Las autoridades australianas se han dado por vencidas en la lucha contra el ácaro Varroa que viene provocando la muerte de millones de abejas.
El parásito se detectó hace más de un año y desde ese momento se viene implementando un plan para erradicarlo pero no ha tenido éxito.
Este ácaro ha dejado millonarias pérdidas a los apicultores y ha obligado a sacrificar más de 40 millones de abejas.
«Los ácaros Varroa son la plaga más grave de las abejas melíferas en todo el mundo. Si el ácaro no se trata matará a cualquier colmena que infecte. Todas las colonias de abejas salvajes y no tratadas acabarán muriendo», dijeron las autoridades.
El problema es de grandes proporciones porque las abejas cumplen un papel importante en la polinización de los cultivos. Ante esto, se estableció una zona de control en un área de más de 16.000 kilómetros cuadrados pero el ácaro se ha venido expandiendo.
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El gobierno del estado de Nueva Gales del Sur dijo que las medidas adoptadas han alcanzado un límite técnico; luego de que se invirtieran unos 70 millones de dólares estadounidenses para controlar al parásito.
Los expertos explicaron que el Varroa viene propagando un virus que le impide a las abejas volar, recoger alimentos y polinizar los cultivos.
Además, este ácaro de color marrón rojizo se adhiere a las abejas y al llegar a las colmenas termina atacando a otros ejemplares y expandiendo el virus.
El Varroa se detectó por primera vez en junio de 2022 en un puerto de Newcastle y desde entonces ha causado graves estragos en zonas donde la producción de miel es muy importante para Nueva Gales del Sur.
Los apicultores consideran que el ácaro podría disminuir drásticamente las poblaciones de abejas que compiten con otras aves y zarigüeyas por los árboles y el néctar.
«El ácaro sólo debería afectar a Apis melifera, la abeja melífera europea; la cual fue introducida en Australia hace 200 años», explicó Patrick O’Connor, experto de la Universidad de Adelaida.
Las autoridades temen que este ácaro también afecte a las abejas nativas australianas y por eso se viene haciendo un seguimiento a estos animales.
«Es poco probable que se propague a otros insectos en Australia; ya que son biológica y ecológicamente lo suficientemente diferentes», dijo O’Conno, que también es miembro del Consejo de Biodiversidad.
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