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Crypto AG o “el golpe de inteligencia del siglo”: así engañó EEUU a decenas de Gobiernos durante décadas

Todos sabemos que lo hacen. Que se escuchan, que se espían, que todos quieren saber lo que dice y lo que sabe el otro. Pero rara vez tenemos acceso a los entresijos de esas prácticas de inteligencia, a sus trucos, a sus técnicas, a sus topos, a su alcance. Por eso, esta investigación de The Washington Post y las cadenas de televisión ZDF (Alemania) y SRF (Suiza) se lee con las mismas ganas que una novela de John Le Carré. Una novela muy real que describe uno de los mayores ejercicios de espionaje de la historia.

El golpe de inteligencia del siglo, reza el titular del diario estadounidense. Un golpe que surge de una premisa bien sencilla: convertirse uno mismo en proveedor de la tecnología que debería hacer los mensajes de otros indescifrables para ti. Eso fue, hasta hace bien poco, lo que hicieron la CIA y el Servicio Federal de Inteligencia alemán (BDN) a través de la empresa Crypto AG.

 

El problema de Hagelin

Todo empezó en plena Segunda Guerra Mundial. Boris Hagelin, de origen ruso, había fundado Crypto AG en Suecia. Cuando los nazis ocuparon la vecina Noruega en 1940, Hagelin decidió poner rumbo a América. El inventor cruzó el charco llevando consigo su famosa máquina encriptadora, bautizada como M-209.

En EEUU, Crypto AG logró un contrato para construir máquinas de creación de códigos de encriptado para las tropas estadounidenses. Así se inició la relación. En el transcurso de la guerra se construyeron alrededor de 140.000 dispositivos M-209 en la fábrica de máquinas de escribir Smith Corona en Syracuse, Nueva York. Crypto AG se embolsó 8,6 millones de dólares por aquella tarea. Una fortuna para la época. Después de la guerra, Hagelin regresó a Suecia para reabrir su fábrica, llevando consigo un sentido de lealtad de por vida a los Estados Unidos.

Los servicios secretos estadounidenses siguieron de cerca las operaciones de posguerra de Crypto en Europa. Y pronto llegó la inquietud: a principios de la década de los 50, la empresa desarrolló una versión más avanzada de su máquina que sorprendió a los descifradores de códigos estadounidenses. Alarmados por las capacidades del nuevo sistema CX-52 y otros dispositivos que la empresa estaba desarrollando, los funcionarios estadounidenses comenzaron a discutir lo que llamaron el ‘problema de Hagelin’. ¿Qué pasaría si aquellas máquinas cayeran en las manos equivocadas?

No pasó mucho tiempo hasta que la CIA decidió que era necesario controlar a Hagelin para que limitara la venta de sus sistemas solo a países “aprobados por Washington”. Nada de soviéticos, ni chinos, ni norcoreanos, entre otros.

Años después tuvieron una idea aún mejor: usar a Crypto AG como tapadera para vender a países terceros máquinas manipuladas que les permitirían romper fácilmente los códigos que esos países usaban para enviar mensajes cifrados.

 

Yo te codifico

La conocida como Operación Thesaurus se firmó en un elitista club de Washington, el Cosmos, en 1951. Aquel primer acuerdo secreto de Crypto con la inteligencia estadounidense se selló durante una cena en la que también estuvo el padre de la criptología americana, William Friedman, amigo personal de Hagelin.

El acuerdo inicial iba así: Hagelin debía restringir las ventas de sus modelos más sofisticados a países aprobados por la CIA. Las naciones que no obtenían el OK de la agencia de información estadounidense recibían de Crypto AG sistemas anticuados y sin apenas efectividad. A cambio, Hagelin recibiría una cuantiosa compensación económica por las ventas perdidas.

El acuerdo era una clásica “operación de negación”, según el lenguaje de la inteligencia. Es decir, un esquema diseñado para evitar que los adversarios adquieran tecnología que podría otorgarles una ventaja. Pero aquello fue solo el comienzo de la colaboración de Crypto con la inteligencia de EEUU. Una década después, toda la operación pertenecía a la CIA y al BND.

A partir de 1970, la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) controlaron casi todos los aspectos de las operaciones de Crypto, presidiendo con sus socios alemanes las decisiones de contratación, diseñando su tecnología, manipulando sus algoritmos —para hacer más sencillo el proceso de descifrado del código— y dirigiendo su marketing y sus objetivos de ventas.

“La NSA no instaló ‘puertas traseras’ crudas ni programó secretamente los dispositivos para que tosieran sus claves de cifrado. Y la agencia aún enfrentaba la difícil tarea de interceptar las comunicaciones de otros gobiernos, ya sea extrayendo señales del aire o, en años posteriores, conectando cables de fibra óptica”, detalla la investigación. “Pero la manipulación de los algoritmos de Crypto simplificó el proceso de descifrado de código, reduciendo a veces a segundos una tarea que de otro modo podría haber tomado meses”.

Crypto ya no solo restringía las ventas de su mejor equipo, sino que vendía activamente dispositivos diseñados para traicionar a sus compradores.

La compañía siempre fabricaba al menos dos versiones de sus productos: modelos seguros que se venderían a gobiernos amigos y sistemas manipulados para el resto del mundo.

“Fue el golpe de inteligencia del siglo”, sentencia el informe de la CIA al que ha tenido acceso el Washington Post. “Los gobiernos extranjeros estaban pagando un buen dinero a Estados Unidos y Alemania Occidental por el privilegio de que sus comunicaciones más secretas fueran leídas por al menos dos —y posiblemente hasta cinco o seis— países extranjeros”.

El informe no exagera. La operación, conocida primero como Thesaurus y luego Rubicon, se encuentra entre las más audaces en la historia de la CIA y representa uno de los secretos mejor guardados de la Guerra Fría.

“Los gobiernos extranjeros estaban pagando un buen dinero a EEUU y Alemania Occidental por el privilegio de que sus comunicaciones más secretas fueran leídas por al menos dos países extranjeros”

La firma suiza ganó millones de dólares vendiendo equipos a más de 120 países hasta bien entrado el siglo XXI. Permitió décadas de acceso sin precedentes a las comunicaciones de otros Gobiernos.

Las máquinas trucadas de Crypto fueron a parar a países como Irán, a naciones enfrentadas —y con capacidad nuclear— como India y Pakistán, y a juntas militares de América Latina. También a estados miembros de la OTAN, como España, a oficinas de la ONU, e incluso al Vaticano. La CIA también dice haber obtenido información valiosa de Pekín y Moscú a través de las interacciones de estos países con servicios secretos o diplomáticos de naciones que sí disponían de los aparatos de cifrado de Crypto.

A través de esos sistemas se supo, por ejemplo, que el hermano del presidente Jimmy Carter estaba supuestamente en nómina del líder libio Muamar el Gadafi. Crypto también propició que la Administración Reagan pasase información a Londres sobre la guerra relámpago del Reino Unido con Argentina por las Malvinas. En 1989, el uso del Vaticano de un aparato de Crypto fue determinante en la captura del general Noriega cuando el dictador buscó refugio en la Nunciatura de Panamá.

Gracias a Crypto, EEUU pudo seguir de cerca a los mulás de Irán durante la crisis de rehenes de 1979, rastrear las campañas de asesinato de dictadores sudamericanos o captar a funcionarios libios felicitándose en 1986 por la bomba que habían plantado en una discoteca de Berlín frecuentada por soldados estadounidenses.

En la década de los ochenta empezaron a aflorar las tensiones entre Washington y Bonn a cuenta de los objetivos, el reparto de la información conseguida y las cuestiones éticas derivadas de su uso.

Los alemanes abandonaron el programa hacia finales de los noventa. La CIA continuó hasta 2018, cuando la agencia vendió los activos de la compañía.

Ambas partes describen la operación como “exitosa más allá de sus proyecciones más salvajes” en ese informe de la CIA al que ha tenido acceso el diario de Bezos. Normal. Las máquinas de Crypto llegaron a estar detrás de aproximadamente el 40 por ciento de todos los cables diplomáticos y demás transmisiones de gobiernos extranjeros a nivel global.

Mientras tanto, Crypto generó millones de dólares en ganancias que la CIA y el BND se dividieron y destinaron a otras operaciones. Jugada redonda.

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Publicado por
Berta Gomez

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