Un aura lúgubre. Relación intensa. Extraño concepto del amor. Extravagante duo. Y como mucho: una idea tóxica del amor. Con estas palabras los medios se han referido constantemente a la pareja formada por la actriz Megan Fox y el cantante Machine Gun Kelly. Y, en parte, es lógico que sea así, pues son ellos mismos quienes, desde que comenzaron a salir en mayo de 2020, han definido siempre su relación con actos y palabras rocambolescas en la misma línea. “¡El amor duele!”, contestaba hace solo unos días Kelly en una entrevista que les hicieron a ambos para la revista Vogue.
Allí mismo explicaba los detalles de la última de sus “extravagancias” pasionales: el anillo que con el que le ha propuesto matrimonio a la actriz está diseñado para que le duela si se lo quita. “Es una esmeralda pura de Colombia, sin tratamiento”, explica el cantante sobre una sortija que fue tallada bajo sus estrictas directrices por la joyería Stephen Webster. “El concepto es que el anillo se pueda separar para formar dos anillos. Cuando están juntos, están unidos por un imán. ¿Ves cómo se juntan? Y así, forman un corazón oscuro. Las bandas que unen estas dos partes son espinas. Así, si se lo intenta quitar, le dolerá”.
¿Dónde está realmente el problema?
A pesar de que los titulares han repetido esta frase junto con la anécdota de que se bebieron la sangre del otro para mostrar que sus muestras de amor siempre incluyen, de una u otra forma, una violencia explícita, la siguiente respuesta de Megan Fox es quizá más sintomática de las dinámicas de la pareja. Cuando el periodista les pregunta si han cambiado su forma de vestir desde que están juntos, ella se apresura a contestar que “definitivamente sí”: “La moda era algo en lo que antes no pensaba (…) estaba en un plan de me importa una mierda lo que sea que me pongan. Hasta que lo conocí”, explica la Megan Fox, que finaliza contando que ahora su estilista es Maeve Reilly, a la que llegó por medio de Kelly. Para ella, él es un referente por la libertad con la que se expresa.
Teniendo en cuenta que uno de los motivos por los que la pareja lleva un año y medio atrayendo todas las miradas de la prensa y las redes es por sus looks conjuntos, estas declaraciones dejan a la vista que, en realidad, esta conexión entre su forma de vestir no apareció como un destello, ni fue uno de los hilos románticos que los unió. Sencillamente, ella adaptó su estilo –aunque antes no lo tuviera definido– al de él. Y este es solo uno de tantos ejemplos que se pueden ir espigando de sus respuestas en entrevistas. Así, mientras el foco mediático ilumina sus excentricidades, se construye una idea del amor y su correspondiente ideología sobre los afectos o el dolor que llega a un inmenso público utilizando el pretexto de lo subversivo.
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“No lo veo algo mutuo”
“Pretenden presentar como algo muy moderno lo que es super antiguo, porque todo este rollo del sadomasoquismo, y en especial el sufrimiento de las mujeres, viene de la religión cristiana, es decir, de hace 2000 años y forma parte de las raíces de nuestra cultura”, expone Coral Herrera, escritora especialista en el mito del amor romántico. “Desde mi punto de vista es algo super reaccionario, totalmente patriarcal. Un anillo que le duele al quitárselo representa, de alguna manera, no la reivindicación del dolor que hay en el amor, sino el sometimiento de las mujeres para que exista el amor. No lo veo algo mutuo”. Porque lo cierto es que quien lleva el anillo es ella y no él: en ningún momento se deja entrever que pudiera ser al revés.
Sin embargo, sería falso afirmar que Megan Fox no está dando su consentimiento explícito para que todo esto ocurra. Así lo hace en muchos de los post que ha subido en su cuenta de Instagram vanagloriándose de su forma de entender el amor como un sentimiento puro que debe llevarse hasta las últimas consecuencias. Tampoco ella está en una situación de inferioridad de poder frente a él como ocurre en la fórmula más habitual con la que se definen las relaciones de maltrato: a grandes rasgos, ella es más famosa que el cantante, tiene más dinero y suma cuatro años más. Para Marta Roqueta, investigadora en la Universitat Oberta de Catalunya y periodista feminista, este es precisamente un obstáculo muy común para poder distinguir la violencia: “aun tenemos siempre la idea de que una relación de maltrato es una relación monstruosa”.
¿Relación de maltrato o relación tóxica?
Para Roqueta, de hecho, la palabra “tóxico” –quizá la que más ha acompañado las críticas que se profesan contra su relación– es casi un eufemismo que sirve para no nombrar la realidad: “una relación tóxica muchas veces es una relación de maltrato psicológico, de ideas aprendidas por las mujeres de dependencia. En el momento en que la parte agredida se puede defender ante ese maltrato parece que hay una corresponsabilidad y ya se nombra como tóxica, pero siempre hay una persona que empieza; y, sobre todo, no nos olvidemos que vivimos en un sistema muy arraigado que permite que una de las partes, los hombres, se salga más con la suya e imponga sus condiciones con muchas menos consecuencias”.
Como ejemplo, Roqueta se refiere aquí a un estudio reciente encargado por la Delegación del gobierno en España cuyos resultados están en consonancia con su reflexión: son las mujeres con estudios superiores las que más tardan en verbalizar que están en una relación de maltrato. “Solemos pensar que una víctima está desamparada y un agresor es un todo poderoso. Yo creo que una relación como la de Megan Fox y Kelly si le ocurriera a otra mujer con menos poder se vería todo clarísimo, pero cuesta mucho darse cuenta por culpa de ese mito de mierda de la mujer empoderada que nunca sufre”, continúa Roqueta. “Yo creo que todo el mundo tiene muy clara la teoría, pero cuando bajamos a la práctica y empezamos a ver casos cotidianos nos cuesta aún nombrar las relaciones de maltrato. Es entonces cuando preferimos recurrir al tipo de relación tóxica”.
Amor y dolor
¿Duele, entonces, el amor? Quizá no baste con esta pregunta. Quizá sea necesario también interrogarnos acerca de qué se esconde detrás de afirmaciones como las de Fox, quien asegura que el hecho de que su relación sea “un infierno” es lo que la motiva a seguir adelante. “El amor duele sí, si no te corresponden duele, si la persona que te corresponde se muere o está enferma. Si los mitos románticos han durado tanto tiempo es porque tienen una parte de certeza: el amor es un sentimiento muy poderoso. Pero la cuestión es cómo lo presentas y quién ejerce ese dolor”, continúa Roqueta. “La idea de que el amor duele está muy marcada por el género. El amor duele para la mujer, para que acepte de forma abnegada lo que le viene encima, sirve de excusa para que el hombre en un momento reaccione mal y se le perdone”.
A partir de aquí, lo más sencillo sería nombrar a Megan Fox como una víctima y a Machine Gun Kelly como un maltratador. Pero el asunto aquí es más retorcido –y también sería injusto para ella– que la posición que puede observarse desde un análisis externo entre especialistas.
Si preocupa que las relaciones se sigan ejerciendo en estos términos es por la influencia que tienen sobre el relato oficial. “Una y otra vez nos venden el mismo rollo con todos los estilos y maneras posibles. En el pop, en el rock, en el heavy, en el punk, también de manera estética. Solo se trata de estar renovando constantemente la misma ideología patriarcal disfrazada de diferentes formas. Además presentan todo esto del anillo como si fuera un asunto de sofistificación”, afirma Coral Herrera, cuya obra se ha centrado precisamente en la radicalidad de todo lo contrario: “lo rompedor es la ruptura que hace falta entre el amor y el sufrimiento, es dejar de asociar ambos términos como si fueran uno solo porque en el fondo toda esta ideología únicamente beneficia a los hombres”.