El aumento del nivel de los océanos no es la única amenaza derivada del deshielo del Ártico. El permafrost, la capa de tierra y suelo que hasta ahora permanecía permanentemente congelada, se está descongelando. Y en el proceso está revelando sus secretos ocultos.
Algunos de estos secretos son tan fascinantes como la cabeza de un lobo gigante que vivió hace 40.000 años, cuyo hallazgo en Siberia trascendió recientemente. Otros son mucho más peligrosos: junto a los fósiles del Pleistoceno hay emisiones masivas de carbono y metano, mercurio tóxico y virus de antiguas enfermedades que se creían erradicadas.
Tal y como explica la científica Sue Natali a la BBC, se estima que el permafrost ártico esconde 1.500 millones de toneladas de carbono. Eso representa “aproximadamente el doble de carbono presente en la atmósfera y el triple de carbono que almacenan todos los bosques del mundo”.
Al entrar en contacto con microorganismos, este carbono se transformará en CO2 o metano, gases de efecto invernadero. Aproximadamente el 10% del carbono descongelado se liberará como CO2, lo que equivaldría a emitir la tasa actual de emisiones de Estados Unidos cada año hasta 2100.
La desaparición del permafrost equivale a introducir a un nuevo país en el puesto número dos en la lista de emisores más altos y nadie tiene en cuenta estos datos en los modelos de predicción. “La gente habla de este fenomeno como una bomba de carbono”, apunta Natali.
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Los estudios indican que el Ártico se está calentando dos veces más rápido que el resto del mundo. En enero de 2019 se registró un promedio de 13,5 millones de kilómetros cuadrados de hielo marino en el Ártico, unos 860.000 kilómetros cuadrados por debajo de la media registrada entre 1981 y 2010. Unos meses antes, en noviembre de 2018, cuando las temperaturas deberían haber sido de -25 °C, se registró una temperatura de 1,2 °C.
“En algunos lugares del Ártico de Alaska, vuelas sobre lo que parece un queso suizo que mezcla tierra y lagos formados por el colapso del suelo”, explica Natali. “El agua que estaba cerca de la superficie ahora forma estanques. Y muchos de estos estanques rebosan de metano”.
Con el deshielo del permafrost, los microbios se encuentran repentinamente con un banquete de materia orgánica antigua para comer. En ese proceso liberan metano como producto secundario. Y la liberación masiva de metano podría tener efectos todavía más devastadores que el CO2. Porque, a pesar de que se trata de un gas que dura menos tiempo en el aire que el CO2, su contribución al calentamiento global es mucho mayor.
Además de gases de efecto invernadero, el deshielo del permafrost también podría liberar enfermedades que se creían extintas. De hecho, ya esta pasando.
En el verano de 2016, un grupo de pastores nómadas comenzó a enfermar a causa de una misteriosa enfermedad. Comenzaron a circular rumores sobre el regreso de la ‘plaga siberiana’, vista por última vez en la región en 1941. Llegó a morir un niño y más de 2.500 renos también perdieron la vida por la enfermedad. Al final se identificó su origen: ántrax. Los científicos rastrearon el brote hasta un cadáver de reno descongelado, que había muerto víctima de un brote de ántrax hace 75 años.
El informe sobre el estado del Ártico de 2018 especula que virus de “enfermedades como la gripe española, la viruela o la gripe, que se han erradicado de la faz de la tierra, pueden estar congelados en el permafrost”.
Otro de los peligros directamente ligados al derretimiento del hielo ártico es la introducción del mercurio en la cadena alimenticia.
El pasado año, un estudio del Servicio Geológico de los Estados Unidos reveló que existen 1.656.000 toneladas de mercurio atrapadas en el hielo polar y el permafrost. Esto representa el doble de la cantidad que albergan el resto de tierras, océanos y atmósfera del planeta, y convierte al Ártico en la mayor reserva de mercurio del planeta.
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“El permafrost es prácticamente la tormenta perfecta. Hay mucho mercurio en el permafrost, se libera a sistemas de humedales, que son el entorno adecuado para que los organismos los capten, y luego se dirigen a la red alimentaria. Esto representa una preocupación para la vida salvaje, la gente y la industria pesquera comercial”, explica Natali.
“Las acciones tomadas por la comunidad internacional tendrán un impacto sustancial en la cantidad de carbono que se liberará y la cantidad de permafrost se derretirá. Necesitamos mantener congelado todo el permafrost que podamos. Y tenemos cierto control sobre eso”, añade la científica.
El Ártico depende de ello. Y todos dependemos del Ártico.
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