «error constante» a la hora de evaluar a las personas.
La variable que más provoca dicho efecto es el atractivo físico. Es decir, solemos valorar de forma más positiva a aquellas personas que nos parecen atractivas. Del mismo modo, también tendemos a valorar mejor a aquellos que se parecen a nosotros.
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Una mala experiencia con un funcionario de correos puede llevarnos a valorar negativamente al conjunto de funcionarios. De la misma manera, conocer a una persona que nos recuerda a alguien de nuestro pasado puede influenciar nuestro juicio sobre dicha nueva persona.
Por ejemplo, si la persona más indeseable de tu clase en el colegio se llamaba Alberto, tendrás más dificultades para valorar positivamente a una persona con ese nombre.
Una manera de evitar esta influencia negativa es prestar atención a la proporcionalidad de nuestras reacciones e identificar cuando nos acercamos a una situación con una actitud negativa o defensiva.
Por lo general, tendemos a asumir que los demás piensas como nosotros y tienen nuestras mismas preferencias. Pero, evidentemente, esto es un error.
La mejor manera de evitar caer en este tipo de prejuicio cognitivo es crearnos el hábito de advertir la diversidad en las preferencias y expectativas de la gente. Es decir, darle a la gente la oportunidad de hacerte saber que su zona de confort es distinta a la tuya.
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