Las postales de antaño muestran un paraje idílico. En colores altamente saturados típicos en la época, el cielo celeste se recorta con dureza sobre un mar aguamarina que acaricia la arena en la que descansan bañistas, toldos y sombrillas.
Podría tratarse de casi cualquier lugar del litoral mediterráneo español. De las islas Baleares, la Costa Dorada o, si saltamos el charco, Miami Beach antes del boom de los rascacielos. Pero la estampa pertenece a un enclave escondido de la Costa Cálida, una enorme laguna interior abrazada por una franja terrestre que la separa de lo que en Murcia se conoce como «el mar mayor».
En los tiempos en los que se podía comprar la postal de arriba en los chiringuitos de playa, el pueblo de Lo Pagán estaba bañado por un Mar Menor tan cristalino que aunque el agua te cubriera hasta el cuello podías seguir viéndote los dedos de los pies. Ahora, el lago salado más grande de Europa es una piscina gigante llena de agua verde, nitratos tóxicos y fango. Una piscina de agua muerta.
¿Qué ha pasado para llegar a esto?
I. Décadas de vertidos y dos denuncias
Desde la pasada primavera, el estado del Mar Menor preocupa enormemente. A pocos días de comenzar la temporada turística, la laguna se ahogaba entre sus aguas turbias propiciadas por un proceso que en biología se conoce como eutrofización.
El proceso, por el que se crea una barrera opaca que impide que la luz solar llegue hasta el fondo del agua, ha dejado unos datos desoladores: en estos momentos se han perdido cerca de 12.000 hectáreas del fondo del Mar Menor. O lo que es lo mismo, el 85% de las praderas marinas.
A estas alturas del año aún no hay datos de la turbidez del agua, pero tanto los ecologistas como los vecinos que viven en el litoral del Mar Menor están preocupados.
“Las últimas lluvias de diciembre han metido en la laguna miles de toneladas de fertilizantes. Todas las tierras agrícolas del Mar Menor se han lavado y todos los nitratos y nutrientes que había en esas tierras han terminado en el mar”, confiesa al otro lado del teléfono Ángel Andrés Monedero, vocal para el Mar Menor de FAVCAC.
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Monedero lleva toda su vida residiendo en Mar de Cristal, un pequeño pueblo costero cuyo nombre ha quedado obsoleto. Desde la Federación de Asociaciones de Vecinos, Usuarios y Consumidores de Cartagena, Monedero y sus compañeros llevan meses denunciando la podredumbre de las aguas que le han visto crecer.
Junto a organizaciones ecologistas como ANSE o el Pacto por el Mar Menor, FAVCAC ya ha ido dos veces a la Comisión Europea de Bruselas para exigir que en las instancias políticas más altas el problema resuene con fuerza. “En septiembre hicimos una petición al Parlamento y vimos que se han incumplido 11 directivas europeas. Cuando se la entregamos a la comisaria nos dijo que era un record, que nunca se había presentado una petición así y la aceptó por procedimiento de urgencia. El 23 de enero volveremos a ir a Bruselas a ver qué respuestas nos dan”, sostiene Monedero.
Entre esas 11 directivas incumplidas destacan algunas tan importantes como la destrucción de hábitats naturales o la directiva sobre la contaminación por nitratos agrícolas. Pero hay una que incluso ha conseguido poner en marcha un proceso jurídico investigado por el Fiscal del Medio Ambiente de la región. Se trata de la destrucción imparable del ecosistema. Un delito contra la naturaleza y la salud de las personas.
II. La historia del colapso
Todo comenzó a finales del siglo XIX. Tal y como asegura Monedero, la zona del Mar Menor siempre ha estado supeditada al poder económico dominante. En aquellos años la minería vivía su época dorada en La Unión. Y sus mugrientos desechos acababan bañados por el mar.
Cuando en los años 60 se comenzó a promocionar la Costa Cálida como destino turístico nacional e internacional, los desperdicios mineros tuvieron que comenzar a arrojarse lejos de las playas. No quedaba bien que junto al lema “Sol y Playa” apareciera “y virutas de plomo”.
Pero luego vino la burbuja más grande que ha conocido la historia reciente. La desbocada carrera por urbanizar levantó hoteles, apartamentos turísticos y casuchas con paredes de gotelé a un palmo del agua. Cuanto más cerca, más caro. Cuanto más cerca, más irresponsable.
El boom urbanístico se desarrolló sin apenas planificación. Todo trozo de tierra era susceptible de ser habitado por hordas turísticas sin contar que al aplanar la tierra para construir se perdían humedales, vegetación autóctona y ramblas naturales.
En cuanto la burbuja explotó, a Murcia no le quedó otra opción que olvidarse de los apartamentos y campos de golf y comenzar a rezarle a la industria agrícola.
III. El lobby de la agricultura intensiva
“La única industria que está funcionando ahora mismo es la agrícola, la que está salvando Murcia de la crisis y de que no estemos en quiebra financiera. Y como parece ser que ahora mismo la industria agrícola es el lobby de presión que está funcionando en la Región de Murcia, pues se le permite cualquier cosa, porque es la salvadora de la economía murciana. Pero está salvando la economía a costa de cargarse el ecosistema”, declara con tono enfadado Monedero.
Óscar Alcaraz, ingeniero ambiental que trabaja para la organización Pacto por el Mar Menor, está de acuerdo con Monedero en situar a la agricultura intensiva del campo de Cartagena como principal causa de la contaminación de la laguna en los últimos años. “Al lobby agrícola se le ha permitido de todo estos años. Es el sector mimado y tiene más poder en la región que el turismo y el medio ambiente”, declara Alcaraz.
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Durante las últimas décadas, la agricultura de los campos que rodean el Mar Menor ha pasado de ser una agricultura tradicional de secano que practicaban los agricultores de toda la vida, a ser una agricultura de regadío ejecutada por grandes empresas agrícolas que no se preocupan por cumplir con las directrices medioambientales.
Según Ramón Navia, ingeniero agrónomo que lleva desde 1995 analizando los nitratos del campo de Cartagena, los abonos que utilizan estas empresas están obsoletos y llenos de nitratos. Nitratos que al final, acaban en el mar.
Cuando la zona sufre lluvias fuertes, la tierra de los campos es arrastrada por las corrientes a través de las ramblas y acaba desembocando en la laguna. Las imágenes de las lluvias que asolaron los pueblos costeros este diciembre evidencian que el problema principal es que el mar actúa como un sumidero gigante que se tiñe de marrón cada temporada.
De acuerdo a Monedero, el Mar Menor es una zona vulnerable por nitratos desde 2001. “Cuando algo es vulnerable por nitratos quiere decir que está cerca de tener una concentración de 50 ml por 1000. Actualmente tenemos en los estudios más favorables 300 ml por 1000”, explica.
Pero no solo los nitratos están matando la laguna. Durante años, los regantes y empresas agrícolas han utilizado desaladoras construidas ilegalmente para poder regar sus cultivos. Las salmueras ilegales que se producían tras la desalación, se vertían al mar a través de la infraestructura pública de la Confederación Hidrográfica del Segura. No se sabe a ciencia cierta de cuántas desaladoras contaminantes estamos hablando, pero los ecologistas calculan que los números oscilan entre 1.000 y 1.500.
Tras repetidas denuncias, la Consejera de Medio Ambiente de Murcia, Adela Martínez Cachá, ordenó en mayo de 2016 a la Confederación que taponara con cemento todas las salidas usadas por las desaladoras ilegales. Pero, ¿por qué no se cerraron antes?
Desde la Confederación admiten que sabían de su existencia desde hacía tiempo pero que no consideraron cerrarlas hasta que lo pidió la comunidad por el problema de los vertidos. El portavoz de la entidad sostiene que se activaban durante las sequías y que su creación no tiene raíz en el problema de la agricultura intensiva sino en la “no llegada para los regantes del agua del trasvase del Tajo”.
IV. ¿Una herida mortal?
García asegura que en estos momento, los vertidos superficiales han disminuido muchísimo, sobre todo los que corrían por la rambla del Albujón, en la que el Gobierno pretende instalar un filtro verde en los próximos meses. Aún así, según el ecologista, no se pueden parar los vertidos de golpe porque llevan produciéndose demasiado tiempo.
Pero hay un problema que preocupa aún más: tras largas décadas de explotación agrícola, los acuíferos que corren bajo el campo de Cartagena y desembocan en la laguna, también están cargados de nitratos y pesticidas. Y por desgracia, esos vertidos subterráneos no hay forma de pararlos ni de limpiarlos.
Para Alcaraz, en estos momentos la única esperanza de los vecinos y ecologistas es confiar en que el Fiscal de medio ambiente decida quiénes son los culpables y que la Unión Europea haga lo propio.
Tanto García como Alcaraz y Monedero coinciden en señalar a un mismo culpable: la administración.
“La situación actual es claramente responsabilidad de las administraciones, especialmente los gobiernos de los últimos 20 años», manifiesta García. Sin embargo, la consejera Adela Martínez, lejos de aceptar las críticas, prefiere no buscar culpables. «En este asunto no es cuestión de buscar culpables, sino de trabajar todos juntos en colaboración para buscar todas las soluciones que permitan regenerar el Mar Menor”.
Para que la muerte del Mar Menor no caiga en el olvido, la FAVCAC ya ha convocado una manifestación en abril para denunciar una vez más que el mar es un herido que respira muy a duras penas.
“Esto ha pasado de un lugar paradisíaco a una tierra hostil. Es un legado que tenemos que dejar a nuestros hijos y vamos a dejarles una herencia de mierda. El Mar Menor nos va a quedar solo en el recuerdo, como algo extinto”, denuncia Monedero.
Aún en los mejores pronósticos, los ecologistas tienen dudas de que la recuperación del mar pueda ser completa y de cuánto tiempo puede llevar esa recuperación. Pero quizás, si la administración toma las medidas correspondientes, los nietos de Monedero podrán disfrutar de las aguas transparentes en las que un día se bañó su abuelo y que ahora lucha por defender.
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