La Marriage Fundation señala que conocerse en Internet es ya la ruta más directa de todas para llegar al altar: un 27% de los nuevos matrimonios se conocieron online.
Cuando empezaron a popularizarse las páginas web para encontrar pareja, uno de los miedos más extendidos era la posibilidad del catfishing. Es decir: que alguien utilizara un perfil falso con fotos de otra persona. La separación entre el mundo online y el offline era mucho más acentuada que ahora, también para el resto de redes sociales, y el rastro que dejábamos en Internet era mucho menor. Entonces era más fácil que nos engañaran y las dudas sobre quién estaba al otro lado de la pantalla nos asaltaban enseguida.
Con la evolución de las plataformas digitales, ya casi nadie duda de la identidad de sus interlocutores, ni en las redes sociales habituales ni en las aplicaciones para encontrar pareja. Esto ha hecho que Internet se haya convertido en una de las principales fuentes de socialización, donde conocer a personas nuevas y sí, también enamorarse.
Tanto es así que en un estudio publicado por la Marriage Fundation, que recoge datos en el Reino Unido desde 2017, señala que conocerse en Internet es ya la ruta más directa de todas para llegar al altar: un 27% de los nuevos matrimonios se conocieron online. Sin embargo, lo más destacado del estudio -y lo que ha llamado la atención de la prensa- es el hecho que estos matrimonios sean mucho más frágiles durante los primeros tres años que aquellos en los que la pareja se ha conocido en entornos sociales habituales como el trabajo o a través de amigos o familia: las probabilidades de ruptura son seis veces mayores.
¿Es internet un mal sitio para enamorarse?
Entonces, ¿a qué se debe esta diferencia? ¿Es internet un mal sitio para enamorarnos? El estudio apunta a una primera respuesta interesante. Ahora que ya no tenemos dudas sobre la identidad o el aspecto de la otra persona, lo que nos falta es información sobre aspectos de carácter y modo de vida de esa persona que solo puedan descubrirse pasando mucho tiempo con ésta. Otra respuesta tiene que ver con la falta de una red social compartida de amigos, conocidos y familiares, que puedan apoyar a la pareja en momentos difíciles. Un dato que apoyaría ambas hipótesis es que a partir de los primeros tres años el riesgo de ruptura baja en picado.
Es evidente que las conclusiones que pueden establecerse a partir de este tipo de datos son siempre muy limitadas, y deben ponerse al lado de otros factores que pueden ser igualmente influyentes: por ejemplo, aquí solo se miden los matrimonios y no las parejas en general. Asimismo, se deja de lado otros factores clave como el tiempo de cohabitación y convivencia antes del matrimonio, que puede ser tanto o más influyente que el espacio en el que la pareja se conoció.
Además, deberíamos preguntarnos si esa cifra de rupturas debe verse solo como algo negativo o también como algo positivo. En un reportaje para The Independent sobre si internet es en algún modo responsable del aumento en las cifras de divorcio, los expertos entrevistados señalan que la ausencia de esa red familiar estrecha en torno al matrimonio facilita también acabar con aquellas relaciones de maltrato. Dicho de otro modo: el hecho que nuestras relaciones estén menos determinadas por nuestro entorno inmediato, nos hace más libres a la hora de romperlas, sea por el motivo que sea.