Es usual que los mitos y leyendas estén inspirados en hechos reales, basándose en acontecimiento o personajes que cambiaron la historia. Este es el caso de Vlad Tepes, un antiguo príncipe rumano que, en su momento, fue el verdadero Conde Drácula.
Durante la Edad Media, los países de Europa del Este eran asediados por la gran potencia de la región, el Imperio Otomano. Los otomanos eran extremadamente poderosos, su capital era Estambul y a diferencia de sus vecinos europeos, creían en el Islam y no en el cristianismo.
Estas diferencias marcaron el inicio de una importante rivalidad que perduraría durante siglos. Uno de los reinos europeos que más se oponía al Imperio Otomano, era el Principado de Valaquia, que hoy en día es Rumanía.
Los rumanos detestaban el poder otomano, pero estos tenían el control sobre las rutas comerciales y si los príncipes de Valaquia se revelaban, su país podía ser invadido y conquistado por los otomanos. Para evitarlo, la familia real mantenía una relación de amistad con el sultán del imperio y así aseguraban la estabilidad de su reinado.
Lee también – El día en que Irlanda estuvo a punto de desaparecer por centralizar su economía en las patatas
En el siglo XV, los Dracul gobernaban Valaquia, pero este reinado tenía un precio. El sultán exigía que los hijos de las familias nobles fuesen entrenados por el ejército otomano, con la intención de convertidos en guardias de honor y, de ser posible, hacerlos renunciar a su fe cristiana.
Vlad II Dracul, quien era monarca de Valaquia, tuvo que ir la corte otomana junto con dos de sus hijos varones, para probar su lealtad al sultán. Sin embargo, los otomanos secuestraron a los niños, para asegurarse de que su padre no intentara luchar contra el dominio del imperio.
Uno de los hijos de Vlad II era Vlad III de Valaquia, quien crecería para convertirse en un personaje fundamental para la historia rumana.
Vlad III creció como rehén en las cortes otomanas, mientras era entrenado como guardia de honor. A diferencia de su hermano menor Radu, quien se adaptó a su peculiar entorno, Vlad siempre sintió un profundo resentimiento por los enemigos de su padre.
Después de que su padre y su hermano mayor fuesen asesinados, Vlad se convirtió en heredero al trono de Valaquia. El joven príncipe logró escapar de la corte, y con apoyo del ejército húngaro, tomó el control del reino.
Rápidamente, Vlad III demostró tener una personalidad fría y autoritaria. Su mayor objetivo era evitar que los otomanos conquistaran definitivamente Valaquia, y estaba dispuesto a todo para lograrlo.
El gran momento de Vlad III llegó el 7 de junio de 1462, cuando se enfrentó a los turcos en batalla. Su ejército era precario, pero sus tácticas tan sanguinarias lo hicieron famoso por toda la región. Se dice que en aquel momento, cuando las tropas del sultán perseguían a los rumanos, Vlad III ordenó el empalamiento de 20 mil prisioneros turcos.
El horror que esto causó en los soldados otomanos fue tal que el sultán permitió la retirada. Gracias a esta acción tan terrorífica, el rey rumano pasaría a ser conocido como Vlad Țepeș, que significa «Vlad El Empalador»
Vlad III perdería el control del reino de Valaquia en dos ocasiones diferentes, para finalmente morir en el exilio. No obstante, sus implacables métodos de batalla, su escalofriante personalidad y misteriosa vida, lo convirtieron en la inspiración de Bram Stoker, autor del Conde Drácula.
Aunque Vlad III es reconocido como uno de los gobernantes más famosos de la edad media, fue Stoker el que incluyó el mito del vampirismo a su leyenda. Curiosamente, el personaje ficticio del Conde Dracula nunca fue muy popular en Rumanía, y la novela de Stoker pasó desapercibida al momento de su publicación.
No obstante, la relación entre Vlad III y el Conde Drácula se hizo parte de la cultura popular y muchos consideran a Rumanía como la tierra de los vampiros. De hecho, el Castillo de Bram, ubicado en la región de Transilvania, es promocionado como el lugar donde se basa la historia del Conde Drácula.
Mira también – Crece el misterio de Roopkund, el lago glaciar que esconde centenares de cuerpos humanos
Pese a ello, Vlad III nunca visitó el Castillo de Bran, ni sentía un afecto especial por Transilvania, a pesar de haber nacido allí. Mientras que el palacio de su contraparte ficticia, tampoco se parece o está basado en el Castillo de Bran.
Claro, esto no impidió que la leyenda del vampirismo convirtiera a Transilvania en uno de los destinos turísticos más visitados y famosos de Rumanía. Por su parte, Vlad III, el verdadero Conde Drácula, sigue siendo considerado como un héroe nacional por los rumanos, y sus actos sanguinarios son vistos como un símbolo de resistencia ante el antiguo enemigo otomano.
Te puede interesar:
Una asistente de cine había comprado la pintura en una tienda de antigüedades en California,…
La agencia espacial aseguró que necesita más tiempo para preparar la nave espacial Crew Dragon…
Nick Rattigan, mejor conocido como Current Joys, regresa con un álbum que, según sus…