Lejos de hundirse tras su diagnóstico, Peter Scott-Morgan decidió abrazar el transhumanismo
Peter Scott–Morgan tenía 58 años cuando empezó a notar algo extraño en sus dedos de los pies. Apenas podía moverlos, los sentía agarrotados. Al principio asumió que estaba sufriendo algún tipo de tensión muscular pasajera. Pero el incidente se repitió al día siguiente, y luego al otro, y al otro, hasta que, en cuestión de unos pocos meses, empezó a cojear. Pronto notó cómo otras partes del cuerpo no siempre respondían a sus órdenes.
Un año más tarde y tras un sinfín de análisis de sangre, resonancias magnéticas y punciones lumbares, recibió el diagnóstico: sufría ELA, la Enfermedad de Lou Gehrig, un trastorno neurodegenerativo devastador e incurable que destruye progresivamente las células que controlan la actividad muscular voluntaria. Lo que se traduce en la incapacidad de desarrollar acciones tan básicas como hablar, tragar, respirar o caminar.
La mayoría de los pacientes diagnosticados con esta dolencia fallecen en aproximadamente tres años. Pero Scott–Morgan se niega a morir.
Lejos de encajar su enfermedad con el horror y la sensación de desahucio vital habitual de otros pacientes, Peter prefirió ver su diagnóstico como una oportunidad irrepetible para ser radical y tomar el control de su futuro en formas que nunca antes se han intentado. ¿Qué quiere decir eso? Gracias a sus conocimientos en inteligencia artificial, computación y robótica, este científico ha ideado un plan de supervivencia con el que espera convertirse en el primer cyborg total de la historia.
Peter Scott–Morgan aspira no solo a vivir, sino a ser un motor de progreso. Para él, esta investigación es, literalmente, el experimento de su vida.
El sueño transhumanista de Peter 2.0
“Mi primera educación estuvo fuertemente influenciada por Dr. Who y Star Trek. Cuando era adolescente creía que cualquier desafío en el Universo podía superarse si eras lo suficientemente inteligente, valiente y tenías acceso a suficiente tecnología ultramoderna. Por supuesto, ahora que soy adulto, y científico, creo exactamente lo mismo”.
Así de esperanzado se mostraba Scott–Morgan el año pasado en el blog que documenta su transformación. Para él, sus crecientes dificultades motoras eran simples problemas de ingeniería y cada uno de esos problemas tiene soluciones tecnológicas. “Solo necesito un conjunto de actualizaciones de mantenimiento”, decía.
En eso anda metido.
Lo primera intervención importante se produjo el año pasado. Peter se sometió en una misma operación a tres complicados procedimientos invasivos: una colostomía para sus intestinos, un catéter para su vejiga y una sonda de alimentación que conecta directamente con su estómago. Una “tripleostomía” nunca antes realizada a un enfermo de ELA que ahora le permite vivir con normalidad sin necesidad de comer ni de ir al baño. “No puedo creer que todavía lo hagáis, es tan retro”, bromeaba este agosto en una entrevista en The Times.
Pero la intervención que lo convirtió definitivamente en Peter 2.0 —como a él le gusta definirse— fue la laringectomía a la que se sometió hace unas pocas semanas.
Todo empezó al descubrir que su enfermedad había reducido su capacidad pulmonar en un 35%. Las personas que mueren de ELA generalmente lo hacen porque no pueden comer o no pueden respirar. Tras la tripleostomía, Peter necesitaba implantarse un sistema de respiración asistido cuanto antes.
El científico barajó varias opciones, hasta que decidió que la mejor opción era extirpar parte de su laringe para evitar la conexión que naturalmente existe entre tráquea y esófago. Solo así evitaría que su saliva o restos de comida pudieran llegar a los pulmones, una causa muy común de muerte entre los pacientes de su condición.
Sin embargo, esta intervención tenía una consecuencia devastadora: Peter sería incapaz de volver a hablar. Al menos, no de forma natural.
El científico ya había previsto ese daño colateral. Sabía que cuando saliera de la operación podría hablar, pero ahora digitalmente. De hecho, asegura que pronto podrá conversar con mucha más fluidez que antes. E incluso cuando su parálisis se extienda a su rostro, podrá seguir mostrando expresiones faciales como cualquier persona.
¿Cómo es esto posible? La respuesta es inteligencia artificial (IA).
«A pesar de mi entusiasmo, también dedico mucho tiempo a pensar en cómo será estar completamente encerrado, lo que va a ser particularmente aterrador o frustrante»
A principios de 2019, Peter convenció a grandes compañías tecnológicas como Intel o DXC para ser su conejillo de indias. Juntos, desarrollaron un sistema de habla virtual que mejora en mucho al que usaba Stephen Hawking. La IA ha analizado cómo habla. Cuando alguien se dirija a él, el sistema le presentará una lista de posibles respuestas que puede elegir y usar de inmediato gracias a un sensor óptico de última generación. «Es un poco como un navegador por satélite que le ofrece una variedad de rutas. Cuando alguien entra en la habitación, la IA escuchará lo que me dice y me sugerirá diferentes opciones. «¡Maravilloso verte!» «¿Cómo estuvo tu viaje?» «¡Te ves bien!» Y en dos segundos puedo mantener una conversación espontánea».
A diferencia del discurso robótico de Hawking, la voz sintética de de Scott–Morgan suena a Scott–Morgan. Además, puede estar cargada de emoción. A principios de este año, cuando su voz aún no se veía afectada por su enfermedad, Peter grabó más de 60 horas de palabras, sonidos y ruidos aparentemente aleatorios para que la inteligencia artificial pudiera agruparlas en oraciones. Sus conversaciones mantendrían su propio tono de voz. Además, gracias a las nuevas tecnologías de traducción instantánea, el sistema también será capaz de responder en todos los idiomas. «¡Mierda! Merde! Scheisse! Podré maldecir en cualquier idioma del planeta. Será brillante», bromea.
«La IA escuchará lo que me digan y me sugerirá diferentes opciones. ‘¡Maravilloso verte!’, ‘¿Qué tal tu viaje?’ o ‘¡Te ves bien!’, de modo que en dos segundos podré mantener una conversación espontánea”
Peter también predijo que, con el tiempo, su enfermedad terminaría paralizado su rostro. Por eso encargó desarrollar un avatar fotorrealista de su cara que pueda expresar emociones, sonreír o fruncir el ceño, cuando él o la IA que rige el sistema así lo indique. El avatar está siendo desarrollado por el mismo equipo que duplicó digitalmente la cara de la fallecida Carrie Fisher en la última película de Star Wars, y pronto vivirá en una pantalla montada en el pecho de Peter 2.0. De esa manera espera lograr lo que él llama «la retención de la personalidad».
Todo lo narrado hasta ahora es solo el principio. Peter 2.0 planea seguir sustituyendo otras funciones biológicas por procesos virtuales. «Toda mi interacción física con el mundo se volverá robótica», asegura. «Y, naturalmente, mis cinco sentidos existentes serán mejorados. Pero mucho más importante, parte de mi cerebro, y toda mi personalidad externa, pronto será electrónica, totalmente sintética. A partir de entonces, seré parte hardware, parte software, parte digital, parte analógica. Y no se detendrá ahí. El mío no es solo un cambio de versión. Es una metamorfosis«.
Un futuro más allá del cuerpo
Peter Scott–Morgan ha aceptado que pasará el resto de su vida inmóvil, sentado en una silla de ruedas. Es lo que llama su «locked-in». Su cuerpo es increíblemente frágil, y seguirá debilitándose. Sus piernas están marchitas y sus brazos descansan, inertes y torcidos, sobre su regazo. Todo su organismo funcionará pronto gracias a la ayuda de un sistema asistido por ordenador, pero sus perspectivas de futuro son admirablemente esperanzadoras, y pasan por lograr una capacidad de existir completamente fuera de su cuerpo físico.
El próximo paso para trascender totalmente los límites de su cuerpo será adentrarse en la realidad virtual. «Aquí estoy, atrapado solo por las limitaciones físicas de mi cuerpo”, dice. «Te imaginas lo liberador que será pasar la mayor parte de mi tiempo en la realidad virtual. Podré caminar de nuevo, incluso volar. Puedo estar en cualquier lugar que quiera estar». Estar incluso en tres lugares a la vez.
Si algo demuestra este radical experimento es que, más allá de nuestras limitaciones físicas, existe un nuevo concepto de libertad. Uno que pasa por deshacernos de nuestro cuerpo físico podría multiplicar nuestras posibilidades de sobrevivir.
«Hablarás conmigo, pero nunca, nunca más hablarás con el biológico. Solo hablarás con la IA que controla el avatar y la voz. No tengo nada más, este será mi verdadero yo de ahora en adelante. Esa es mi verdadera personalidad. No estoy jugando a un videojuego. A pesar de sus defectos, seré Peter 2.0. Pero todavía sentiré, todavía amaré”.