El 4 de agosto de 1944, las SS (Schutzstaffel, traducido sería algo similar a un escuadrón de protección) que trabajaban para el régimen nazi alemán detuvieron a Ana Frank, su familia y otras cuatro personas que vivían en ‘La casa de atrás’, un escondite que ideó su padre Otto Frank, en la sede de su empresa.
Situada en el número 263 de la calle Prinsengracht de Àmsterdam, ese refugio mantuvo a Ana Frank y su familia lejos de la policía de Adolf Hitler. Si su historia pasó a ser uno de los registros más certeros y dolorosos de lo que supuso el Holocausto es gracias al diario que escribió la pequeña Ana Frank. Un testimonio desgarrador, una prueba imprescindible del horror. En esas páginas puede leerse cómo un día escuchó un pequeño golpe en la pared y eso la asustó.
No se equivocaba, pocos meses después la policía descubrió el escondite de su familia durante una redada y fueron arrestados. Todos, excepto Otto Frank, posteriormente editor de El diario de Ana Frank, murieron en campos de concentración nazis. Pero la pregunta sobre quién les había delatado para llegar ese trágico final aún estaba sin respuesta.
Como nunca quedó claro cómo dieron con el refugio y ahora, casi 75 años más tarde, un equipo de 20 historiadores, criminólogos e incluso agentes del FBI han dado con el delator. Fue un destacado notario judío de la capital neerlandesa, Arnold van den Bergh, quien habría traicionado a los Frank y sus amigos en un trato con los nazis.
Según el líder de la investigación que ha sido realizada durante seis años, Pieter van Twisk, es «muy probable que Van den Bergh traicionara a la familia para salvar a su propia familia». En la búsqueda de nuevas pistas, él y su equipo están analizando digitalmente millones de páginas de material escaneado de los Archivos Nacionales en Washington. Así como archivos de los Países Bajos, Alemania e Israel.
La prueba definitiva que afirma su teoría es una nota que recibió en 1946 Otto Frank, después de la liberación del campo de concentración en el que logró sobrevivir a la guerra. En ese momento, el padre estaba haciendo sus propias indagaciones para saber cuál había sido el destino de su familia.
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Van den Bergh era miembro del Consejo Judío, el organismo que acabó cediendo a las presiones de los nazis y elaboró listas con las direcciones de escondites para demostrar que estaban cooperando.
No sería extraño que el notario hubiera tenido acceso a esta información, y que la usara para garantizar su protección y la de los suyos. Algo que sucedía a menudo entre los más vulnerables durante el Holocausto.
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Aun así, la nueva teoría ya ha sido puesta en duda por otros expertos. El historiador del Instituto Neerlandés, Erik Somers, explicó a Reuteurs que la investigación se basa en una nota anónima y en suposiciones sobre instituciones judías. «Parece que trabajen desde el punto de vista de que (Van den Bergh) era culpable y encontraron un motivo que encajaba con eso», añade Somers.
Para la investigación, el equipo ha utilizado técnicas modernas contabilidad forense, el trabajo colaborativo, la ciencia del comportamiento y la reconstrucción testimonial. También inteligencia artificial para buscar conexiones entre las redadas en otros escondites y eliminar la teoría de que el descubrimiento fuera una cuestión de azar.
Durante la ocupación nazi, que duró 5 años, por lo menos 28.000 judíos tuvieron que ocultarse de los alemanes. De estos, aproximadamente un tercio fueron atrapados y enviados a campos de concentración. La mayoría de los arrestados fueron por bandas de colaboradores o cazadores de judíos.
Ana Frank falleció a los 16 años enferma de tifus en el campo de Bergen-Belsen, dos meses antes de que fuera liberado por el ejército británico. El relato de sus escalofriantes vivencias fue hallado por Miep Gies en el escondite de la familia. Gies, la secretaria de su padre, fue uno de los principales apoyos de la familia mientras permanecieron ocultos.
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