Amnistía internacional ha elaborado un informe en el que expone «abusos masivos y sistemáticos» contra la población musulmana que reside en la Región Autónoma de Uguir (Xinjiang). La organización ha estado investigando estos abusos entre 2019 y 2021 en base al análisis de imágenes y datos satelitales, así como el testimonio de víctimas que han sufrido maltratado por parte de las autoridades chinas. El estudio concluye que se han reunido suficientes pruebas como para demostrar que se han cometido crímenes contra la humanidad.
Según el informe, «el sufrimiento humano ha sido inmenso», ya que muchas personas de distintas etnias como los uigures, kazajos, hui, kirguises, uzbekos y tayikos, «han sido arrestadas de forma arbitraria y enviados a campos de internamiento o prisión».
Este sistema permite oprimir y subyugar a las minorías éticas en Xinjiang, donde las autoridades no permiten la entrada a periodistas e investigaciones.
«Las autoridades chinas han creado un infierno distópico a una escala asombrosa en Xinjiang. Los uigures, kazajos y otras minorías musulmanas se enfrentan a crímenes contra la humanidad y otras graves violaciones de los derechos humanos que amenazan con borrar sus identidades religiosas y culturales», manifiesta Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía internacional.
La humanidad debería ser consciente del elevado número de personas que cada día sufren todo tipo de torturas, persecuciones, lavado de cerebro, entre «otros tratos degradantes en los campos de internamiento», añade Callamard.
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El informe documenta que algunas de las víctimas entrevistadas para la investigación explican que les encarcelaron por «poseer una fotografía de temática religiosa o por comunicarse con alguien en el extranjero». Unas conductas que, según las autoridades, no eran lícitas. Además, muchas veces la policía «sacó a las personas de sus hogares sin previo aviso y las detuvo sin ningún debido proceso». El trato que los detenidos recibían en las cárceles y centros de internamiento era deplorable.
» A menudo eran interrogados en ‘sillas de tigre’, sillas de acero con grilletes y esposas para las piernas que sujetaban el cuerpo en posiciones dolorosas. Las palizas, la privación del sueño y el hacinamiento son rampantes en las comisarías de policía, y los detenidos denunciaron haber sido encapuchados y encadenados durante su interrogatorio y traslado», señala Amnistía Internacional en el estudio.
Los encarcelados no tenían ningún tipo de libertad ni autonomía, siempre recibían ordenes de lo que debían hacer. Si no obedecían, se enfrentaban a castigos muy fuertes. También se les adoctrinaba para odiar a sus costumbres y su religión para adorar al Partido Comunista Chino, entre otras muchas cosas.
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El objetivo de estos centros de internamiento era deshumanizar a los musulmanes mediante «palizas, descargas eléctricas, confinamiento solitario, privación de comida, agua y sueño, exposición al frío extremo y el uso abusivo de restricciones». Un calvario que le dejaría secuelas físicas y psicológicas de por vida. Una vez los internos salen del campamento, las fuerzas de seguridad los vigilan a través de dispositivos electrónicos y patrullas de seguimiento para detectar cualquier comportamiento sospechoso. En concreto, el uso de un «software de comunicaciones no autorizado» o un gasto excesivo tanto de combustible como de electricidad son algunas de las actuaciones «sospechosas» según las autoridades. Los ex internos tampoco tienen libertad de movimiento, ya que hay mucha policía vigilando las calles, además de «miles de puestos de control» que reciben el nombre de ‘comisarías de policía de convivencia’.
A todo esto se le suma la persecución religiosa que los musulmanes sufren en Xinjiang, donde «mezquitas, santuarios, tumbas y otros sitios religiosos y culturales han sido demolidos o reutilizados sistemáticamente» en toda la región. Asimismo, las autoridades entraban en las casas para confiscar artículos religiosos, así cómo está prohibida la práctica del Islam. Por lo tanto, muchas personas dejaron de hablar árabe, cambiaron sus vestimentas y se vieron obligados a dejar de rezar para evitar represalias.
Desde la organización señalan que china encubre todos estos abusos a los musulmanes y «las autoridades amenazan, detienen y maltratan a cualquiera que se pronuncie». Por ese motivo Amnistía Internacional solicita que la comunidad internacional haga algo al respecto para acabar con esta situación tan extrema.
“La comunidad internacional debe hablar y actuar al unísono para poner fin a esta abominación, de una vez por todas. La ONU debe establecer y enviar urgentemente un mecanismo de investigación independiente con el fin de hacer rendir cuentas a los sospechosos de responsabilidad por crímenes de derecho internacional ”, expresa Callamard.
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