Con la vuelta del escenario central en Plaza de Mayo, el Día de la Memoria se volvió a vivir como antes de la pandemia.
Argentina conmemoró ayer el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. En este día, se recuerda a las víctimas de la última dictadura militar que usurpó el gobierno del estado nacional argentino entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983, provocando graves consecuencias económicas, sociales y políticas.
Cada 24 de marzo, los pedidos se afirman y reiteran: cárcel común a los genocidas, encontrar a las personas que aún se encuentran desaparecidas y apertura de los archivos de la dictadura para poder restituir a los hijos e hijas apropiados. Pese al trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo aún sigue la búsqueda de los nietos expropiados. Se logró recuperar a más de 130, pero se calcula que en su totalidad, fueron unos 400 bebés y niños desaparecidos por el terrorismo de Estado.
A 46 años de la instauración de la dictadura más sangrienta de la historia argentina, el pueblo pudo salir a las calles y copar la Plaza de Mayo con el tradicional escenario de las Madres y Abuelas, que este año pudieron estar presentes tras dos años de ausencia por la pandemia. Esta jornada es, históricamente, acto multitudinario en el que las calles del microcentro porteño se llenan de miles de personas con carteles y pancartas.
Este año la consigna fue «Memoria para defender la soberanía. Verdad por las y los 30 mil. Justicia para el pueblo», este mensaje fue acompañado por la lectura de un documento que apuntó con dureza contra la persistencia de los discursos negacionistas y la responsabilidad de los grupos económicos y judiciales en el genocidio.
Como todos los 24 de marzo, el sonido ambiente es marcado por las voces que llegan desde el escenario central, en el que familiares y amigos de desaparecidos se hacen presentes con lecturas y clamando sus nombres al grito de “¡Presente!”.
Nora Cortiñas se puso de pie para hablar en la Plaza de Mayo ante la multitud en la apertura del acto convocado por las organizaciones del Encuentro Memoria Verdad y Justicia. Y así fue que en las calles se escuchó una frase que se sientó muy fuerte en los corazones de todos los asistentes de la marcha: «A nuestros hijos desaparecidos los extrañamos todos los días, nos faltan los 30 mil pero están acá, en cada uno y una de ustedes.”
Y ante estas palabras, es habitual encontrar lágrimas de emoción: muchos de los que marchan van a recordar y reclamar por sus propios familiares o amigos, llevan sus fotografías colgando en el pecho o a lo alto, exhibidas en un cartel. Para muchos de ellos esta es una de las pocas formas de rendirles tributo ya que aún buscan sus cuerpos o siguen aguardando a que sus restos puedan ser identificados en alguna fosa común.
“Como todos los 24 de marzo vengo con el cartel de mi papá Jorge Luis Chinetti, detenido desaparecido en agosto de 1976, cuando yo tenía apenas 2 meses. Para mi todos los 24 son un día de lucha, un día de memoria, por mi padre y por las compañeras y compañeros detenidos desaparecidos.”
“Llevo en este cartel la foto de mi cuñado, Juan Mogilner, desaparecido el 5 de diciembre de 1977, vivía junto a su pareja en Córdoba en un lugar llamado Guiñazú, trabajaban en unas quintas y se los llevaron de ahí a ellos dos, dejado a sus 4 hijos huérfanos, dos bebés de 22 meses y uno de 7 años y uno de 8. Uno de sus bebés fue secuestrado por un militar, y por suerte gracias a una denuncia, lo pudimos restituir.”
“Ella es mi hermana, María Irene Gavalda, tenía 27 años cuando fue secuestrada. El ejército del genocida Luciano Benjamin Menendez se la llevó junto a su pareja, los torturaron, fueron a parar a La Perla, y de allí no sabemos a dónde fueron, a partir de ahí nuestra familia quedó destrozada. Hasta el día de hoy que los estamos buscando y queremos saber dónde están sus restos. Era una chica que tenía una sensibilidad social especial, siempre preocupándose del otro, se sacaba el plato de comida para dárselo a otro. No hay un día que no me acuerde de ella y de su labor, se la llevaron porque peleaba por un país más justo.”
“Estoy acá por Mario Horacio Revoledo, detenido desaparecido en 1977, era obrero de YPF, militante peronista, de Berisso. Fue una persona muy solidaria, siempre presente en todas las luchas, padre de familia con dos hijos muy pequeñitos que no lo pudieron ver a su lado mientras crecieron pero siguen manteniendo viva su memoria.”
“Llevo la foto de mi abuela, Ana María Woichejosky, yo no la llegué a conocer. La secuestraron en la Plaza San Martín, ella era artesana, hacía muñecos. La secuestraron y cayeron en su casa, la tuvieron presa durante aproximadamente 3 meses. La encontraron gracias al equipo de antropología forense sus restos que habían sido puestos en una fosa común en el cementerio de Avellaneda. Los encontramos en 1992 pero recién gracias a la ley que impulsó Nestor Kichner de datos genéticos, en el 2004 pudimos identificar sus restos.”
“Acá tengo la foto de mi viejo, José Sanabria, de Parque Patricios, hincha de Huracán, militaba en la Juventud Peronista. Desapareció un 17 de abril de 1978, lo secuestraron en su casa. Era ferroviario, había venido de Córdoba, yo era su único hijo y tenía 1 año cuando desapareció. Lo seguimos buscando, todavía no encontramos sus restos.”
“Este es mi papá, Jorge Anselmo Carrizo, obrero metalúrgico, de General Sarmiento. Tenía 5 hijos, de 18 la mayor y 3 años la más chiquita, desapareció el 16 de junio de 1976. Militaba en el barrio por un mundo mejor, una sociedad más equitativa, por justicia social, cómo lucharon los 30.000 desaparecidos. Para nosotros sigue vivo en nuestro corazón, en el de mis hijos, en él de mis nietos y en el de mis sobrinos nietos. Todavía seguimos sin encontrar sus restos. Para todos nosotros es un referente, a mi me quitaron una persona que no me voy a volver a cruzar nunca más en la vida. Me quitaron lo más preciado.”
“Mi nombre es Rocio Cervera Novo y estoy con mi hermana Mailen Cervera Novo. Vinimos a marchar cómo todos los años, para recordar a mi abuelo Luis Cervera Novo. Él era español, fue secuestrado el 20 de mayo de 1977, en la sede del Partido Comunista. Tenía 49 años y tres hijos de 24, 14 y 12 años. Venimos para encontrarnos con la familia y seguimos reclamando verdad y justicia”
Mirta Baravalle, otra integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, como Cortiñas, conmovió al decir que cuando secuestraron a su hija Ana pensó: «O lloro o lucho». Recordó que esa noche entraron por los techos armados con Itakas y le apuntaron a la cabeza.
«Hubiera llorado hasta el infinito pero tenía que seguir, mi granito de arena para que esto no pasara nunca más. Sin embargo, no vemos justicia sino gobiernos indiferentes, cómplices e inoperantes. Ustedes tienen esos sentimientos de dignidad que me emocionan, veo a toda esa generación que quiso cambiar el país, los y las abrazo».
Pasan los años, los gobiernos y hasta una pandemia, pero el 24 de marzo siempre es una jornada de reflexión y un grito colectivo de memoria y justicia que se refuerza generación tras generación.
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