Este año, los científicos hicieron un nuevo descubrimiento sobre Stonehenge, uno de los mayores misterios de la humanidad. Las recientes investigaciones han aportado nuevas pistas sobre la icónica Piedra del Altar, ubicada en el centro del monumento, y su origen geológico y cultural.
Un equipo de expertos sugirió que esta piedra, un monolito de seis toneladas, fue transportada hace casi 5.000 años desde el noreste de Escocia hasta el sur de Inglaterra. Sin embargo, un mes después, otro informe liderado por los mismos investigadores descartó que la piedra proviniera del archipiélago Orkney.
Una investigación más reciente publicada en Archaeology International propone que Stonehenge fue reconstruido entre el 2620 y el 2480 a.C. como un esfuerzo para unificar a las comunidades neolíticas británicas. Según el arqueólogo Mike Parker Pearson, “este sitio era importante no solo para las personas locales, sino para toda Gran Bretaña. Tanto, que trajeron enormes monolitos desde cientos de kilómetros de distancia”.
El transporte de la Piedra del Altar desde Escocia —un esfuerzo que habría involucrado a miles de personas y meses de trabajo— refleja la existencia de redes de colaboración entre regiones distantes. Este acto monumental habría requerido “una coordinación significativa en una época sin teléfonos ni correo electrónico”, señaló Pearson.
El nuevo estudio también resalta conexiones culturales entre el noreste de Escocia y el sur de Inglaterra. Los círculos de piedra escoceses comparten características con Stonehenge, y las viviendas de Durrington Walls, cerca del monumento, son arquitectónicamente similares a las de las Orcadas.
También un estilo común de cerámica llamado Grooved Ware se extendió desde Escocia hacia el sur en el 3000 a.C., lo que sugiere una transferencia de ideas y tradiciones.
La Piedra del Altar, la más grande de las piedras azules utilizadas en Stonehenge, se encuentra actualmente recostada en el centro del monumento. Su ubicación permite alinear el sitio con el sol durante los solsticios de invierno y verano. “Estos monolitos representan e incluso encarnan a los antepasados de quienes los colocaron”, afirmó Parker Pearson.
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