La microhomofobia son actitudes, juicios y comentarios cotidianos que se realizan contra personas LGTB+ y que estandarizan el rechazo de gais, lesbianas, bisexuales y trans. La mayoría de las veces se hacen en tono de broma y promueven clichés, estereotipos y etiquetas, negando por completo la diversidad dentro del colectivo.
A simple vista estos comentarios parecen inofensivos ya que, al igual que los micromachismos, se han incorporado tanto en nuestro día a día que se han disfrazado de normalidad.
Con el fin de acabar con la microhomofobia, seleccionamos una lista de frases, preguntas, gestos y tópicos que se pasean a sus anchas por el vocabulario y por la mente tanto de heterosexuales como de miembros de la propia comunidad LGTB+ y a los que hay que parar los pies de una vez.
Decir que alguien no parece gay o lesbiana no es un piropo, ya que estamos menospreciando a todos aquellos y aquellas que sí lo aparentan, como si eso fuera algo negativo. Tradicionalmente suponemos que un chico es gay porque tiene cierta feminidad y suponemos que una chica es lesbiana porque tiene una masculinidad manifiesta, es decir, porque tienen comportamiendos asociados al sexo opuesto. Cuando percibimos esta pluma la censuramos en seguida. Sin embargo, cuando un homosexual no aparenta serlo, lo tomamos como una virtud porque en el fondo estamos alabando que siga los roles de género que impone la sociedad hetenormativa.
El uso de la palabra “gay” o “maricón” como insulto para señalar a un hombre que no se comporta como se supone que tiene que comportarse un hombre en sociedad se ha extendido. Son dos palabras convertidas en despectivos que utilizan sobre todo los hombres heterosexuales para agredirse y desacreditarse entre ellos. Cada vez que un varón no es lo suficientemente fuerte, valiente, duro, frio, violento, ágil o dominante se gana el peyorativo «qué marica» porque está siendo un no-hombre, algo que también señala Asier Santamari(c)a en Píkara.
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Que un chico sea gay no significa que le gusten todos los hombres del mundo. ¿Acaso a un hombre heterosexual le gustan todas las mujeres? ¿Y a una mujer hetero le atraen todos los hombres del planeta? ¿Son solo los heterosexuales los únicos con capacidad de criterio para poner filtros a sus relaciones? A homosexuales y bisexuales, no todo nos vale a la hora de tener sexo.
Comentarios como “te han hecho daño los hombres y ahora tienes que probar con mujeres”, “eso es porque no has encontrado al chico correcto” y “te falta probar una buena polla” denigran la identidad sexual de una mujer lesbiana. Todos ellos dan a entender que una mujer es homosexual debido a sus malas experiencias con el catálogo masculino, como si su orientación sexual dependiera de frustraciones. A alguien heterosexual, nadie lo cuestiona. En cambio, una mujer lesbiana se enfrenta constantemente a estas sospechas.
Muchos hombres heterosexuales creen que tienen la postestad de invadir la intimidad de una pareja de lesbianas y, sobre todo, vuelcan en ellas sus fantasías sexuales. Preguntas cómo “¿os podéis dar un beso delante de mí?” o “¿hacéis la tijereta?” son una forma más de acoso e intimidación.
“Esto es una fase”, “son cosas de la adolescencia”, “seguro que te han convertido”, “ya se te pasará”. Mi sexualidad no es ningún trance, ni ninguna etapa con fecha de caducidad ni he tomado alucinógenos que confunden lo que siento. No estoy siguiendo ninguna moda, ni mucho menos soy un infiel por no cumplir el dogma de la heterosexualidad imperante.
Gracias por la ayuda, pero yo también sé conocer gente por mí mismx. No somos especies exóticas destinadas a juntarnos entre nosotrxs para hablar de nuestras rarezas. Quizá nos caemos mal. Que compartamos condición sexual no significa que seamos almas gemelas.
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Las personas bisexuales no son viciosas —y qué si lo fueran—, simplemente disfrutan de su sexualidad y afectividad tanto con hombres como con mujeres. Al abrir el abanico a más de una única opción sexual, heterosexuales y homosexuales ven con recelo y miedo que las personas bi desafíen sus patrones.
La bisexualidad tampoco es un tránsito hasta que descubramos si nos gustan más los hombres o las mujeres. La homo y la heterosexualidad no son el estado final de la sexualidad. Es una pregunta en apariencia morbosa que puede esconder inseguridades.
De la misma forma que el “no pareces gay/lesbiana” no es un halago, el “no se nota que seas trans” parte de un desconocimiento total que puede llegar a ser muy ofensivo. En lugar de ser un refuerzo positivo se puede convertir en un arma estigmatizadora. La identidad trans es muy diversa y no tiene por qué verse reflejada en un cuerpo normativo o de apariencia binaria. Otros comentarios como “¿está operadx?“, “¿entonces es un chico o una chica?” o “ha nacido en un cuerpo equivocado” tampoco ayudan en nada.
Esta pregunta es síntoma de haber sido intoxicado por los roles de género que nos condicionan nuestro día a día. En una relación de dos hombres nadie está haciendo de mujer ni en la cama ni en la cocina para satisfacer los patrones patriarcales. Quizá los dos se expresan de forma masculina, quizá los dos tienen maneras femeninas o quizá uno sea masculino y el otro femenino, pero ninguno hace de mujer porque, básicamente, son dos hombres. La misma explicación sirve para una pareja de chicas.
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A veces los padres y las madres presentan a la pareja de su hijo gay o hija lesbiana como “el amigo” o “la amiga”, en lugar de introducirlos como «el novio» o «la novia». Es seguramente el comentario que más duele a nivel emocional, ya que la propia familia se muestra cauta con la sexualidad de sus hijos por miedo, falta de aceptación o simplemente incomodidad para verbalizar la existencia de una relación homosexual. En consecuencia, a veces los afectados sienten que sus padres se toman sus relaciones sentimentales menos en serio por el hecho de ser gais, lesbianas o bisexuales.
Si tu hijo o hija sufre por ser homosexual es porque tiene padres que en lugar de darle todo su apoyo le lanzan comentarios tan egoístas como estos. Tus hijos lo pasarán mal si las personas a las que más quiere no son capaces de acabar con la homofobia que tienen adentro y abrazarles cuando alguien les discrimine, sobre todo a edades tempranas, por su condición sexual. Generalmente este comentario va a acompañado del típico “quiero tener nietos”, el egoísmo elevado a la máxima potencia, puesto que la decisión sobre tener descendencia corresponde exclusivamente a sus hijos. Paradojas de la vida pueden hacer que tu hija heterosexual decida no tener niños nunca y que tu hijo gay pueda, tras años de lucha, adoptar a una pequeña.
Otro ejemplo más del daño que hacen los roles de género a nuestras mentes. La pluma tanto en ellos como en ellas es preciosa porque desafía la masculinidad tóxica. La parte más dañina de estos comentarios adquiere sus tintes más despectivos con términos como “es una locaza”, “qué marica mala”, “qué marimacho” o “esa es un machorra”. Para más información, acude al primer punto.
Aquí tienen cabida todos los prejuicios y estereotipos relacionados con el carácter y la apariencia física que un gay o lesbiana tiene que cumplir por el hecho de serlo. Que una chica tenga el pelo corto o rapado, vista ropa ancha, lleve una camisa de cuadros o no se maquille no explica que sea lesbiana. Que a un chico le guste la moda, se tiña el pelo, lleve ropa estampada, la barba y las cejas perfectas, sea peluquero o bailarín no significa que sea gay.
La negación de la realidad. Si no quieres ver a dos chicos besarse o dos chicas cogidas de la mano delante de tu cara es porque sí que te importa que sean homosexuales y tienes un problema de respeto y tolerancia. Otras frases llenas de hipocresía e incoherencia son “a mí me da igual con quién te acuestas”, “cada uno que se meta en la cama con quién quiera pero que no lo grite a los cuatro vientos” o “no me gustan las mariconas locas que llaman la atención para que se sepa que están ahí”.
La incoherencia definitiva de todos esos hombres heterosexuales que miran con malos ojos la homosexualidad es fingir que son gais para hacerse los graciosos y conseguir unas risas de su público. Lo hacen cuando imitan las poses femeninas de algún chico gay entre colegas o cuando se dan un beso de broma con sus amigos y lo cuelgan en las redes. Estas mismas actitudes llevadas a cabo por dos gais o dos lesbianas no causa la misma aprobación ni reacción, sino que terminan en mensajes de odio y en el peor de los casos palizas.
Pues no, no se puede. La homosexualidad no es un chiste.
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