El proyecto Saguaro, que busca exportar gas natural licuado, representa un gran riesgo para la biodiversidad del Golfo de México —conocido como el Acuario del Mundo— las comunidades costeras y el cambio climático en general.
Greenpeace advierte que esta región podría convertirse en una «zona de sacrificio para la industria fósil». Pero, a pesar de lo que nos han hecho creer, nosotros también podemos ser parte del cambio.
¿Realmente lo vale? Todavía estamos a tiempo de salvar a las ballenas.
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El proyecto Saguaro contempla la construcción de 800 kilómetros de gasoductos que irían desde Texas hasta el Golfo de California, específicamente hasta Puerto Libertad, Sonora.
Este trayecto amenaza a muchas especies protegidas y termina en una zona crucial para la vida marina, que alberga el 85% de los mamíferos marinos de México.
Allí se planea construir una planta de licuefacción de 400 hectáreas para exportar el gas a Asia, afectando a las comunidades pesqueras con contaminación auditiva y la quema de gas metano.
Esto se creó a raíz de que la empresa estadounidense Mexico Pacific no consiguiera los permisos para transportar el gas por su propio país, así que optó por México, donde aprovechan la falta de regulaciones y supervisión.
Para transportar el gas se utilizan buques de 300 metros de largo —el equivalente a 10 o más ballenas.
Esto supone un desastre ecológico, ya que el ruido que generan interfiere con la comunicación entre las ballenas, y el riesgo de atropellamientos es constante.
Estos cetáceos, que necesitan salir a la superficie para respirar, especialmente sus crías, se vuelven vulnerables a las colisiones. De hecho, una de las principales causas de muerte de estos animales es el impacto con embarcaciones.
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Como era de esperarse, Saguaro promete beneficios económicos, siendo esta la única razón que lo sostiene.
Según el documento de Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), un estudio elaborado por las empresas para analizar los efectos de sus proyectos, se identificaron 15 impactos ambientales: 14 son negativos y solo 1 es positivo, relacionado con la generación de empleos.
Entre los impactos negativos se encuentran: contaminación del aire y el suelo, afectación a la flora y fauna —incluyendo especies en riesgo y endémicas— y el riesgo de fugas de gas que podrían provocar incendios y explosiones.
El proyecto ha generado indignación entre activistas y ciudadanos mexicanos, que han protestado pacíficamente frente a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), con consignas como:
«No hay proyecto que valga la desaparición de las ballenas de aguas mexicanas.»
«El Acuario del Mundo nos va a dejar sin mundo.»
La petición es simple, que el Gobierno de México elija a la biodiversidad del Golfo de California sobre el gas, o, mejor dicho, el dinero.
¿Cómo podemos lograr esto? Podemos exigir un cambio. Informarnos y difundir lo que está pasando para aumentar la presión, participar en activismo en redes sociales, organizar charlas sobre el tema y firmar la petición para detener el proyecto en BallenasOGas.org.
Porque sí, como individuos podemos ser parte del cambio.
¿Tú prefieres el gas o las ballenas?
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