Después de siete años de competir en concursos a nivel estatal, Marisa Butler logró cumplir su sueño, ser Miss Mundo. Muchísimas horas de espera y preparación, un sacrificio constante por lucir y aparentar la perfección y la presión de competir contra otras muchas mujeres que tenían el mismo sueño, todo cobró sentido cuando lo anunciaron: «Miss Mundo América es Marisa Butler». Una enorme sonrisa se dibujó en su cara.
Sin embargo, lo que ella había imaginado como una oportunidad para dar voz a mujeres jóvenes y emprendedoras, acabó por ser una vida constante de menosprecio y humillación.
«Ser Miss Mundo América fue horrible, y no se lo desearía ni a mi peor enemigo«, explicaba recientemente en la revista Jezabel; «Fue una experiencia horrible». Butler contó que durante tres años se ha sentido “silenciada y menospreciada” como «reina».
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En octubre de 2019, Butler asistió a una cena con los organizadores y patrocinadores del certamen. Entre ellos, Jacob Arabo, dueño de la joyería de lujo Jacob & Co, sentado a su lado. Mientras comían, Arabo decidió quitarle los palillos y se dedicó a darle el sushi de su mano, ella no supo cómo actuar en ese momento.
Esta fue una de las experiencias paternalistas que han enfrenado la Miss. Butler también explicó que Michael Blakely, el director nacional del concurso, fue testigo aquel incidente y no intervino. De hecho, se reían juntos de la situación y comentaban la “jugada”. «Él no me defendió ni dijo lo inapropiado que era eso, a pesar de que estaba muy claro que estaba angustiada e incómoda», relató la modelo; «Recuerdo que solo quería desaparecer».
Aún más grave es cuando Butler fue presionada para firmar un contrato con la compañía de gestión de talentos personal del mismo Blakey, Electra Star Management. Él le pidió que posara frente a un Ferrari en bikini en honor al Día de la Hump, a lo que ella se negó y consiguió que le permitieran posar con un vestido. Pero de nuevo, tuvo que enfrentar una situación que considera humillante y vejatoria.
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Ser despreciada así «me afectó negativamente, no solamente en mi salud mental durante ese año, sino que alteró casi por completo mi relación con los concursos», dijo Butler al final. «Me sentí tan derrotada».
Lo cierto es que los concursos han evolucionado en las últimas décadas, dejando lugar a las concursantes de tallas grandes, eliminando la prueba de traje de baño e introduciendo a la primera concursante transgénero. Aun así, experiencias como las de Butler dejan claro que los patrocinadores y administradores de los concursos de belleza siguen siendo hombres blancos privilegiados, con capacidad para impulsar estas actitudes opresoras que invisibilizan el empoderamiento femenino que desean las propias concursantes. Lo que lleva a una situación contradictoria para ellas.
«Espero que ninguna niña tenga que volver a vivir ese año infernal que tuve que soportar», dijo. «Porque cuando se hace bien, puede ser una de las experiencias más hermosas, y no deberíamos tolerar nada más que eso en 2022».
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