¿Qué harías para salvar tu vida? ¿Cuál sería tu límite? El montañista Aron Ralston tuvo que responder esta pregunta y decidió que valía la pena cortar su propio brazo para sobrevivir, después de un grave accidente.
Para empezar, digamos que Aron Ralston es un hombre normal. Nació en Marion, una ciudad del estado de Ohio, y desde que era joven le gustó mucho la aventura. Ralston estudió Ingeniería en la Universidad de Carnegie Mellion, y siguió practicando todo tipo de deportes durante este tiempo.
En el año 2003, Ralston decidió dejar su trabajo y dedicarse a escalar algunas de las grandes montañas de Estados Unidos. En ese momento, Ralston ya era un escalador con experiencia, por lo que iba solo a explorar los acantilados, y usualmente no avisaba a nadie cuando emprendía un nuevo reto.
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La mañana del 26 de abril, Ralston se encontraba en el Cañón Bluejohn, uno de los más visitados por los montañistas de Utah, y su recorrido parecía ser completamente normal hasta que ocurrió una tragedia que cambiaría su vida para siempre.
La zona en donde Ralston estaba haciendo montañismo cedió, y después de caer varios metros, el joven estadounidense terminó en el fondo del cañón. Increíblemente, caer desde la cima de una montaña no fue la peor parte, ya que varias piedras también se desprendieron y una cayó sobre el brazo derecho de Ralston.
Herido, desorientado y con una roca de 360 kg aplastando su brazo, Ralston notó que no podría sobrevivir sin ayuda; pero como no había informado dónde estaría, también sabía que nadie lo iba a buscar.
La única esperanza de Ralston era que alguno de sus amigos o familiares notara su ausencia, y decidiera investigar dónde estaba. En esta terrible espera, Ralston pasó cinco días atrapado en medio del cañón, con la piedra que le aplastaba el brazo como única compañía.
Ralston intentó cortar su brazo de distintas maneras, pero ninguna funcionaba. Lo único que lograba era hacerse cortes profundos, sin alcanzar el hueso.
Durante la noche del cuarto día, el joven montañista se quedó sin comida ni agua, por lo que decidió tallar su nombre, fecha de nacimiento y el supuesto día de su muerte en la piedra, porque estaba seguro que no sobreviviría. El peso de la roca cortaba la circulación a su brazo, por lo que este había empezado a descomponerse, haciendo que Ralston se desesperara aún más.
Delirante, acercándose al final de sus fuerzas, Ralston decidió hacer un último esfuerzo para liberarse. Con una navaja y haciéndose un torniquete a la altura del antebrazo, Aron Ralston se amputó la parte de su extremidad que estaba atrapada bajo la roca.
Luego de cortar su propio brazo, el montañista subió la pared del cañón por el que cayó, luego, bajó de la zona más alta de la montaña y comenzó a caminar hacia su automóvil. Nuevamente, el camino parecía ser demasiado difícil, y Ralston estuvo cerca de desmayarse en varias ocasiones.
Era poco probable que consiguiese llegar a su auto por cuenta propia, el joven perdía mucha sangre y estaba tan deshidratado como hambriento. Afortunadamente, Ralston se encontró con una familia de turistas neerlandeses, quienes lo ayudaron y alertaron a las autoridades.
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Después de un largo proceso de recuperación, Ralston pudo reponerse de sus heridas. Su historia atrapó la atención de la prensa internacional y fue invitado a numerosos programas de televisión.
Igualmente, el director de cine británico, Danny Boyle, dirigió una película basada en la experiencia de Aron Rolsten y todo lo que tuvo que hacer para sobrevivir. El filme se llama 127 Horas para Sobrevivir y fue estrenado en abril de 2010.
Actualmente, Aron Ralston sigue siendo un montañista dedicado, tiene dos hijos y ocasionalmente da charlas motivacionales. En cuanto a su brazo derecho, los rescatistas lo liberaron de la roca y este después fue incinerado, Ralston esparció sus cenizas en el Cañón Bluejohn.
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