Ser una de las pinturas más famosas de la historia tiene sus desventajas
El pasado domingo los turistas y visitantes del Museo Louvre en la ciudad de París fueron testigos del último ataque sufrido por La Gioconda, la pintura de Leonardo Da Vinci. Un hombre disfrazado con peluca y sentado en una silla de ruedas se levantó y se acercó al cuadro de la Mona Lisa para arrojarle un pedazo de pastel.
De acuerdo al testimonio del individuo, que fue inmediatamente apresado por el equipo de seguridad del museo, su acción buscaba llamar la atención hacia la crisis climática actual y la inacción de algunos artistas respecto a esta problemática.
“Piensen en la Tierra, hay gente que está destruyendo la Tierra. Que todos los artistas piensen en la Tierra. Por eso hice eso”, gritó el hombre, cuya identidad no ha sido revelada, al ser expulsado de la sala ante cientos de turistas curiosos.
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Afortunadamente la pieza de arte no sufrió ningún daño serio. No solo por la rápida reacción de los guardias, sino también por el efectivo cristal protector que resguarda a la Mona Lisa. Dichos cristales comenzaron a aplicarse en 1907 a las distintas obras, luego de que una mujer acuchillara un lienzo de Ingres en nombre del anarquismo.
Estos “vidrios de diamante” son fabricados por la casa Saint-Gobain, la misma que desarrolló los cristales de la famosa pirámide que sirve de entrada al museo.
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La Gioconda: la obra más victimizada
Desde su creación, esta obra de Leonardo Da Vinci valorada en más de dos mil millones de dólares ha sufrido innumerables ataques, robos y perjuicios. Pero no siempre tuvo la fama que ostenta hoy en día. Su popularidad, de hecho, le debe mucho al robo que sufrió en 1911, cuando Vincenzo Peruggia, un extrabajador del Louvre, salió con el cuadro escondido en su ropa. Más de dos años después se encontró el lienzo, en Italia, cuando el ladrón quiso venderlo a una galería de Florencia.
Desde entonces, numerosas personas han tratado de atentar fallidamente contra ella. El ataque más reciente fue en el 2009 cuando una turista rusa arrojó una taza de cerámica hacía el cristal, pero no consiguió romperlo. En 1956 un hombre lanzó ácido y una piedra contra la obra y logró romper el cristal, causando daños a la pintura.
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