El pasado 1 de abril, los trabajadores de un almacén de la empresa Amazon en Staten Island (Nueva York) votaron a favor de formar un sindicato. Se trataba de un hecho histórico: nunca antes en EEUU la compañía había contado con una unión sindical similar. El precedente que asentaba era importante: Amazon tiene en plantilla 1,1 millones de trabajadores solo en EEUU. Lo que significa que una de cada 300 personas en el país trabaja directamente para la organización de Jeff Bezos.
Con 2.654 votos a favor y 2.131 en contra se abría una nueva etapa sindical. «Es oficial. El ALU es el primer sindicato de Amazon en la historia de Estados Unidos. ¡Poder para el pueblo», tuiteaba la organización en su perfil aquel día.
Y todo, a pesar de los esfuerzos de Amazon para que no ocurriera. Según la declaración de gasto que la compañía presentó ante el Departamento de Trabajo y que puede visitarse en su web, solo en 2021 invirtieron 4,3 millones de dólares en la consultoría Burke Group, especializada en educar y entrenar a aquellos en puestos de gestión para evitar la sindicación de los trabajadores.
Para más información – Trabajadores de Amazon crean el primer sindicato de la historia de la compañía en Estados Unidos
Al similar ocurrió en Starbucks en 2021, los trabajadores de dos de sus cafeterías –de un total de 8.000 establecimientos– constituyeron el primer sindicato en Estados Unidos de la compañía. Tampoco en este caso, desde la dirección tuvieron reparo alguno en mostrar públicamente su disgusto ante la noticia. «Si una parte significativa de nuestros empleados se sindicalizara, nuestros costes laborales podrían aumentar y nuestro negocio podría verse afectado negativamente”, expresaban en un comunicado de prensa. «Estos podrían tener un impacto negativo en cómo se percibe nuestra marca y tener efectos adversos en nuestro negocio, incluidos nuestros resultados financieros”.
Pocos días después se sumaron medio centenar de cafeterías alrededor del país. En agosto, los trabajadores anunciaron que más de 200 locales de la cadena en EEUU había empezado los trámites para la unión sindical.
En un país con escasa tradición sindical y regulaciones laborales débiles, los casos de Amazon y Starbucks son tan históricos y memorables –la union sindical ha aumentado un 57% entre octubre y marzo–, como atrevidos. Ha llegado el turno del contraataque de los gigantes empresariales.
Starbucks anunció a comienzos de mayo un aumento de sueldo para todos sus trabajadores, entre otros beneficios. Pero había una excepción: quienes estuvieran unidos al sindicato de la empresa o en proceso de hacerlo no recibirían la subida de salario. La respuesta fue inmediata. SB Workers United informaba a través de Twitter que había presentado una demanda contra las “amenazas” de no incluirles en dichos beneficios.
“Hemos presentado cargos contra las amenazas de Howard Schultz de que las tiendas sindicales no recibirán estos beneficios. Así no funciona la legislación laboral y Starbucks lo sabe”, escribían.
Amazon, por su parte, también está recurriendo a métodos similares o incluso más contundentes. Pocos días después del anuncio de la victoria sindical, despidieron a seis gerentes por no impedir la movilización. Y hace unos días han tomado las mismas medidas con dos líderes sindicales de un gran almacén de Amazon en Staten Island.
Según recoge un testimonio en ‘El País’ de un repartidor de Amazon, el clima diario en empresa está enraizado en la intimidación para que voten en contra de la unión sindical. En el tablón de anuncios pueden leerse mensajes tan directos como este: “para pagar la cuota sindical tendrás que quitártelo de la cena”. Sin embargo, él mismo afirma que no quiere participar, no tanto porque no comparta las reivindicaciones de sus compañeros, sino porque necesita “conservar el puesto de trabajo”. Tiene tres hijos y su mujer está enferma y en paro.
Lo que los trabajadores sindicados se esfuerzan por recordarles al resto es que sus condiciones son tan ínfimas que su salud está en juego –y si algo les ocurre, tampoco podrán mantener a sus familias–. “Pusimos en riesgo nuestra salud y seguridad trabajando durante la pandemia. Pero luego oímos a nuestro CEO anunciar ganancias récord… Este dinero proviene de mi trabajo y el trabajo de mis colegas. Tengo compañeros que lloran en la trastienda porque no saben si podrán pagar el alquiler y llenar la nevera esta semana”, explica en el mismo medio Eisen, una barista de Starbucks.
Aún sin conocer el resultado final de este embate, lo queda claro es que igual que la Gran Renuncia vivida hace unos meses, estas uniones sindicales insólitas marcarán un antes y un después.
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