IMPACTO SOCIAL

Ok, doomer: el movimiento de jóvenes activistas contra los catastrofistas que pronostican el fin del mundo

Seguro que has visto cientos veces el meme del “doomer”: el dibujo de un joven con gorro, ojeroso, barba de tres días y un cigarrillo en los labios, que se dirige a ninguna parte, con la mirada perdida y el rostro cansado. Aunque existen muchísimas variantes y declinaciones del meme, quizá las más conocidas son las que rodean su figura de mensajes nihilistas y desesperanzados: “depresión, ansiedad y terror al paso del tiempo”, “desde que tiene conciencia solo ha vivido en una constante crisis económica”, “problemas de espalda desde los 19”, “su último momento de felicidad fue pasarse el Pokémon con 11 años”.

Para la cultura internetera, ésta ha sido hasta el día de hoy la representación convencional del “doomer” o catastrofista, que el Urban Dictionary define precisamente como “una persona (normalmente un millenial o generación Z y varón) que ha pasado por momentos aparentemente difíciles (una ruptura, un despido, fracaso, etc.) y se ha sumergido por completo en la apatía, el odio a sí mismo, la depresión y el convertirse una persona solitaria en general”. 

En sus orígenes, el meme estuvo muy relacionado con el modo de vida de estos jóvenes: pasar las noches despiertos, perdidos en los bajos fondos de internet o jugando a videojuegos, escuchando música triste –hasta el punto que han creado un subgénero musical propio, la ‘doomerwave’, que se ha popularizado en YouTube y consiste en remixes ralentizados de canciones de rock alternativo de grupos como Radiohead o Linkin Park—.

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El doomer en clave política

Sin embargo, la representación del ‘doomer’ ha empezado a cambiar. Ya no es solo una parodia de la estética emo, que captura la romantización adolescente de la depresión y la soledad, sino que ha empezado a usarse en clave política: el doomer es el hijo sano del neoliberalismo, el jóven que ha nacido y crecido en un mundo sin futuro, donde las crisis económicas sistémicas y la ansiedad por la emergencia climática han determinado su horizonte de expectativas. Para los jóvenes es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, y es esta impotencia política, esta incapacidad de imaginar un mundo distinto la que define a los ‘doomers’ hoy: según un estudio de la prestigiosa The Lancet, tres cuartas partes de los jóvenes entre 6 y 25 años creen que el futuro es aterrador, y el 56% asegura que la humanidad está condenada. 

Contra esta lógica desmovilizadora y nihilista, que nos dice que no vale la pena hacer nada porque nada puede cambiar, ha nacido el movimiento ‘Ok, doomer’. El nombre tiene su origen en un grupo de activistas climáticos, que difunden sus acciones principalmente a través de Tik Tok, y que han adaptado el mítico ‘Ok, boomer’ para dirigirse a aquellos viejos –y no tan viejos– catastrofistas que creen que que el colapso climático es inevitable y que que más vale que sigamos tumbados en la cama, escuchando Radiohead en bucle, mientras el precio de los carburantes fósiles sube y la guerra nuclear llega a Europa.

El movimiento ‘ok, doomer’ señala la importancia de hacer frente a los discursos catastrofistas para anclar esa necesaria respuesta colectiva al compromiso individual. Para crear nuevos imaginarios de futuro, donde la muerte y la devastación no sean el único horizonte posible. 

Así, frente a la apatía y la ecoansiedad, estos activistas visibilizan otra forma de acercarse a la lucha contra el cambio climático que pone en valor la acción y la responsabilidad individual a la hora de cambiar las cosas. Un caso paradigmático es el de la cuenta de Alaina Wood (@thegarbagequeen en TikTok).

No se trata, sin embargo, del típico discurso liberal que pone el foco en los individuos, se olvida de que los principales responsables agentes contaminantes son las multinacionales e ignora de forma deliberada que reciclar el plástico correctamente sirve de poco mientras millones de aviones de vuelo de radio corto sobrevuelan nuestras cabezas. A estos jóvenes no les falta realismo ni les sobra ingenuidad.

Por el contrario, el movimiento ‘ok, doomer’ señala la importancia de hacer frente a los discursos catastrofistas para anclar esa necesaria respuesta colectiva al compromiso individual. Para crear nuevos imaginarios de futuro, donde la muerte y la devastación no sean el único horizonte posible. 

Organización colectiva vs nihilismo

En el fondo, estamos ante un debate que lleva años produciéndose dentro de los círculos ecologistas, que tiene que ver con el papel que el pesimismo planetario ha jugado en la difusión y concienciación de la población frente al cambio climático. Como señala el filósofo francés Renaud Garcia en su libro La colapsología o la ecología mutilada, la erótica del apocalípsis es muy conveniente para aquellos quienes no quieren que nada cambie: “época extraña, en efecto, donde los profetas de la desgracia que tienen la impresión de predicar en el desierto suscitan una gran atención en los círculos de poder y los puestos avanzados del neoliberalismo”.

Solo hace falta echar la vista atrás y comprobar hasta qué punto la retórica del colapso climático ha conquistado el imaginario cinematográfico hegemónico: desde el éxito reciente de la serie El colapso hasta las grandes superproducciones de Hollywood sobre desastres climáticos, pasando por los documentales de osos-polares-en-riesgo o las películas de terror que utilizan la catástrofe ambiental como metáfora, resulta fácil comprender por qué el “doomer” se ha convertido en la posición por defecto de tantísimas personas.

Por eso mismo, resulta importante que este cambio de perspectiva generacional esté ganando visibilidad desde una plataforma de difusión masiva como Tik Tok, y que se empiece así a cuestionar el pesimismo uniforme y catastrofista con acciones prácticas y directas.

En un contexto de crisis global que favorece el tremendismo –una pandemia, la guerra en Ucrania y datos cada vez más preocupantes del aumento de las temperaturas, que ya nos está sumiendo en episodios intercalados de sequía y temporales de viento y lluvia–, el movimiento ‘Ok, doomer’ nos dice que algo muy simple, pero tremendamente importante: que no es momento para agoreros de tuit y barra de bar; que el problema ya son solo los negacionistas, sino los retardistas –los llamados “climate delayers” que se echan las manos a la cabeza pero escupen sobre el futuro–; nos dicen, en fin, que la ecoansiedad tiene mucho más que ver con el relato hipnótico del colapso que con la imposibilidad real de organizarse para hacer frente a las grandes empresas contaminantes.

‘Ok, doomer’ significa que ha llegado el momento de apagar ese hilo musical doomerwave, y que lo que toca es arremangarnos individual y colectivamente.

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Publicado por
Berta Gomez

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