El desierto de Atacama, ubicado al norte de Chile, se encuentra atestado de prendas de vestir. Hay al menos 100 mil toneladas de ropa, de todas las marcas internacionales, e incluso muchas de ellas con etiquetas porque nunca fueron usadas. A ese lugar llegan los venezolanos que forman parte de la migración y dicen «estar de compras», aunque realmente no deben pagar por lo que se llevan.
En un documental hecho por el periodista Jason Mayne para El Trece, un canal de noticias de Buenos Aires, Argentina, se muestra a muchos venezolanos que viven en las calles y que navegan en un río de ropa en busca de abrigos y ropa adecuada que los proteja.
El lugar está ubicado a 25 kilómetros de Iquique, en el norte chileno, donde no se pagan impuestos por los productos importados.
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Sorprende no solo la realidad de muchos venezolanos que han salido de la crisis de su país, si no el cementerio de ropa que llega ahí, producto del llamado ‘fast fashion’ o moda rápida. Chile es uno de los países más afectados por la ropa que desechan personas de Estados Unidos, Europa y Asia.
Pero en las dificultades se ven las oportunidades, dice el dicho. Es por ello, que los venezolanos, que llegan a Chile en precarias condiciones y después de caminar durante un mes, buscan calzado y ropa.
Mayne refleja no solo la situación actual del desierto, las oportunidades que aprovechan los venezolanos, sino la contaminación y el despilfarro de recursos en la industria de la moda en todo el mundo. Expone que para hacer una franela se necesitan 2.700 litros de agua, que es lo que consume una persona en 2 años y medio.
“La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo”, explica en un tuit desde su cuenta en la red social.
Agrega en el mensaje que “la producción de textiles causa el 20% de la contaminación de agua potable en todo el mundo y el 85% de los textiles fabricados son desechados en basurales o incinerados”.
“Esta ropa llega en pacas gigantes, que pesan hasta 1 tonelada, hacen la selección y en esa selección queda el premium, primero, segunda y la merma. La merma es la que no se puede vender porque está rota, porque está sucia o porque es muy grande”, explicó a El Trece el reciclador textil chileno Franklin Zepeda.
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El reportaje recoge que esa esa mercancía no se puede botar en un vertedero legal. El Ministerio de Salud de Chile lo prohíbe porque, de acuerdo con Zepeda, la ropa evita la compactación del suelo. Esta situación ha agravado más el problema y ha ocasionado que las compañías dejen las prendas en el “basural” de Atacama, el segundo más grande del mundo.
“Hay algunas nuevas, desde que se compraron en Estados Unidos, que se fabricaron en Indonesia o en China, no se usaron y llegaron acá”, añadió el experto.
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