A mediados de julio de este año, la corte constitucional de Colombia amplió el derecho a la muerte digna. Ahora, las personas que no padecen una enfermedad terminal tienen la libertad de decidir cuándo morir. Ese es el caso de Martha Sepúlveda, la primera colombiana beneficiada de esta nueva norma.
Sepúlveda tiene 51 años y desde hace tres sufre de esclerosis lateral amiotrófica, una condición que en poco tiempo le ha quitado la capacidad de caminar. Esta es una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta directamente las células nerviosas del cerebro y la médula espinal. Poco a poco, los pacientes que la padecen comienzan a perder el control de su cuerpo y a sentir dolores cada vez más punzantes.
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Por ese motivo la colombiana oriunda de Medellín se siente muy afortunada, incluso, dice entre risas que es un mujer con suerte.
«Yo soy de buenas (modismo colombiano para referirse a alguien con mucha suerte) Yo tengo buena suerte. Estoy más tranquila desde que me aprobaron el procedimiento», dijo Martha Sepúlveda en una entrevista con el canal Caracol. «Me río más y duermo más tranquila».
Ciertamente, ella se siente una mujer con suerte porque no contaba con que la corte constitucional ampliara el derecho a la muerte digna. De hecho, una semana después de aprobada la corrección de la ley, la colombiana solicitó al sistema de salud acceder a la eutanasia. Sorpresivamente, un par de semanas después, su petición fue aprobada.
Y es que aunque en Colombia el derecho a la muerte digna existe desde hace varios años, los trámites que deben realizar los pacientes son bastante largos. Algunos procesos se extienden meses o años.
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Al contrario de lo que muchos pensarían, Martha Sepúlveda es una católica ferviente, pero su deseo de partir es aún más fuerte que su arraigo religioso.
Como madre ella tiene una interpretación propia de su religión. Su planteamiento es simple: ningún padre quiere ver sufrir a sus hijos.
«En el plano espiritual yo estoy tranquila. Me considero una persona muy creyente de dios, pero creo que dios no me quiere ver sufrir. Ningún padre quiere ver sufrir a sus hijos. De hecho, para mí, esto lo está permitiendo dios», manifestó.
Su fe la llevó a confesarse con un sacerdote, por aquello de irse en paz y recibir el perdón de su dios, según sus creencias. Infortunadamente, para su desdicha, el cura no la pudo emancipar, pues su decisión de tener una muerte digna va en contra de los valores de su iglesia.
«Lo mejor que me puede ocurrir es descansar. No quiero sufrir más, estoy cansada. ¿Luchar? Lucho por descansar»: Martha Sepúlveda.
Pese a la negativa de la iglesia, Sepúlveda escogió el día domingo 10 de octubre para morir. ¿La razón? Todos los domingos en la mañana asistía a la eucaristía.
Finalmente, su familia está de acuerdo. Sus hijos y sus hermanos la respaldan. Su madre, por aquello de sus creencias, se muestra renuente pero no interviene en la decisión de su hija.
«Yo sé que el dueño de la vida es dios. Nada se mueve sin su voluntad, por eso yo creo que él está permitiendo esto. Él me está premiando a mí porque no voy a estar postrada en una cama», sentenció.
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