Desde la semana pasada, toser sobre alguien en suelo estadounidense puede ser considerado un acto terrorista si la persona tiene o dice tener coronavirus. En un memorando enviado por un alto funcionario del Departamento de Justicia se establece que el SARS-CoV-2 es un “agente biológico” y que usarlo para exponer o infectar intencionalmente a otras personas podría ser un delito que viole las leyes federales sobre terrorismo. “Las amenazas o los intentos de usar COVID-19 como arma contra los estadounidenses no serán tolerados”, escribe el fiscal general adjunto Jeffrey Rosen en el citado memorando.
Las notas sobre esta directriz legal han ido apareciendo en los medios acompañadas de noticias de sucesos con un punto extravagante, textos que hablan de individuos más o menos perturbados que han tosido adrede frente a empleados de supermercado, o que se han dedicado a lamer alimentos frescos en los lineales “como prank”. Pero ese informe del Departamento de Justicia alude, también, a una realidad mucho más turbia y organizada: supremacistas blancos y grupos neonazis de distintas partes del mundo están alentando a sus simpatizantes a usar el coronavirus como arma para exacerbar el pánico y acelerar un potencial colapso del orden social.
Periodistas que han tenido acceso a algunos de los chats encriptados que sirven de canal de comunicación para estos grupos hablan de conversaciones en las que se anima a los miembros a capitalizar la oportunidad que la pandemia les brinda: la posibilidad de una insurgencia violenta si las autoridades luchan por mantener el control sobre la sociedad durante un confinamiento que se prolongue demasiado.
Cabe pensar que muchas de esas charlas en línea son puramente hipotéticas, braggadocio anónimo de chat. Pero los servicios de inteligencia de EEUU están tomando nota, y están tomando medidas contra lo que consideran una amenaza creíble.
“La fachada se ha roto y todo lo que podemos ver es el mundo tal como es. El Señor nos envió un milagro”. (mensaje difundido en un chat)
Un memorando del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) enviado hace una semana a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en todo el país advierte de esa amenaza. El documento avisa de que extremistas violentos podrían aprovechar la pandemia de COVID-19 para incitar a la violencia y llevar a cabo ataques contra los EEUU, aunque no identificaba ninguna “conspiración activa” concreta. Casi a la vez, una alerta del FBI enviada a agencias policiales locales recopilaba inteligencia sobre grupos extremistas racistas que están alentando a sus seguidores que desarrollen COVID-19 a propagar la enfermedad entre judíos y oficiales de policía.
De acuerdo a ese informe, los extremistas animan a contagiar “a través de fluidos corporales e interacciones personales” y a visitar “a cualquier lugar donde puedan congregarse, incluyendo mercados, oficinas políticas, negocios y lugares de culto”. Se recomienda dejar saliva en las manijas de las puertas de comisarias y oficinas locales del FBI, usar artículos como botellas de spray con saliva infectada o escupir en los botones de ascensores para propagar el coronavirus en barrios no blancos.
“Los extremistas violentos continúan haciendo del bioterrorismo un tema popular entre ellos. Los extremistas violentos blancos con motivaciones raciales han declarado en estos foros que es una OBLIGACIÓN difundirlo si alguno de ellos contrae el virus”, reza un fragmento de un informe de inteligencia del Servicio Federal de Protección.
Entre los mensajes de extremistas citados en el boletín del DHS se encuentra el llamamiento a llevar a cabo ataques contra infraestructuras críticas y los sistemas de salud de varios países occidentales. De momento, es algo que ya han intentado en Missouri, según el FBI.
Timothy Wilson, de 36 años, estaba “planeando activamente cometer un acto de terrorismo doméstico, y en el transcurso de varios meses había considerado varios objetivos”, según la agencia. Recientemente había decidido dirigir su ataque contra un hospital. Los agentes antiterroristas lo interceptaron mientras recogía lo que la agencia creía que era un dispositivo explosivo. Según el FBI, la crisis del coronavirus “precipitó” la decisión de Wilson de atentar.
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