¿Cuántas veces le diste la espalda al espejo mientras te cambiabas? ¿O renunciaste a una tarde con tus amigos porque tenías que ponerte el traje de baño? ¿Qué pensás de tu cara al natural después de taparla con filtros de Instagram que alargan tus pestañas y te afinan la nariz?
La mujer que alguna vez no haya odiado su cuerpo que tire la primera piedra: porque es demasiado grueso o demasiado delgado, porque es muy largo o muy pequeño. Nos examinamos con lupa, más duras con nosotras mismas que lo que seríamos con cualquier otra persona y siempre falta algo, como si fuéramos una obra malograda, una escultura a medio terminar.
En los últimos diez años, la satisfacción de las mujeres con respecto a su apariencia física ha disminuido: un estudio realizado por la empresa de cosmética Natura muestra que hoy hay menos mujeres satisfechas con su cuerpo que hace 20 años. No pasa lo mismo con los varones: el 70% se siente bien con su cuerpo.
Mirarnos al espejo es un acto cotidiano y rutinario: lo hacemos al salir de la ducha, mientras nos vestimos. Lo hacemos también un minuto antes de salir de casa y, cuando ya estamos fuera, improvisamos espejos en las vidrieras de la calle. Pero que sea cotidiano no lo vacía de sentido. En esa mirada sobre nosotras mismas, a veces detenida, a veces fugaz, se ponen en juego relaciones de poder, idealizaciones y realidades.
Cualquiera que haya caminado por un museo sabe que los ideales de belleza han cambiado a lo largo de los siglos: de la redondeada Venus que Botticelli pintó en el siglo XV a la delgadísima Kate Moss que inundó las páginas de las revistas en los 90 o la exuberante Kim Kardashian, los moldes que las mujeres debemos llenar se han ido transformando pero recién ahora, de a poco, han empezado a quebrarse.
Un breve search por las tendencias #SelfLove y #BodyPositive en Instagram nos muestran este cambio. Es que el crecimiento en la última década del movimiento Body Positive abrió una grieta en estos moldes. Modelos como Ashley Graham y Candice Huffine e instagramers como Megan Jayne Crabbe (@bodyposipanda), que tiene más de un millón de seguidores, despliegan un mensaje que, en este escenario, resulta revolucionario: querete como sos.
De la mano del movimiento Body Positive viene también la idea de #SelfCare: cuidar nuestro cuerpo no para hacerlo encajar en un molde demasiado estrecho, no para volverlo estándar, sino para ser más felices en nuestra propia piel.
El cuidado ya no está sólo asociado a las dietas, las rutinas agotadoras de ejercicio o las tardes de sol pasadas en la peluquería sino a otros pequeños hábitos cotidianos que nos reconcilian con nuestra vida: un rato en la bañera, un té antes de dormir, unos minutos de meditación diarios, apagar el móvil, pisar el césped, estar con nuestros seres queridos, lo que sea que nos traiga placer.
Las marcas que históricamente se dedicaron al cuidado femenino han tomado registro del cambio. Natura, por ejemplo, desarrolló una crema corporal, Tododia, con una fórmula que se adapta a los distintos tipos de piel que una mujer tiene en su cuerpo.
Es que no solo cada mujer es distinta: somos muchas las que habitamos en una misma piel, y quizás el momento de pasarnos crema por el cuerpo sea uno de los más íntimos. Son minutos de conexión con nuestro cuerpo y de (re)conocimiento.
Volver a querernos no es algo que suceda de un día para el otro. Es un proceso que requiere que cambiemos la manera en que nos miramos (más amorosamente) a nosotras mismas y también a las demás. No se trata solo de abogar por el amor propio, sino de hacer estallar los moldes que nos restringen a una forma de ser que no nos permite vivir en libertad. Es que vivimos cambiando, como nuestro cuerpo, y tenemos que quitarnos de encima las etiquetas.
Se trata también de entender que el cuerpo que habitamos es un poco un mapa, un cuaderno de viaje, que cuenta la historia de nuestra vida: nuestras alegrías y tristezas, nuestras enfermedades y recuperaciones, el paso de los años, las horas dedicadas a las pesas o el yoga, el gusto por la lectura (o las películas, o el skate, el fútbol, en fin ¡el placer!), el sexo que tuvimos, las comidas que probamos, la menarca y la menopausia, los amores y los amigos…
Todo eso no puede borrarse. Cada cuerpo cuenta una historia. Aprendamos a escucharla.
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