El 11 de septiembre de 2001, día de varios ataques terroristas perpetuados contra Estados Unidos, es un día lleno de tragedias, pero también de héroes
Todd Beamer, residente de Cranbury, Nueva Jersey, era un contador para la corporación Oracle. Murió a los 32 años siendo un héroe.
El 11 de septiembre de 2001 fue la fecha de su fallecimiento, como la de muchísimos otros. Todd Beamer dejó atrás a su esposa, dos hijos y una hija, Morgan, que nació 4 meses después a su fallecimiento. Ese día, iba en el famoso vuelo 93, que fue secuestrado por extremistas islámicos.
En ese vuelo, Todd y otros pasajeros habían estado en comunicación con personas gracias a comunicaciones por celulares y supieron por ellos, que el World Trade Center, había sido atacado por terroristas.
Beamer trató de usar su tarjeta de crédito para contactar a su esposa, en un teléfono ubicado en la parte de atrás del avión. Sin embargo, su llamada fue transmitida a un representante de atención al cliente, que lo contactó con su supervisora.
A ella, Todd Beamer le reportó que los terroristas habían matado un pasajero y que habían forzado al piloto y copiloto del avión a salirse de su cabina, probablemente hiriendo a uno de ellos.
También, le dijo que algunos pasajeros estaban preparados para pelear contra los secuestradores. De acuerdo a la supervisora, Beamer tuvo unas últimas palabras.
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Todd Beamer y su ‘línea’
Después de pedirle que compartiera una oración con él, presuntamente Todd Beamer dejó caer el teléfono y pronunció una oración que quedaría para la historia de Estados Unidos:
¿Están listos? Hagámoslo
Junto a Tom Burnett, Jeremy Glick, Mark Bingham y otros civiles estadounidenses, iniciaron el contraataque al grupo de terroristas.
El vuelo 93 de United Airlines, que iba originalmente desde Nueva Jersey hasta San Francisco, fue redirigido por los criminales hacia Washington D.C (ciudad donde se ubica la Casa Blanca, aunque el objetivo era el capitolio).
Debido al enfrentamiento, los secuestradores se vieron obligados a impactar el avión contra un campo en Pittsburg, a 210 km del plan original.
La valentía de estos hombres recae en que probablemente sabían que iban a morir, pero decidieron sopesar el mal menor y tentativamente, sacrificarse para salvar miles de vidas.
Curiosamente, la frase dicha por Todd Beamer antes de fallecer se volvió el grito de guerra de aquellos soldados americanos que peleaban contra Al Qaeda en Afganistán, posterior a este evento.
Una oficina postal, su escuela y un edificio en su universidad llevan el nombre de Todd Beamer.
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