La primera bomba atómica que se usó para matar personas explotó sobre Hiroshima, Japón, el 6 de agosto de 1945. Una segunda bomba se lanzó sobre Nagasaki tres días después. Esas son las que todos conocemos, pero lo cierto es que una tercera aguardaba por ser detonada.
Ambos días de agosto del 45, Estados Unidos sentó gracias a su violencia un precedente de guerra. Sus acciones resultarían en tratados futuros para que estas acciones no se vieran nunca más.
Estados Unidos quería la rendición de Japón y con esto poner fin a la Guerra Mundial. Más de 200 mil muertes fueron necesarias para este objetivo, el cual es en la actualidad el ataque más letal en la historia de la humanidad.
Washington aguardaba con una tercera bomba, que nunca se detonó. Su apodo era ‘Rufus’ y era un núcleo de plutonio, similar a una de las anteriormente utilizadas.
Si una bomba ya es demasiado, tres hubiese sido una tragedia. La rendición japonesa llegó poco tiempo después de la segunda detonación.
En un laboratorio de Los Álamos, Nuevo México, durante y después de la guerra, se hicieron experimentos peligrosos con explosivos nucleares. Los núcleos de plutonio fabricados fueron ‘Fat Man’ (detonado en Nagasaki), ‘Rufus’, estos dos muy similares entre si y ‘Gadget’, que solo se usó para una prueba.
El riesgo consistía en averiguar cuál era el punto supercrítico del plutonio, cuando una reacción del material podía causar una radiación mortal, transmitida por una explosión.
Según la BBC, los especialistas se referían a estas actividades como «hacerle cosquillas a una cola de dragón», por el peligro de las mismas.
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Tanto fue así que el físico Harry Daghlian, empleado del gobierno de los Estados Unidos, resultó herido manipulando la bomba atómica ‘Rufus’.
Daghlian quiso instalar una pila de bloques de carburo de tungsteno rodeando a ‘Rufus’, esto crearía un efecto rebote, que haría que la fuerza de los neutrones lanzados por la bomba (también denominado núcleo), ‘rebotara’ y así el plutonio llegara más rápido al punto crítico.
Una noche lo hizo, trabajando solo y antes de poner el último bloque, un dispositivo le señaló que llevaría el plutonio a estado supercrítico.
Quiso retirar el bloque restante y lamentablemente se le resbaló, cayendo sobre el núcleo, entrando en estado supercrítico (igual al de una bomba nuclear) y disparando centellas de neutrones. El joven físico murió horas después de atravesar el dolor de sobreexposición radioactiva.
Algo similar le ocurrió a un compañero de él, apenas meses después, a quién se le resbaló un destornillador y generó un accidente de la misma naturaleza. Él también perdió la vida.
Al esférico artefacto ‘Rufus’ lo bautizaron ‘el núcleo del demonio’, pero según la BBC, un periodista dijo que no había nada demoníaco sobre el lugar, lo demoníaco era que los humanos experimentaran con estas fuerzas.
A partir de estos accidentes, los experimentos se hicieron remotos, cada uno realizado a una distancia mínima de 200 metros del núcleo. Eventualmente cesaría la operación, al menos de esta manera.
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