Plata o plomo. La espada o el precipicio. El gobierno estadounidense le impuso a TikTok una dicotomía imposible: venta o veto. Dicho en términos mexicanos, le aplicó “la ley de Herodes”. ¿Quién gana y quién pierde en una decisión de este tamaño?
Después de más de un año de cabildeos bipartidistas, el congreso y el presidente Joe Biden aprobaron la legislación “sell-or-ban” para obligar a la empresa china ByteDance a vender TikTok en 9 meses (máximo un año).
Y si no lo hace, TikTok se convertiría en la primera app extranjera prohibida por el gobierno de Estados Unidos. Y no se trata de una app de nicho, estamos hablando de una plataforma usada por 170 millones de personas en ese país.
Según la argumentación de los congresistas, el “sell-or-ban” es un asunto de seguridad nacional, porque el gobierno de China podría utilizar a ByteDance para aprovecharse de los datos personales que recoge TikTok y usar TikTok como herramienta de propaganda.
Estas preocupaciones no son menores ni son producto de las paranoias derivadas de la enemistad política, económica y cultural entre dos de los países más poderosos del mundo. Esto ya ha pasado (y no con una empresa china, sino con una estadounidense).
En la década pasada, la consultora británica Cambridge Analytica utilizó a Facebook para recopilar —sin consentimiento— los datos de millones de personas con el objetivo de usar la data para influir en la elección presidencial que llevó a Donald Trump al poder.
Pero olvidémonos por un momento de la CIA, la NSA y Homeland Security: un veto a TikTok sería una gran noticia para Meta y Google. Ambas han apostado fuerte en el mercado de los videos cortos, con los reels de Instagram y los shorts de YouTube.
Hoy, TikTok lidera entre todas las apps el tiempo que promedian sus usuarios, con aproximadamente 100 minutos diarios, pero sin esta aplicación, Meta y YouTube atraerían muchos de esos minutos y sus respectivas ganancias.
En esta economía, nuestra atención se convierte en millones de dólares. Según cálculos de la firma financiera Bernstein, Meta se quedaría con 60% de las ganancias estadounidenses de ByteDance, y YouTube, con 25%.
Volvamos a la seguridad nacional. Aun si concedemos que la “venta o veto” beneficia la protección del país, esta legislación también es un tiro en el pie para la reputación mundial del gobierno estadounidense.
En 2010, Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado, criticó la censura china en los motores de búsqueda de Google y estableció un vínculo entre los valores democráticos de su país y la libertad en internet en todo el mundo.
Y más recientemente, en 2022, el gobierno de Biden condenaba la censura digital en Irán. Qué haría ahora si Venezuela, por imaginar un escenario, de pronto decidiera vetar a YouTube. O mejor dicho: ¿con qué cara lo haría?
Han pasado apenas unos cuantos años, pero la idea de internet abierto empieza a sonar a utopía del pasado. Hoy, la realidad que se impone en la vida digital es política y económica.
Por supuesto que aún falta el último baile de ByteDance en los tribunales, pero incluso si pierde la batalla y es obligado a vender TikTok, lo más probable es que la app siga existiendo.
La data de sus millones de usuarios estaría en nuevas manos y se inauguraría un nuevo momento político-tecnológico. El baile continuará, ¿pero al son de quién estaremos bailando?