A pesar de ser el hombre que descubrió las primeras pistas, Perret nunca buscó el protagonismo. «Soy un pacificador, un policía básico», dijo.
Laurent Perret es un oficial de policía francés cuya labor, que empezó como una tarea rutinaria, terminó destapando uno de los casos más estremecedores de abuso sexual en la última década: las violaciones en Mazan. Aunque prefiere mantenerse alejado de la esfera pública, el papel de este «pacificador», como él mismo se describe, lo ha puesto en el centro de atención mediática y lo convirtió en un héroe inesperado para Gisèle Pelicot.
El caso que marcó un antes y un después en su carrera inició en septiembre de 2020, cuando un jubilado fue detenido por filmar bajo las faldas de mujeres en un supermercado de Carpentras. A Perret se le encomendó extraer los vídeos capturados en el teléfono del hombre y grabarlos en un CD, un procedimiento estándar en este tipo de situaciones. Pero un pequeño detalle llamó su atención: un ícono de Skype en uno de los dispositivos. Perret decidió ir más allá y, al abrir la aplicación, se encontró con una conversación que mencionaba pastillas trituradas de Temesta y una mujer inconsciente en una cama.
“Ahí fue cuando todo cambió”, recuerda Perret. Lo que parecía ser un caso de acoso menor derivó en una investigación que reveló la existencia de un red de abuso sexual masivo. Entre las víctimas se encontraba Gisèle Pelicot, quien años después testificó ante el tribunal y agradeció públicamente a Perret por haberle salvado la vida.
A pesar de ser el hombre que descubrió las primeras pistas, Perret nunca buscó el protagonismo. «Soy un pacificador, un policía básico», dijo al medio La revues de médias.
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La notoriedad inesperada no fue fácil de manejar. Perret, quien estaba a solo seis años de su jubilación, admite haberse sentido abrumado. “Estaba en paz y me tuvo que pasar un caso extraordinario. Pero todo esto no es mi mundo”, confesó.
El impacto emocional del caso
La investigación tuvo un costo personal para Perret. Prepararse para la entrevista con Gisèle Pelicot, en la que debía informarle que había sido drogada y violada por decenas de hombres, fue una carga emocional que lo persiguió durante semanas. “Estaba irritable, me despertaba en mitad de la noche y escribía preguntas mientras mi pez dorado me miraba”, narró.
El juicio, que comenzó en septiembre de 2024, trajo recuerdos dolorosos de los meses que dedicó a revisar conversaciones virtuales, transcribir vídeos y ayudar a identificar a los 51 acusados. La brutalidad del caso sigue resonando en su memoria. “Revivo todo, vuelvo a ver todo”, admite.
A pesar del reconocimiento de las víctimas y del público, Perret no recibió ningún reconocimiento oficial por su labor en este caso. “Es demasiado para mí. Solo Madame Gisèle debería estar en la luz”, dice con modestia.
El héroe detrás del caso de Gisèle Pelicot
Aunque nunca buscó fama ni reconocimiento, Perret comienza a comprender el impacto que su trabajo podría tener más allá de este caso. Confía en que la cobertura mediática ayudará a cambiar las percepciones sobre el consentimiento, la masculinidad y las relaciones de poder entre hombres y mujeres. También espera que anime a otras víctimas a romper el silencio.
Sin embargo, no todo ha sido positivo. Perret critica la filtración de información confidencial y cómo algunos medios parecen más interesados en el espectáculo que en la justicia. “Es como si los medios quisieran hacer el juicio antes del juicio”, lamenta.
Actualmente, Perret trabaja en la brigada antidrogas, donde sigue enfrentándose a retos complejos. Sin embargo, su mirada ya está puesta en el futuro. Sueña con jubilarse en paz, lejos del ruido mediático, y recorrer Francia en una autocaravana.
Para Laurent Perret, el caso de las violaciones en Mazan será siempre un recordatorio de los horrores que puede esconder la rutina más ordinaria. Aunque él mismo, con la modestia con la que habla en los medios, quiere evitar el término, para muchos, Perret no es solo un policía: es un verdadero héroe.
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