Según los datos del Instituto Nacional de Toxicología, una de cada tres violaciones en España son llevadas a cabo bajo la conocida como técnica de «sumisión química». Al analizar las agresiones sexuales de los últimos cinco años comprobaron que un 33% de las víctimas de agresión sexual dieron positivo en drogas, alcohol, ansiolíticos o fármacos sedantes. En la mayoría de casos, son las propias mujeres quienes han consumido estas sustancias y los agresores sencillamente se aprovechan del estado de desinhibición de las víctimas.
Pero en otras ocasiones, son drogadas contra su voluntad. El último método de terror sexual por sumisión química consiste en pinchar con una jeringuilla la pierna o el brazo a una mujer en un ambiente festivo, con el fin de que pierda el control de su cuerpo y la memoria.
Las drogas inyectadas en las víctimas que han denunciado son las mismas que se utilizan en las bebidas. Rothypnol (roofie), el Gamma Hydroxybutyrate (GHB) o éxtasis líquido son las más comunes.
El primer caso denunciado en España ocurrió en Ibiza el pasado 22 de junio. Una joven de 18 años que se encontraba de viaje de fin de curso fue víctima de un pinchazo en una discoteca. Según los amigos que la acompañaban empezó a actuar de forma extraña sin motivo aparente y al día siguiente se despertó con un moratón en el brazo. Al intentar recordar qué había ocurrido, se dio cuenta de que tenía enormes lagunas sin apenas haber consumido alcohol.
La chica acudió a un centro sanitario y el médico que la atendió pudo confirmar que la habían pinchado al brazo, pero había pasado demasiado tiempo como para poder demostrar qué sustancia le habían inyectado.
En las fiestas de San Fermín celebradas estos días en Pamplona (Navarra), hasta ocho mujeres han denunciado pinchazos similares. Según ha expuesto el Consejero de Presidencia, Igualdad, Función Pública e Interior del Gobierno navarro, Javier Ramírez, los análisis médicos realizados a las víctimas no muestran sustancias en su sangre. Sin embargo, las historias de las víctimas coinciden y los pinchazos existen. Por ello, el Gobierno regional ha activado un protocolo para evitar estas agresiones sexuales y buscar culpables.
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Al no encontrar información ni soluciones, algunas víctimas han decidido utilizar las redes sociales como un espacio donde compartir su experiencia y alertar al resto de mujeres. Así lo ha hecho Laura (@laurannebot) en Twitter, que sufrió un pinchazo sin explicación durante una estancia en Malta.
«Hace dos semanas me pincharon una droga que duerme (en el consulado nos dijeron que era BURUNDANGA) en una discoteca», comenzaba su testimonio.
«Al principio creí que me habían quemado y reaccioné rápido pero no me di cuenta de quien fue. Ese día habíamos aterrizado y estábamos muy cansadas, así que a ninguna amiga mía le extrañó que estuviera casi dormida de repente. Me dormí en una mesita al lado de ellas y luego enseguida nos fuimos a casa. Al siguiente día me dolía el brazo como si me hubieran vacunado y me encontré un pequeño pinchazo. Una droga que te duerme y que utilizan para poder hacer lo que quieran contigo».
Para acabar, expone que solo lo cuenta para ayudar a quienes pasen por algo similar, para que nadie les haga creer que se lo están inventado. «Me parece surrealista pero quería contarlo porque cuanto más gente lo sepa menos daño podrán hacernos», explica.
Si observamos que está ocurriendo en otras partes del mundo, podemos comprobar que la sumisión química mediante inyección no es un problema nuevo. La policía de Reino Unido alertó de una enormidad de casos que utilizaban el mismo método el pasado otoño. El número de mujeres era tal que las autoridades pasaron a hablar de una «epidemia» de agresiones sexuales por sumisión química.
Estos delitos fueron extendiéndose hasta otros países como Países Bajos, Bélgica y Francia. En total, se contabilizan más de mil casos de mujeres víctimas entre todos los territorios. Sin embargo, esto contrasta con la impunidad casi total para los agresores.
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