Llegamos a Gonzales Catán después de poco más de una hora. El comedor de Gaby fue fácil de encontrar, era como una de las tantas casas que se encontraban en la cuadra pero con la reja y puertas abiertas. Las paredes del lugar se teñían con el Sol de la tarde y los colores de los dibujos se encendían, los niños pintados en el mural cobraban vida. No había dudas de que había una calidez de hogar, apenas traspasamos la puerta nos ofrecieron café y facturas. «Esta solía ser la casa de mis padres, mi cuarto estaba donde hoy está la cocina», nos cuenta Gabriela Guerreros mientras nos muestra cada espacio de su comedor comunitario. Pirámides de comida no perecedera se acumulan prolijamente en el living y un rayo de luz traspasa las rejas de la puerta de entrada.
“A los pastores nunca les di la posibilidad de que hablen sobre mi sexualidad. Luego de los 21 años con mi comunidad lo hablé y en su momento, por una cuestión de cuidados, elegíamos donde hablar sobre eso, la comunidad me resguardaba. Ahora ya es público».
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Gabriela Guerreros tiene 42 años, es ministra religiosa y pertenece a la Comunidad Pentecostal Dimensión de Fe desde los noventa, cuando empezó a acompañar a mujeres, niñas y jóvenes de los bordes del conurbano.
«Yo me defino cómo una persona creyente, militante. Soy ministra religiosa, soy lesbiana y una activista por los derechos de todas las personas en su diversidad sexogenérica y soy mestiza».
Nos recibe en su comedor con una remera que tiene el retrato las activistas LGBTQ+ Diana Sacayán y Lohana Berkins, mujeres que fueron una grandes luchadoras por los derechos de la comunidad trans y travesti.
«Cuando logramos que varias compañeras nos digan ‘Yo no me haría un aborto pero no puedo decirle a mi amiga, mi hermana o mi prima que no se lo haga’ fue maravilloso».
Gabriela no es una pastora convencional, no trabaja para dejar cómodos a los que están convencidos de que todo está bien cómo está, desarma estructuras a cada paso que da y con cada palabra que predica: «Yo fui la primera mujer ordenada soltera y en concubinato, eso sirvió para traer un montón de cambios positivos dentro de la institución. Cuando llegué a la comunidad religiosa, pensé que era la comunidad más progresista que podía encontrar dentro del mundo evangélico. Mi viejo fue pastor y un tío mío también. El rol al que siempre me predestinó la comunidad era estar en el área de la música, ser maestra de escuela dominical o participar de los espacios de mujeres, donde duré una reunión».
«Yo no digo Dios, digo divinidad de muchos nombres porque intento pensar que no hay una sola manera de ver a dios/diosa. Sino que desde la concepción personal y que eso se manifiesta cómo la persona quiera».
Ella no duda en borrar los límites imaginarios que muchos crean entre la política y la religión, para ella el trabajo que se hace en cada espacio de contención trasciende la palabra santa, alimentar el espíritu es tan importante como alimentar la panza. «Decían que hacíamos política pero no proclamábamos la palabra de Dios, pero para nosotros proclamar el evangelio es hacer política. Cuando Jesús dijo ‘Cada uno tiene que compartir y dar según su capacidad’ muchos se dan cuenta ahí que eso se parece mucho a lo que decía Marx. Jesús fue el primer comunista, mucho antes de Marx».
Una pasada por el buscador de Google y podemos ver de lo que habla Gabriela, ella con su militancia ha logrado mover el orgullo de muchos sectores conservadores que hasta la han acusado de ser el mismísimo diablo personificado. Las palabras de esta pastora no dejan nada por sentado, su mirada feminista tiñe cada extracto de la biblia que comenta: «En los salmos tenemos imágenes femeninas de Dios. Jesús se encontró con mujeres y con varones pero a quien se le reveló la resurrección fue una mujer, fue una mujer la que estaba convencida y sus compañeros varones dijeron ‘esta está loca’. La gran primera fundadora y discípula fue una mujer. Jesús sin duda era feminista. Era antiimperialista porque le dijo al poder de turno que eran los romanos ‘Señores, ustedes hagan lo que quieran pero de este lado las cosas se van a manejar distinto'»». Y si Jesús era feminista entonces Gabriela no se iba a limitar a pensar estos extractos como un mero concepto, sino que se dedicó a proclamar su palabra.
«Yo no creo en las relaciones monógamas, y eso expresarlo dentro de la comunidad fue liberador».
Es que además de ser una de las pocas mujeres pastoras solteras y lesbianas que tiene la iglesia, no se ha callado ante los debates sobre el aborto que se vivieron en Argentina en los últimos años.
«Con el aborto y los encuentros de mujeres empezamos muy de abajo y cuando empezamos a interpelarnos y a decir que la iglesia tiene voz y no está ajena, en los encuentros de mujeres se nos acercaban y nos decían ‘Yo voy a la iglesia'». Y así Gabriela se fue ganando un lugar importante en los encuentros de mujeres y en la campaña del aborto legal, tal es así que uno de los testimonios más recordados que se presentaron en diputados fue el que ella protagonizó.
«Lo de diputados fue tremendo porque no pensábamos que iba a generar tanto revuelo. Generó una cuestión muy persecutoria pero tuvo un lado muy positivo. Me escribió muchísima gente de todas las edades diciéndome que les había hecho muy bien escucharme, que se habían dado cuenta que la fe y la espiritualidad y el feminismo pueden convivir».
«Siempre tenía esa sensación de no encajar, me causaba molestia pero al mismo tiempo me hacía estar segura. Trabajar en los barrios me dio esa sensación de libertad, pero siempre sentía que me estaban viendo y observado».
Pero los cambios no deben darse solo en las iglesias, sino que también propone otra mirada de la religión desde el feminismo: «Cuando decimos ‘Iglesia basura, vos sos la dictadura’ ese canto hay que cambiarlo. Porque cuando hablamos de iglesia nosotros hablamos de comunidad, otra cosa es hablar de iglesia jerarquía, durante la dictadura cívico militar hubo muchos muertos cristianos y cristianas».
El espacio donde nos recibió se define como ‘Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario para atención integral en salud de la población TLGMBINBQ+ y consumo problemáticos para todas las edades’, desde su definición no se presenta a Jesús, a Dios ni cualquier otra divinidad, sino que el centro está puesto en las personas a las que este lugar les abre las puertas.
«Este es un espacio de encuentro que no te pide nada para entrar. Tenemos las que se definen como cristianas católicas pero no van a la iglesia, otras de religión umbanda, otras evangélicas pentecostal y que han sabido reconciliarse ya que para el mundo evangélico la persona lesbiana o mar$%# es un enfermo y una persona travesti trans es una endemoniada».
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Para las fotos finales, Gaby se cambia la remera de Diana y Lohana por una bata violeta con la bandera del orgullo LGBTIQ+ cocida cuidadosamente, que muestra con mucho orgullo. Se la pone y se le ilumina la cara, ese atuendo define y engloba todo lo que ella es y logró, está hecha a su medida y se nota. Es que la ‘pastorta’ Gabriella Guerrero no encaja en las medidas y moldes que establece la iglesia y la sociedad.
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