Un buen día, Corrie Reynolds (65 años), una vecina de una pequeña localidad al norte de Gales (Reino Unido) se encontró a una ardilla en su jardín. Como amante de los animales, Reynolds empezó a darle de comer. La ardilla, agradecida, daba pequeños saltitos cada vez que eso ocurría. Reynolds la llamó Stripe, porque tenía unos pequeños dientes afilados que recordaban a las criaturas de la película Gremlins.
Hasta aquí, todo parece un apacible bonito cuento de navidad. Pero entonces, esos pequeños dientes afilados comenzaron a tener más hambre. La ardilla mordió primero a su cuidadora, Corrie Reynolds y después, a varios de sus vecinos.
Reynolds pensó que solo la estaba atacando a ella hasta que lo anunció en un grupo online que tiene con los residentes del pueblo. Entonces, se dio cuenta de la gravedad del asunto: al menos 18 personas denunciaban haber sido sufrido heridas, incluso sangrados, por culpa de esta ardilla terrorífica.
Otro vecino, Scott Felton, de 34 años, le dijo al medio británico The Guardian que estaba fumando un cigarrillo en la puerta trasera cuando el animal se abalanzó sobre él. “Esta ardilla salió de la nada, saltó a mi brazo y me mordió la mano antes de que tuviera la oportunidad de soltarla; todo sucedió muy rápido”. Felton tuvo que ir al hospital para vacunarse.
Sheree Robinson es otra de sus víctimas, en este caso fue mordida por la ardilla en el dedo: “Mordió a cinco o seis de mis vecinos delante mío. Me mordió a mí a la hora de recoger mis bolsas de reciclaje. Saltó de detrás de mi papelera verde. Tengo marcas de dientes en la parte superior e inferior de mi dedo. Se enganchó y tuve que sacudirme para quitármela de encima».
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El miedo a la pequeña mordedora hizo que todo el pueblo viviera atemorizado durante dos días enteros, sin apenas salir de casa. Finalmente, Reynolds pudo atrapar a la ardilla con una trampa humana. Le puso más comida para que acudiera de nuevo a su jardín y ahí estaba.
La Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals (RSPCA) se llevó el animal. Por desgracia, la ardilla tuvo que ser sacrificada, ya que es ilegal devolver un ejemplar de su su raza a la naturaleza.
A pesar de lo ocurrido, Reynolds afirmó que estaba triste por Stripe, pero que también muchos vecinos podrían descansar al fin tranquilos. “Siento que ahora es seguro ir a mi jardín. Me sentí increíblemente mal al hacer lo que hice y ponerla en una jaula, pero cuando la gente no se sentía segura en su jardín, tenía que hacerlo. Ciertamente, algunas personas en Buckley están respirando con alivio”.
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