Aunque la ONU condena estas prácticas, catalogándolas como formas de tortura, en Colombia aún son legales.
Cuando saliste del clóset, ¿cuáles fueron las respuestas de tus familiares? ¿Te obligaron a asistir al psicólogo? ¿A hablar con un sacerdote?
Estos esfuerzos de obligar a los pertenecientes de la comunidad LGBTIQ+ a distintas prácticas, con el objetivo de cambiar la identidad u orientación sexual, son llamadas en Colombia como ECOSIEG (Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual e Identidad y Expresión de Género).
Y, aunque la ONU condena estas prácticas catalogándolas como formas de tortura, en el país aún son legales. Van desde métodos psicológicos hasta físicos, partiendo de la premisa de que ser parte de la comunidad LGBTIQ+ es una condición que debe ser «curada» o «corregida». Suelen ser en entornos religiosos y de salud mental, donde se aplican especialmente sobre niños, adolescentes y jóvenes, generando graves daños psicológicos y emocionales.
Activistas de la comunidad están buscando prohibir estas prácticas aunque el proyecto haya enfrentado distintos obstáculos en el camino legislativo. En especial, porque es una discusión que no hace parte de la agenda prioritaria del Congreso de la República.
Hablamos con Danne Belmont, la directora de la fundación Grupo Acción y Apoyo Trans y cabeza del proyecto de ley Inconvertibles, que busca visibilizar las consecuencias psicológicas y emocional de las ECOSIEG.
Proyecto de Ley Inconvertibles ha presentado demasiados obstáculos en su aprobación
PlayGround: ¿Podrías explicar qué son las terapias ECOSIEG y cómo impactan la vida de las personas LGBTIQ+ en Colombia?
Es un error llamar terapias de conversión porque sigue dándole validez a este término de terapias y que es posible convertir. Por eso este nombre de ECOSIEG es el acrónimo de Esfuerzos de cambio de la orientación expresión identidad de género. Es un término mucho más adecuado porque permite visibilizar las múltiples formas en que las personas de los sectores LGBTIQ+ hemos sido sometidas por intentar cambiar o corregir nuestra orientación sexual o de género.
Aquí en Colombia digamos, ha tenido una particularidad cuando empezamos a hacer esta investigación y encontrábamos que era un tema de invisibilidad. El hecho de que en mi caso fuera uno de los primeros en salir en un medio de comunicación (fue en PlayGround) hablaba también de que hay una naturalización e invisibilización de este tipo de violencias. Cuando empezamos a hacer todo el proceso de rastreo de información en busca de casos de personas que hayan sido también sometidas a este tipo de torturas, encontrábamos que habían incluso unos matices.
La gente sabe de las terapias de conversión como estos exorcismos o terapias de electrochoques, pero en el conflicto armado, algunos actores armados violaban a personas de los sectores LGBTIQ+ para intentar cambiar o corregir su orientación sexual o identidad de género. O las obligaban a desplazarse del lugar de donde estaban o les hacían procesos, por ejemplo en mujeres trans cortarles el cabello o someterlas a tipos de tratos crueles e inhumanos realmente para intentar enviar este mensaje de cambiar a la persona.
Muchos de los panfletos que llegaban amenazando a personas de los sectores LGBTIQ+, en el marco de los últimos 50 años en el conflicto armado, se han registrado que tienen que ver con esta idea de: «o usted cambia quién es o se tiene que ir de acá». Y eso de entrada es una idea instaurada que tenemos en la sociedad: de que es posible cambiar la orientación sexual e identidad de género de las personas.
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PG: ¿Qué le dirías a las personas que piensan que visibilizar a la comunidad LGBTIQ+ es una manera de imponer su orientación sexual?
En Colombia, por ejemplo, cuando ocurrió el tema del plebiscito por la paz empezaron a mentirles a las personas y a decir: «Es que quieren volver homosexuales a todos los niños». No, las personas de los sectores LGBT no queremos convertir a nadie. Queremos que las personas puedan libremente informarse y reconocer que, si tienen una orientación sexual diferente a lo que la norma les manda, no tienen que sufrir violencias. Intentan vender que nosotras quisiéramos hacer terapias de conversión a los heterosexuales. No se les va a pegar ni viendo novelas ni viendo personas LGBTIQ+ libres.
Si eso fuera así las personas de los sectores LGBTIQ+ no existiríamos porque la cultura históricamente solamente ha mostrado imágenes de personas cisgénero y heterosexuales.
PG: Mencionabas «mi caso», ¿cuál fue tu caso?
Hace como unos dos o tres años empecé a hablar de esto públicamente porque incluso para mí era algo muy natural. Mi familia, a través de diferentes prácticas, empezó a buscar un acompañamiento cuando yo les dije que era homosexual. Y el acompañamiento que encontraron fue muy dañino porque, a través de una psicóloga y unos familiares, empezaron a someterme a una serie de exámenes donde empezaban a descartar porque sí o porque no era homosexual. Entonces le decían a mi familia: «¿A él lo violaron?» Y como no había pasado nada de eso, empezaron a hacerme un examen de hormonas.
Concluyeron que a mis 11 debía tomar hormonas porque iban a armonizar el organismo y dejara de ser homosexual. Así me empezó a crecer mucho el vello corporal, me empezó a cambiar la voz, yo era una de las personas más altas del salón y fue toda esta serie de cambios muy abruptos.
Pero cuando eso no funcionó, me llevaron a un exorcismo en una Iglesia Cristiana y Católica para «sacarme el demonio de la homosexualidad». No me dejaban dormir o comer y me preguntaban si yo seguía siendo gay. Yo decía que sí y solo me repetían: «Te tienes que arrepentir, te tienes que arrepentir». Eran jornadas que duraban mucho tiempo, hasta las 3 o 4 de la mañana y yo de pie rodeado de muchos orando por mí.
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PG: ¿Por qué están tan normalizadas las ECOSIEG?
Las personas se encuentran en estos lugares y se disfrazan de muchas formas. Hay personas que hablan que ingresaron a una IPS o a un hospital psiquiátrico, porque era una persona LGBTIQ+. A veces algunos familiares te dicen en reuniones: «Es una etapa, se le va a pasar. Es que no ha besado una niña».
Hay una idea cultural que hay de que algo nos falta a las personas LGBTIQ+ para poder ser nosotras mismas, que es una etapa que es un proceso suele ser a veces muy dañina porque eso no está acompañado con temas como: «Ok, es un proceso de descubrir tu sexualidad» o «Hablemos de educación sexual integral» o «Hablemos de reconocer tu cuerpo, el placer que te gusta, el deseo, el amor, las relaciones familiares, cuál es tu proyecto de vida». No, de esto no se habla y es lo que debería importarnos.
Claramente el proyecto de ley no va a cambiar esto, pero si es un llamado de atención grande. Y sí es muy importante que las personas reconozcan que esto ha pasado y sigue pasando en la actualidad.
PG: ¿Cómo respondes a quienes defienden las terapias de conversión desde una perspectiva religiosa, cultural o “de salud mental”?
Nos ha pasado mucho en el debate el proyecto de ley se va a volver a presentar porque en el tercer debate que había programado para el Senado no lo quisieron programar para el debate. No es que el proyecto de ley se haya hundido porque no habían votos. Los votos estaban. ¿Quién va a estar en contra la tortura? Nadie. Ningún político ni la sociedad en general.
Lo que pasa es que se construyen narrativas super violentas alrededor de las personas LGBTIQ+. Hemos tenido que soportar incluso violencia simbólica en la tercera audiencia. Fueron seis horas de debate es una de las audiencias más largas que ha tenido el Congreso de la República. Había más de 85 personas inscritas para poder hablar y mucho de lo que escuchamos en esos escenarios eran personas del común que entraban, nos decían: «Usted se va a ir al infierno». Nos trataron también de pervertir violadores, nos dijeron que somo aliadas de Hamas, que éramos terroristas, iluminatis, les faltó decirnos terraplanistas y reptilianos.
Eso demostró que la sociedad colombiana también tiene mucho que trabajar sobre temas de educación sexual integral. Entonces es invitarles como a reflexionar en eso. Muchas de las personas que realmente someten a sus hijos a este tipo de terapias, lo hacen desde la ignorancia. No hay un miedo a que el hijo sea gay, sino a que la vida de esa persona sea complicada.
PG: ¿Crees que eventualmente se podrá a sacar el proyecto adelante?
Yo creo que es un trabajo. Hemos tenido un avance muy grande desde hace tres años hasta ahorita. En las marchas de este año se hablaba de #NadaQueCurar. Eso es importante para el movimiento Y le apostamos realmente en este momento el proyecto de ley porque es lo que nos permitirá crear un avance.
Si te interesa conocer más sobre el movimiento #NadaQueCurar o quieres contar tu testimonio, puedes seguir su cuenta de Instagram.
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