Natalie Claytor y Manuel Moreno esperaban a su bebé. Quedaban solo unas semanas hasta su fecha prevista cuando en una de las revisiones el médico pronunció la frase más difícil de escuchar para cualquier padre: “Lo siento. No hay latido”. Natalie ya había sufrido dos pérdidas con anterioridad, pero esta vez tenía que enfrentarse a la dura decisión de dar a luz a un bebé sin vida.
“Cuando nació siempre teníamos esperanza de que se habían equivocado e íbamos a escuchar ese llanto tan esperado”, explica Natalie en el Gofundme de su proyecto. “Nació perfecto, pero durmiendo”.
Cuando llegó el doloroso momento, Manuel se sintió incómodo con la idea de coger a su hijo. Natalie lo animó. “Es tu hijo, tienes que despedirte de él”, explica ella en declaraciones a Nius. Y lo hizo. Y ahora agradece haberlo hecho.
“Nos dejaron cogerle en brazos y estuvimos con él una hora, lo que en el momento pareció unos 5 minutos, hasta que su papá le dio su último besito de despedida. Yo seguía en la cama, ya que me tenían que coser. Nunca llegué a levantarme con mi hijo en brazos”, explica Natalie.
En el hospital les dieron el gorro, la pulsera y la huella de Óliver grabada en un papel. Natalie y Manuel se fueron a casa con esos recuerdos en una caja y no fue hasta un año después que volvieron a abrirla. En todo ese tiempo siempre sintieron que algo les faltó aquel día oscuro en el hospital: “Nos trataron muy bien en el hospital, pero había algo que no podían darnos, más tiempo. Todos los días de mi vida deseo haber tenido más tiempo con Óliver”.
De esa sensación nació El Legado de Óliver, una iniciativa benéfica que pretende ayudar a esas familias que, por desgracia, van a pasar por lo mismo que pasaron ellos.
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Aún sumergidos en su duelo, los padres de Oliver encontraron una salida a su dolor mientras miraban Netflix. “Viendo la serie New Amsterdam había un capítulo de una mujer que iba a perder su bebé”, recuerda Natalie. Dudaron de la conveniencia de verlo, pero al final se animaron, y allí vieron algo que encendió sus miradas.
En el capítulo, el hospital le ofrecía un Cuddle Cot o ‘cuna de abrazos’ al personaje que acaba de perder a su hijo. El Cuddle Cot es una pequeña unidad de enfriamiento que se acopla a la cuna del bebé, dándole a los padres ese tiempo tan necesario para ayudarles con el proceso del duelo. “Es una máquina muy chiquitita con un ventilador que a través de unos tubos va pasando aire frío que evita los cambios que provoca la muerte, como el cambio de color de la piel”, explica Natalie a Nius.
Tras ponerse a investigar descubrieron que la máquina se fabricaba en Inglaterra y los hospitales de España apenas tienen. Así que empezaron a recaudar fondos para conseguir que el hospital donde nació Óliver tuviera al menos una.
Desde que empezaron con su iniciativa han donado dos Cuddle Cot (cada sistema cuesta alrededor de 3.000 euros) y han recaudado fondos adicionales para comprar otros dos. Y es solo el principio.
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