«Apaga ese aparato que se te va a fundir el cerebro»: No, padres. Jugar videojuegos no le va a fundir el cerebro de tu hijo, ni el de nadie. Todo lo contrario
Muchas personas siguen creyendo que los videojuegos son una pérdida de tiempo, o que quienes los juegan viven en una realidad paralela que les impide enfrentarse a los problemas de la cotidianidad. Sin embargo, la verdad es muy distinta a este planteamiento.
No te has preguntado por qué hay niños que cuando llegan a un zoológico son los primeros en identificar a cada uno de los animales, aún desde la distancia. O incluso por qué algunos otros tienen una rapidez excepcional a la hora de descifrar un acertijo. La respuesta puede que se encuentre en los videojuegos.
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Son una fuente de aprendizaje
Estas máquinas de entretenimiento también son una fuente inagotable de aprendizaje para quienes las usan. La ciencia ha demostrado que quienes practican juegos como Fortnite o Rocket League poseen una agudeza visual más afinada. Esto significa que son capaces de realizar un seguimiento de múltiples objetos en movimiento a la vez, o incluso ver cosas en la niebla o la lluvia que otros no pueden.
El duro trabajo que implican los videojuegos para poder superar los niveles son una lección elemental para los niños. Esencialmente son una muestra del sistema de gratificación que existe en la vida real. Nada es fácil, y quienes juegan constantemente videojuegos lo saben.
El 10% cae en adicción
En un reciente estudio sobre la adicción a los videojuegos, el cual ha sido el más largo jamás realizado, encontró que alrededor del 90% de los jugadores no jugaban de una manera que fuera perjudicial para su salud. Sin embargo, el otro 10% restante sí suele sufrir de patologías asociadas a los videojuegos. Estas se caracterizan por dedicar gran cantidad de horas a jugarlos, lo cual a largo plazo se convierte en altos niveles de depresión, agresividad, timidez y ansiedad.
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Si bien los videojuegos preparan a los niños a retos desafiantes, la vida en sí misma tiene sus problemas, muchas veces más complicados. Por ellos, es labor de los padres y familiares orientar a los niños a saber enfrentar ambas situaciones.
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