Se asimilaba como norma que un hombre griego, en la antigüedad, encontrara ambos sexos atractivos, pero hay una diferencia de concepciones entre aquellos días y estos.
Por ejemplo, lo que sucedía privadamente en la vida de un hombre en Atenas, la ciudad de la que se conoce más historia, era muy diferente a lo que puede ser un hombre bisexual hoy en día.
Las relaciones entre hombres de la misma edad no eran tan comunes, en cambio, lo común era un adolescente y un hombre mayor.
Estos hombres mayores también usaban los servicios de trabajadoras sexuales constantemente; la intimidad podía encontrarse a bajos precios en una ciudad que tenía muchísimos lugares de lenocinio.
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Además, en cuanto a las relaciones matrimoniales, las empezaban antes de cumplir los 30 y no era sorpresa que las parejas casadas durmieran separadas.
Estas diferentes relaciones íntimas se ven plasmadas en el arte de la época, especialmente en la clásica pintura sobre jarrones antiguos.
El tema con los adolescentes era una fijación para otros hombres, ya adultos. El joven perdía el atractivo una vez que le empezaba a crecer vello facial y corporal.
Además de ilegal, sería muy condenada esta actitud hoy en día, por obvias razones. Pero situados en el contexto, era la norma social que los hombres adolescentes disfrutaban el cortejo y admiración de los mayores.
Incluso en un diálogo de Platón titulado Cármides, la historia la protagoniza un muchacho del que Sócrates se enamora y que todos los hombres adultos desean.
Otra costumbre un poco más alegre, pero igual de extraña, era el simposio. Esta tradición era una fiesta exclusiva para hombres. En algún momento fue el único lugar donde los hombres griegos podían relajarse y disfrutar.
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También era una oportunidad para establecer encuentros entre hombres, mientras esclavos no dejaban de pasear las bebidas y trabajadoras sexuales eran contratadas como “entretenimiento”.
Mucha de la decoración recuperada de estos eventos (en ese momento lo que estaba pintado sobre copas o platos) y otro tipo de arte tenía ilustraciones de escenas eróticas como besos o intimidad grupal.
Esto nos demuestra que en muchos sentidos, la evolución cultural no es lineal. Al parecer, los griegos tenían cuestiones más claras que nosotros y en otras, estaban tremendamente equivocados.
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