Cuando Yasuke llegó a Japón en 1581, la gente pensó que estaba viendo a un dios. En un país en el que la inmensa mayoría de población nunca había visto a un africano —ni en carne y hueso ni en papel—, su piel oscura y sus 188 centímetros de altura causaron una enorme sensación.
“Cuando llegó a Kioto como esclavo de misioneros jesuitas portugueses, hubo un revuelo masivo. La gente quería verlo y estar en su presencia”, explica Thomas Lockley, autor de African Samurai: The True Story of Yasuke, a Legendary Black Warrior in Feudal Japan. Era tal la expectación que, en Kioto, por entonces la capital del país, las personas trepaban unas sobre otras para poder posar sus ojos sobre la imponente figura de aquel joven esclavo procedente del África negra.
Los orígenes de Yasuke en el continente africano siguen siendo un misterio. No existen registros de su fecha o país de nacimiento. La mayoría de historiadores creen que era originario de Mozambique, pero algunos han sugerido otros países como Etiopía, Nigeria o Sudán. En 2013 una investigación japonesa concluyó que Yasuke pertencía al Pueblo Makua (también conocidos como makhuwa) y que su nombre original era Yasue.
Lo que sí se sabe es que Yasuke llegó a Japón de la mano de un jesuita italiano llamado Alessandro Valignano, y que aparece en los registros históricos solo entre 1579 y 1582. Se cree que de niño fue vendido como esclavo y traficado a la India, dónde se convirtió en el sirviente y guardaespaldas de Valignano.
Ambos llegaron en barco, junto a su séquito, al puerto de Kuchinotsu en Nagasaki, en la isla de Kyushu, en 1579. El objetivo del viaje de Valignano, que había pasado seis años viajando desde Roma a través de países como Portugal, Mozambique, India, Malaya y Macao, era convertir a miles de japoneses al cristianismo.
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Según los registros, en 1581 Yasuke se cruza por primera vez con Oda Nobunaga, un poderoso daimyō (señor feudal) del período Sengoku. Se cuenta que, en un primer momento, Nobunaga no creyó que pudieran existir personas negras. Pensaba que estaba ante un hombre pintado. Así que pidió que desvistieran a Yasuke y le frotaran con agua y jabón para ver si su tono de piel “negro como el carbón” era natural. Una vez convencido de que era real, inmediatamente ordenó organizar una fiesta en su honor.
A partir de ese momento, los dos hombres congeniaron desde el principio. Yasuke entretenía a Nobunaga con sus historias de África e India, y le impresionaba con sus hazañas y su fortaleza física. Existen rumores de que, incluso, podrían haber mantenido relaciones sexuales.
La vida de Yasuke da un giro cuando Valignano decide marcharse de Japón y le ofrece a Nobunaga quedarse con su sirviente. Fascinado con la planta y la fortaleza del hombre (las crónicas japonesas cuentan que era tan fuerte como 10 guerreros nipones), Nobunaga aceptó y convirtió a Yasuke en su guardaespaldas personal. Luego, después de entrenarlo y orientarlo en las costumbres del bushido, acabó nombrándolo samurái.
“Yasuke fue visto inicialmente como una fuente de entretenimiento ya que era una novedad, pero en un mes se convirtió en un valioso samurái y miembro del séquito de Nobunaga”, explica Lockley.
De la mano de Nobunaga, Yasuke se convirtió en el primer samurái extranjero de la historia de Japón. Como tal, se le otorgó una paga, sirvientes y una espada japonesa ornamentada. Como parte de su círculo íntimo, el samurái africano luchó junto a su daimyō contra otros clanes. También cenaba con el señor, un honor reservado unicamente a un selecto grupo de personas.
Su cercanía con Nobunaga hizo que también estuviera presente durante el incidente de Honnō-ji, en el que Nobunaga murió tras ser traicionado por uno de sus principales generales, Akechi Mitsuhide. Asediado por las tropas de Akechi en aquel golpe de estado, Nobunaga ordenó que se le prendiese fuego al templo de Honnō-ji. Él se encerró en una habitación para suicidarse mediante el ritual del seppuku o harakiri. La leyenda cuenta que, antes de hacerlo, el señor feudal pidió a Yasuke que le decapitara y llevara su cabeza y espada a su hijo. Según los historiadores, esa petición era un signo de gran confianza.
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Tras la muerte de Nobunaga, los registros de Yasuke se volvieron más escasos. Se cuenta que Akechi, impresionado por su valentía y su devoción hacia Nobunaga, decidió perdonar la vida al samurái negro y lo liberó. Las últimas referencias a su figura fueron de fuentes jesuitas en 1582, pero su destino es incierto.
Algunas evidencias apuntan a que Yasuke trabajó como asesor comercial de señores japoneses en el suroeste de Japón y posiblemente viajara a Filipinas y la península de Corea. Otras hipótesis le retratan en sus últimos días como marinero o pirata, dada su amplia experiencia en alta mar y la gran fuerza física que se le atribuía. El citado libro de Lockley plantea también la posibilidad de que Yasuke tuviera descendientes que sigan viviendo en Japón. El libro contiene una foto intrigante tomada en 1864 de un asistente de samurái que parece ser de raza mixta.
La vida de Yasuke ha sido reimaginada en diversas ocasiones a través de la ficción. En 1968, el autor Yoshio Kurusu convirtió su historia en la base de un galardonado libro infantil llamado Kurosuke. La figura de Yasuke también está detrás del anime Afro Samurai.
Pero el legado del primer samurái negro no solo interesa en Japón. El fallecido Chadwick Boseman estaba alistado para encarnar a Yasuke en una producción de Hollywood con guión de Doug Miro, cocreador de Narcos. Y ahí está el anime sobre su historia estrenado este año en Netflix. Queda claro que, 500 años después de perderse su pista, la historia de este misterioso samurái sigue más viva que nunca.
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