Virginia Giuffre, una de las presuntas víctimas del empresario estadounidense acusado de tráfico sexual de menores Jeffrey Epstein, presentó una demanda civil en Nueva York contra el príncipe Andrés de Inglaterra. Giuffre aegura abusó de ella cuando era menor de edad.
Este nuevo año debía ser muy especial para la Casa Real de Inglaterra, pero todo parece haberse tumbado antes de tiempo. 2022 estaba dispuesto para celebrar las siete décadas de reinado de Isabel II. Tal como suena, 60 años dedicados a reinar y vivir la vida de monarca que, aun estando en el siglo veintiuno, algunos siguen considerando que es su legítima mandataria.
El Palacio de Buckingham hacía tiempo que no estaba envuelto en ningún escándalo. Y quieren seguir así: han decidido cortar lazos con el príncipe Andrés para evitar que su juicio por abusos sexuales a una menor contamine la imagen de la familia real.
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Cuando la víctima tenia 17 años, le pidió al hombre que abusaba de ella, Epstein, que le tomara una foto con el príncipe Andrés de Inglaterra para enseñársela su madre. Ella aparece sonriente y el duque de York, también sonriente, la agarra por la cintura.
Años después, Giuffre consiguió esa fotografía hecha en 2001 y se la mandó a su madre. Después, también a medio mundo para denunciar los abusos sufridos en esta red de ricos y poderosos pedófilos y violadores. El príncipe ha negado tener alguna relación con ella aun después de hacerse pública esta fotografía donde no hay manera de refutar que, como mínimo, compartieron espacio en algún momento.
Giuffre tuvo una infancia muy difícil. Cuando solo tenía siete años, un amigo de la familia abusó sexualmente de ella. Su hogar en un rancho de Sacramento se desvaneció, sus padres se separaron y su vida empezó a ser una pesadilla.
La pequeña Virginia adoptó una rebeldía que nadie supo controlar. Entraba y salía de hogares de acogida hasta los 13 años, cuando abandonó el último para pasar a vivir en la calle. Durante ese periodo, se acostó al menos con dos hombres mayores a cambio de comida. “Yo era el sueño de un pedófilo”, aseguró en su primera entrevista a un medio, el Daily Mail, en 2011.
A los 15 años se reunió de nuevo con su familia en Palm Beach, Florida. Su padre le consiguió trabajo en el club de golf de Donald Trump, donde el trabajaba como gerente de mantenimiento. “Tenía que vestir una minifalda y un polo ceñido al cuerpo”, explicó Giuffre. Un día mientras trabajaba se le acercó una mujer británica muy elegante y le dio conversación. Acabaron hablando de que Giuffre quería ser masajista y la mujer le dijo que ella conocía un hombre muy rico que buscaba una masajista, le ofreció formarla y un buen sueldo.
La chica, de apenas 15 años, aceptó encantada sin saber que aquella señora era Ghislaine Maxwell y el supuesto “hombre muy rico” era Jeffrey Epstein. En su primer encuentro con Epstein, la joven Virginia le contó como había acabado en la calle, su historial de abusos y su trágica infancia. Él, estirado en la camilla, le pidió que le hiciera un masaje mientras la escuchaba. Las peticiones fueron más allá y a pesar de su incomodidad, Giuffre hizo lo que le pidieron. Le dieron 200 dólares en efectivo y le pidieron que regresara al día siguiente.
Comenzaron entonces cuatro años de abusos, envuelta en la turbia trama que permitía explotar a niñas, pasearlas por medio mundo y ofrecerlas a amigos ricos y famosos que frecuentaban las mansiones del millonario Epstein en Nueva York, Nuevo México y las Islas Vírgenes.
Durante los dos primeros años, la pareja Maxwell y Epstein la trataron como una hija. Veían series juntos y se iban de compras a tiendas de lujo mientras a veces le pedían tener encuentros sexuales con otros hombres. A los dos años, todo se aceleró y «ambos traficaron conmigo», ha contado en la denuncia.
La llevaban de viaje a Francia, España y Marruecos. También a Londres. Allí fue donde conoció al Duque de York, en príncipe Andrés, y mantuvo relaciones con él de forma obligada. Cuando cumplió 19 años, Epstein le regaló un curso de masajista en Tailandia. Sin esperarlo, esa fue en realidad su salvación. Allí conoció a un australiano, con quien se casó a los 10 días de haberlo conocido. Llamó a Epstein para contarle que se había casado y este le respondió: “Que tengas una buena vida”, y colgó.
Virginia rehizo su vida en Australia, tuvo tres hijos y un matrimonio feliz. Pero en 2009 después de que Epstein hubiera estado llamándola para saber si tenía contacto con el FBI, una vez ya estaba acorralado, Virginia Giuffre dio un paso adelante. Presentó una demanda bajo el seudónimo Jane Doe 102 contra Epstein y su mujer, acusándolos de tráfico sexual cuando era menor de edad. Llegaron a un acuerdo, que incluía una cláusula de confidencialidad, cuyo contenido se conoció hace dos semanas, por el que Epstein le pagó 500.000 dólares (438.000 euros) para que no lo demandara, ni a nadie vinculado con él.
Ahora, Virginia Giuffre cuenta con un prestigioso abogado de Manhattan para que se haga justicia con uno de los hombres que siguió el juego de Epstein: el príncipe Andrés. “Mi objetivo siempre ha sido demostrar que los ricos y poderosos no pueden estar por encima de la ley y que deben rendir cuentas. No estoy sola en mi camino, sino junto a los incontables supervivientes de abuso y tráfico sexual”, apuntaba en unas declaraciones.
El juicio contra el príncipe Andrés está previsto para el próximo otoño y todo parece apuntar a que no habrá nada que evite que sea juzgado ante el tribunal.
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