Este viernes 28 de mayo en Canadá se hizo un hallazgo desgarrador: en las cercanías de un internado en Kamloops se encontraron los restos de al menos 215 niños. Algunos de ellos tenían solo tres años cuando perdieron la vida.
Los niños eran estudiantes de la Escuela Residencial Indígena Kamloops, en Columbia Británica. Esta institución cerró en 1978 en medio de miles de rumores sobre violaciones de derechos humanos que ocurrían dentro de sus instalaciones.
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Después de décadas, según Tk’emlúps te Secwépemc Nation, las autoridades confirmaron los rumores luego de hallar los restos de 215 niños. Esto fue posible gracias a un radar de penetración terrestre.
«Teníamos un conocimiento en nuestra comunidad que pudimos verificar», dijo la jefa de Tk’emlúps te Secwépemc, Rosanne Casimir, en un comunicado. «En este momento, tenemos más preguntas que respuestas».
De hecho, este internado de Canadá hacía parte del sistema de escuelas residenciales de la época. Este sistema era ni más ni menos que un genocidio cultural en donde los niños internados eran, en su mayoría, indígenas separados a la fuerza de sus familias.
En 2015, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá, publicó un informe donde detallaba punto a punto la otra cara de la moneda del sistema de internados del país. La recopilación se realizó desde la década de 1840 hasta la de 1990.
Igualmente, la investigación sacó a la luz décadas de abusos físicos, sexuales y emocionales que los niños debían soportar en estas instituciones. Recordemos que los internados en Canadá era gubernamentales y eclesiásticos.
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Justin Trudeau calificó el hallazgo en el internado de Kamloops, Canadá, como un «capítulo oscuro y vergonzoso de la historia de nuestro país».
CNN tuvo contacto con Harver McLeod, uno de los sobrevivientes de este internado. Él, junto a varios de sus hermanos, fue separado de sus padres para pasar momentos horribles en esta institución.
McLeod estuvo durante dos años (1960 – 1962) en este internado de Canadá y celebró que por fin se supo la verdad. Durante años la falta de pruebas le quitaron peso a los testimonios de él y sus compañeros.
Conmovido, McLeod recordó cómo muchos de sus compañeros de aula eran castigados y jamás regresaban.
«A veces la gente no volvía, nos alegrábamos por ellos, pensábamos que se habían escapado, sin saber si lo habían hecho o lo que les había pasado», recordó. «El abuso que me ocurrió fue físico, sí; fue sexual, sí. Y en 1966 era una persona que no quería vivir más, me cambió».
De momento se tienen más preguntas que certezas sobre todo lo que ocurrió al interior del internado de Kamloops, Canadá. Lo que sigue es la identificación de los restos, mientras la investigación sigue su curso.
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